Empiezo esta semana con una noticia que ya es el colmo de lo existente. La famosa red social del pajarito azul, Twitter, cuenta desde hoy con un nuevo y “prestigioso” miembro, nada más ni nada menos, que Benedicto XVI. Quiero aprovechar esta noticia para realizar una serie de críticas al respecto.
Lo primero de todo, no me parece mal que nuestro Papa se haga una cuenta de Twitter, que para quien no lo sepa, el no será usuario de la misma, sino que sus séquitos subalternos serán los encargados de transmitir sus mensajes y de tener actualizada la cuenta. Lo que ya me parece peor es la razón por la cual le lleva a abrirse esta cuenta y no es más que transmitir sus mensajes y oraciones a todos sus fieles, en los cuales, con todo el respeto, no me incluyo. ¿De verdad que hacía falta esto?, ¿bastantes peligros nos encontramos ya en la red que ahora tenemos que encontrarnos a él también?
Yo creo, sinceramente, que si el señor Ratzinger, como superior de la Iglesia, se dedicará a realizar otra serie de actuaciones, de buenas actuaciones, que acepten la realidad de nuestra sociedad y que no discriminen a nadie en vez de seguir pregonando, sus nefastas ideologías, respetables pero nefastas, ahora vía Internet, este planeta cambiaría el chip y, seguramente, mucha gente no sería tan retrograda e igual que el señor Papa avanza con el curso de las Nuevas Tecnologías, tendría que avanzar con el curso de nuestra sociedad y respetar, ya no digo aceptar, pero si respetar, cosa que no hace, la condición sexual de todas las personas, el uso del preservativo a la hora de tener relaciones sexuales, la lucha contra una enfermedad llamada VIH que ya he comentado en el artículo anterior, entre otras muchas cosas más.
En definitiva, parece que tendremos que aprender a convivir con sus mensajes, los cuales yo, particularmente, no pienso leer ni aprobar lo más seguro pero que una cosa quede clara, aunque no apoye ciertas ideas yo siempre respeto como lo mismo espero que hagan conmigo, así que no me queda otra que dar la Bienvenida a Twitter a Benedicto XVI.