Revista Cine
Como recordarán los confesos más devotos, en esta sala ya hemos enfrentado a Bette Davis y Tallulah Bankhead con motivo del análisis de La Zarina, aquella comedia mitad Lubitsch, mitad Preminger estrenada en 1945. Casualidades de los designios cinematográficos, estos días, poniéndome al día con algunas películas de la Hammer, he descubierto que ambas actrices participaron el mismo año, 1965, en dos producciones de la compañía inglesa: Die, Die, My Darling! (Te espera la muerte, querida) y The Nanny (A Merced del Odio).
Las tres mejores cosas que tiene Die, Die, My Darling! (Silvio Narizzano) son su protagonista, Tallulah Bankhead, sus secundarios, Donald Sutherland, Peter Vaughan, Yootha Joyce, y sus títulos de crédito, un ejercicio pop que inaugura las películas en color de la Hammer. Lo peor que tiene Die, Die, My Darling! es el resto, que ya es bastante, comenzando por Stefanie Powers y terminando por una historia delirante, más cómica que terrorífica. Sucede que Te espera la muerte, querida es una de esas peliculitas malas que terminan por convertirse en maravillosamente malas, una categoría cinematográfica de lo más interesante. En este caso, juega a favor de la cinta Tallulah, sublime en su sobreactuación, dando vida (y muerte) a una madre desequilibrada por el fallecimiento de su hijo, una madre tipo Violetta Venable pero con tintes mesiánicos y psicópatas. Tallulah, que siempre tiene a (y en la) mano una pistolita por obra y gracia de la magia del séptimo arte, secuestra a Patricia (Stefanie Powers), exnovia del difunto hijo, con el ánimo de reconducir su vida por la senda de Dios. Es, en este sentido, una iluminada dispuesta a llevarse por delante a quien sea con tal de cumplir la misión que se le ha encomendado. Destaco el homenaje-plagio a Psicosis (Hitchcock, 1960) porque lejos de ser una excepción se convirtió en algo bastante habitual durante la década. Sin ir más lejos, ese mismo año, 1965, William Castle estrenaba I Saw What You Did (Jugando con la muerte), con papelito de Joan Crawford incluido, en donde podemos ver una reproducción casi plano por plano de la mítica secuencia de la ducha. Pues bien, en Die, Die, My Darling! además de la atmósfera, se calca aquella secuencia en donde el movimiento de una lámpara ayuda a descubrir el cuerpo momificado de la Sra. Bates.
The Nanny es otra cosa, y no solo por Bette Davis, sino también por Seth Holt, el director, que consigue modular la acción hasta un final revelador y, en cierta medida, inesperado, a pesar de ser Bette Davis quien encarna a la nanny. Nuevamente la maternidad como telón de fondo en una historia que admite diferentes perspectivas. La acción arranca el día en el que Joey (William Dix) sale del sanatorio en el que fue internado tras el fatal accidente en el que su hermana pequeña murió, un suceso que se nos oculta al principio y del que sólo iremos conociendo pequeñas pinceladas a medida que avanza la película. El odio que el niño siente hacia la nanny parece injustificado, pero para nosotros es el hilo del que tirar para deshacer el ovillo.
Evidentemente, Bette Davis está estupenda en el papel, explotando ese rol de mujer perturbada que tan bien había ejercido en títulos como Qué fue de Baby Jane (Robert Aldrich, 1962), Canción de cuna para un cadáver (R.Aldrich, 1964) o Su propia víctima (Paul Henreid, 1964). Sin embargo, no sería justo olvidarnos del pequeño William Dix, fantástico en su interpretación a pesar de recaer sobre sus espaldas gran parte del peso de la historia. A mí me ha recordado a los hermanos Udvarnoky, los pequeños y efímeros actores gemelos que pocos años después protagonizarían la magistral The Other (Robert Mulligan,1972).