El producto de belleza más antiguo y sencillo reaparece con fuerza en los cuartos de baño. Elaborado con tecnologías de vanguardia y enriquecido con nuevos ingredientes, el jabón se instala en la higiene de lujo.
Muy lejos quedan los días en los que se mezclaba ceniza de haya con sebo de cabra para hacer jabón. Esta mezcla tan poco apetecible nació en las Galias, y dicen que proporcionaba reflejos rojizos a las cabelleras rubias de las galas.
Desde entonces hasta ahora el jabón ha vivido diferentes etapas hasta llegar al actual resurgimiento. Amenazado permanentemente por el avance imparable de los geles, que siguen subiendo como la espuma, el jabón parecía destinado a extinguirse. Pero el buen hacer de las firmas cosméticas y la fidelidad de sus incondicionales –sobre todo mujeres de 35 a 50 años– han sido suficientes para que mantenga su puesto en el mercado.
Porque los jabones del siglo XXI se crean para hacer de la higiene corporal un auténtico lujo. Y, además, lo consiguen. Formulados con las últimas tecnologías y enriquecidos con diversos ingredientes, además de limpiar tratan la piel: exfolian, relajan, revitalizan, hidratan, protegen y nutren. También existen jabones ecológicos, perfumados con el aroma preferido y elaborados con aceites esenciales.
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