Revista Cultura y Ocio
Bellini tiene tres óperas que forman parte, desde sus orígenes, del repertorio clásico del bel canto, La Sonnambula y Norma, estrenadas en 1831 e I Puritani, de 1835; sin embargo La straniera, un melodrama romántico estrenado en La Scala en 1829, es prácticamente desconocido a pesar de que en sus inicios contó con muchísimo éxito, tanto en Italia como en el resto de Europa. El libreto fue escrito por Felice Romani, se basó en L’etrangère (1825) de Charles Victor Prévot.
La acción de La straniera transcurre en Bretaña en el año 1300, su argumento (*) gira en torno a la identidad de una misteriosa mujer que vaga, cubierta con un velo, por los campos de los alrededores del castillo de Montolino, en Bretaña. Los campesinos suponen que se trata de una bruja, no sospechan que ella es Agnes, la mujer en el exilio del rey de Francia, Felipe Augusto, que está obligada a vivir de incógnito bajo nombre de Alaide porque cuando contrajo matrimonio con el soberano, éste ya estaba casado con otra, Isemberga de Dinamarca. El conde Arturo de Ravenstel se siente atraído por ella, a pesar de estar prometido con Isoletta de Montolino, el conde tiene celos de Valdeburgo, cuya filiación con Alaide (es su hermana) desconoce. Todo parece sembrado para que reine la confusión, la violencia y un trágico final en el que se da a conocer, con una absoluta falta de rigor histórico, que la primera esposa del rey de Francia ha muerto y que Alaide, que había permanecido fiel a él, es reina de Francia, lanzándose Arturo sobre su espada al no soportar el dolor por haber sido injusto con Alaide.
Cuando compuso La straniera Bellini tenía 27 años y ya marca distancias con el estilo florido de Rossini (estrenaría su última ópera pocos meses después), en La straniera, sin dejar de lado el belcantismo, la coloratura a troche y a moche deja paso a un estilo sencillo, de elegantes y dilatadas melodías que expresan las diferentes e intensas emociones de los personajes, en el que lo lírico es empleado como un elemento de expresión en detrimento de la utilización de los adornos vocales poco sutiles, ajenos a la situación dramática, como fuente de emoción. En La straniera la orquesta tiene una función importante, abundan pequeños fragmentos orquestales en los que adquieren especial relieve delicados solos instrumentales, veamos un ejemplo:
- Entre las sopranos que defienden el papel de Alaide en la actualidad destaca Patricia Ciofi, a la que hemos escuchado, en su entrada, en el anterior audio. Ciofi es una buena representante del estilo belcantista. No es seguramente una gran voz (tampoco es que posea un timbre feo) , conoce los resortes necesarios para ofrecer un gran retrato de Adelaide gracias a su sólida técnica, el cuidado del fraseo y un canto variado en el que no tiene cabida ningún exceso.
Esa introducción orquestal que nos puede recordar a algunos momentos de Norma, de I puritani, o incluso de Tristán e Isolda ¿Que no? En el segundo audio podéis comprobarlo:
- Renata Scotto. Técnica, buen gusto, timbre no siempre grato, dando el valor adecuado a cada palabra y expresión. Diría que auténtica si no fuera porque había tomado buena nota de Callas. Emocionante. Aquí no basta solo con lirismo, también se requiere fuerza y agilidad.
- Trío del primer acto entre Alaide (Renata Scotto) Arturo (Renato Cioni) y Valdeburgo (Domenico Trimarchi): "No, non ti son rivale."
- Ludovic Tézier, interpreta la lenta cabaletta Meco tu vieni o misera, de Valdeburgo el pasado 31 de octubre en Marsella, bajo la dirección de Paolo Arrivabeni:
- Montserrat Caballé en la escena final. Nueva York, 1969. Muy en estilo. Línea de canto, fiato, reglaciones y pianísimos a gogo. Extraordinaria. Irreal. Se le daba mucho mejor que hoy los anuncios navideños, afortunadamente.
(*) El argumento de "La straniera" hace referencia a un suceso acaecido en la historia francesa. Philippe-Auguste, rey de Francia, viudo, se había casado en 1193 con Ingelburge de Dinamarca, de la cual estaba enamorado. Lo que ocurrió en la noche de bodas es todavía hoy un misterio, lo cierto es que el monarca la repudió al día siguiente sin explicación alguna.
En 1196, en vida de Igelburge, se casó en terceras nupcias con Agnès de Méranie, la Alaide de la ópera. El Papa Inocencio III se tomo bastante mal la cosa y amenazó con sancionar a Philippe-Auguste si no repudiaba a Agnès y reponía en su puesto de reina a Igelburge; ante la resistencia del rey, el Papa pronunció la excomunión mayor contra éste y puso un Interdicto al reino de Francia, con lo que se suspendía toda vida sacramental y se impedía los entierros religiosos. Philippe-Auguste cedió y repudió a Agnès, Igelburge volvió a la corte el año 1200 en calidad de reina consorte pero sin mantener vida conyugal con el rey. Agnès murió en 1201 en Poissy, donde estaba retirada. De la relación entre Agnès y Philippe-Auguste nacieron tres hijos.
Por lo tanto, el final de la ópera es totalmente anacrónico, Igelburge sobrevivió a Agnès, falleciendo en el año 1236.