Al poco de comenzar a ver esta película recuerdo que pensé: “El montaje es horrendo y cada vez aguanto menos la lacia esta a una mandíbula pegada (Keira Knightley)”. Muy poco después sentí alivio al pensar que afortunadamente por ahí andaba Mark Ruffalo, que hace de desgraciado como pocos, para levantar un poco el metraje. Pero conforme iba avanzando la película, todo este crisol de sensaciones en apenas diez minutos, Knightley me hizo cambiar de opinión; en la misma tónica, el vilipendiado montaje acabó siendo de lo mejor de la tierna y humilde historia de personas necesitadas de horizonte que divisar y de cómo la música puede ser parte del hilo conductor de nuestras vidas.
La citada Knightley y Adam Levine (nada menos que el cantante de Maroon 5, que cumple en el plano vocal, como es lógico, pero también en el interpretativo) encarnan a una pareja de enamorados y talentosos compositores que se trasladan a Nueva York para encauzar sus ascendentes carreras (sobre todo la de él); ella se quedará en la cuneta de la relación sentimental debido al entrometimiento del estrellato, que asesina la realidad a dentelladas, y se topará con un afamado productor musical venido a menos con el que se embarcará en un descabellado proyecto. Escenas tan simples como brillantes que van desde tocar una canción en mitad de la calle a escuchar la lista de reproducción de un teléfono móvil con un conector para dos auriculares mientras se pasea por la febril Nueva York nocturna que nunca duerme, pasando por el flechazo profesional y humano de los personajes principales en un bar de mala muerte, son la seña de identidad y de calidad de esta propuesta que no deberían perderse.
La sencillez y delicadeza con que se trata esta fábula utópica hace pensar de John Carney tras la aclamada Once, una versión de similar temática pero a lo irlandés, que el realizador posee esa chispa que hace que domine el lenguaje del cine del género que toca la fibra sensible. Reconozco que a pesar de ser exigente con lo que se enmarca dentro de “comedia romántica”, aquellas que llegan a llamarme de verdad la atención pueden llegar a encontrarse dentro de la sección de “favoritas” dentro de mi filmoteca. Con pasajes previsibles pero alejados del cliché, la cinta alterna elementos recurrentes como el de la desdicha en el núcleo familiar del desgraciado protagonista con momentos que se ven venir y que giran inteligentemente para acabar no siendo. Begin Again, título imagino que no traducido para evitar molestas confusiones con la oscarizada cinta de José Luis Garci, posee en suma las fortalezas esperables de una película con los sentimientos como materia prima (no confundir con lo sentimentaloide, manipulador y de deplorable lágrima facilona); además, dada la trama central, es también lógico y acertado esperar una banda sonora más que destacable que se erige como un protagonista principal del proyecto.
Quizá mi estima por esta producción se vea aumentada por ese nosequé que uno siente cuando sabe que ha visto una película de la que no va a olvidarse, algo harto infrecuente que compensa casi cualquier irregularidad menor. Es por ello que soy tan sincero como poco objetivo cuando recomiendo el visionado de esta pequeña joya veraniega. Pero del amor no se puede esperar objetividad y yo me he enamorado de este “nuevo comienzo” de John Carney por la peligrosa gran vía de Hollywood.
Dirección y guión: John Carney. País: USA. Duración: 104 min. Intérpretes: Keira Knightley (Greta), Mark Ruffalo (Dan), Adam Levine (Dave), Hailee Steinfeld (Violet), Catherine Keener (Miriam). Producción: Tobin Armbrust, Anthony Bregman. Música: Gregg Alexander. Fotografía: Yaron Orbach. Montaje: Andrew Marcus. Diseño de producción: Chad Keith. Vestuario: Arjun Bhasin.