André Malraux (1935), retratado por Gisèle Freund
La gran fotógrafa Gisèle Freund (ya hablamos de ella en estas páginas), a quien debemos algunos de los retratos de escritores e intelectuales más famosos del siglo XX, dijo en una ocasión: "Que alguien me explique porqué los escritores quieren ser retratados como si fuesen artistas de cine, y los artistas de cine, como si fuesen escritores". Vanidad humana, sin duda, pero una pregunta muy válida a la luz de los retratos que conservamos de algunos de ellos, y que por regla general son los que ellos o sus editores han preferido como "imagen de marca" (que dirían los expertos en marketing). Ni siquiera la propia Freund -que buscaba expresar en sus fotografías la esencia del personaje- estaba del todo libre de esa tendencia a presentar a los escritores bajo un aspecto lo más atractivo posible. Otra fotógrafa de la misma época, Berenice Abbott, ejemplifica aún mejor este aspecto vanidoso de los escritores. De ella es, por ejemplo, el famoso retrato de Joyce a medio camino entre dandy y pirata.O este Cocteau que podría fácilmente salir de una película sobre el Chicago de Al Capone.
Jean Cocteau, con una pistola, por Berenice Abbott
Berenice Abbott (1898-1991) es además un personaje sumamente interesante, que nos ha dejado una galería de inolvidables retratos del París de entreguerras. Ayudante de Man Ray, quien la inició en los secretos de la fotografía, Abbott se movería en el mundo de bohemios y expatriados de aquellos años. En este época, según Sylvia Beach, ser retratado por Ray o por Abbott era prueba incontrovertible de que se era 'alguien'. Trabaría relación con Djuna Barnes, Solita Solano, Margaret Anderson o Janet Flanner, esas mujeres que habían encontrado fuera de su país la libertad de vivir como ellas deseaban. A todas ellas las retrató bajo su aspecto más seductor.
Solita Solano, por Berenice Abbott
Djuna Barnes, por Berenice Abbott
Aunque, más que por sus retratos, Abbott se haría famosa por sus espléndidos reportajes sobre la Nueva York de la década de 1930, recogidos en el famoso libro Changing New York, donde documentó la prodigiosa transformación urbanística de la ciudad (les recomiendo que le echen un vistazo a esta galería de imágenes).A pesar de ello, no abandonó del todo el retrato, y de su etapa neoyorquina tenemos algunas fotos memorables, como ésta de Frank Lloyd Wright. Quizá me equivoco, pero en la composición de este retrato me parece ver algo claramente arquitectónico.
En la siguiente etapa de su vida, Abbott se volcó en la fotografía científica. Dicho así, suena árido y aburrido. Pero sólo hace falta ver alguna sus instantáneas para darse cuenta de que el talento tras la cámara permite convertirlo todo en arte:
Al contrario que los escritores, ni los campos magnéticos ni las pompas de jabón tienen vanidad. Pero Abbott los retrata de modo que saca de ellos toda su belleza.