Llevar una rutina fija (sin obsesionarse) para las horas de sueño y alimentación, marcando unas pautas para los momentos de juego, paseo o tranquilidad aporta grandes beneficios a nuestros hijos, tanto si son bebés como si ya son niños más mayores.No hay duda que manteniendo desde el primer día unos hábitos y rutinas claras estamos ayudando a nuestros hijos en su desarrollo personal y emocional. Estas rutinas, las del aseo, baño, cambio de pañales, paseo, siesta, juego,… se van incorporando día a día, brindándole al bebé identidad, seguridad y estabilidad emocional. Por eso son parte fundamental de su desarrollo.
Para sentirse seguros, los peques necesitan que las cosas sucedan siempre de la misma manera. Y no solo en casa; también en la escuela la rutina los tranquiliza, los calma y eso les aporta la seguridad que necesitan. Por eso, el programa que sigue la guardería en su día a día lleva un orden idéntico en cuanto a:
– La entrada
–Las actividades programadas
–El juego libre
–La higiene
–La comida
–La siesta
Si este orden no existiera, si no hubiera horarios fijos para cada actividad, los pequeños se sentirían desorientados. Además, la rutina no significa que siempre hagan lo mismo y sea aburrido y monótono, sino que se trata de estructurar el tiempo en bloques de actividades que se sucedan de forma consecutiva. Así, los pequeños podrán ir anticipando lo que va a venir después e irán construyendo la noción del paso del tiempo.
La rutina diaria tampoco es algo inflexible. De hecho, se adapta a las necesidades evolutivas de cada grupo y varía según la edad. Por ejemplo, en las aulas de los bebés todas las mañanas hay un momento destinado a la siesta, algo que no sucede en las clases de los mayores de dos años.
Muchos padres creen que establecer rutinas puede ser muy complicado, sin embargo, lo primero que deben entender, es que los niños aprenden de una forma muy rápida y que si los guiamos, apoyamos y además somos su ejemplo a seguir, el establecer rutinas será algo muy sencillo.