- 1. El judío es naturalmente repulsivo:“Tenemos que explicarnos lo espontáneamente repulsivo que tienen para nosotros la personalidad y la esencia de los judíos (…) no hacemos sino autoengañarnos premeditadamente cuando pensamos que tenemos que ver con malos ojos y considerar incívico el anunciar públicamente nuestra aversión natural contra el ser judío”.
- 2. El judío, aunque haya nacido en Europa, es un extranjero: “Toda nuestra civilización y nuestro arte europeos han sido siempre para el judío una lengua extraña”.
- 3. Toda obra de un hebreo europeo está falta de expresión verdadera, es pura imitación: “En esta lengua, en este arte, el judío no podrá sino repetir o imitar, pero nunca podrá expresarse verdaderamente mediante obras de arte o poesía”.
- 4. En base a lo anterior, el judío no es capaz de producir arte auténtico ni de una vida digna de ser llamada propiamente humana: “El judío nunca ha tenido un arte propio, de ahí que tampoco haya tenido nunca una vida dotada de contenido para el arte: tampoco hoy podrá encontrarle a esta vida un contenido de verdadero significado humano”.Posee “una propia incapacidad íntima para la vida”.
Revista Cultura y Ocio
Bicentenario Richard Wagner y El judaísmo en la música en Culturamas
Publicado el 22 mayo 2013 por Hermidaeditores
Hoy con motivo del Bicentenario del nacimiento de Richard Wagner se publica una estupenda reseña del libro que acabamos de publicar de Richard Wagner, El judaísmo en la música en la página web de Culturamas:http://www.culturamas.es/blog/2013/05/22/el-judaismo-en-la-musica-de-richard-wagner/Por Ignacio G. Barbero“El judío (…) carece de toda pasión auténtica, y más aún de una pasión susceptible de impulsarlo a crear arte a partir de sí mismo”Si la violencia de un escrito ha de medirse por el “dolor” que genera en nuestra moral y nuestro entendimiento, “El judaísmo en la música” constituye unos de las creaciones intelectuales más virulentas que he tenido la oportunidad de padecer. Richard Wagner (1813-1883), compositor fundamental en la evolución del arte musical de la segunda mitad del siglo XIX -y de gran influencia en los movimientos de vanguardia de principios del XX-, redactó este libelo con el claro objetivo de despreciar las obras de ciertos compositores judíos en particular y de paso la condición judía en sí misma. En su primera edición firmó el texto bajo pseudónimo, pero el mundo cultural de su tiempo reconoció inmediatamente su estilo. Y esto no era baladí, pues, como señala Rosa Sala Rose, autora de la traducción y de un maravilloso ensayo introductorio: “Wagner fue en su época lo que hoy denominaríamos un líder de opinión y su prestigio como músico le daba a sus escritos antijudíos un aura de respetabilidad de la que carecían otros teóricos antisemitas de su época”. El antisemitismo de Wagner -y de muchos de sus contemporáneos- está íntimamente relacionado con dos ideas: la de “lo alemán” y la de “nación alemana”, que son tomadas como algo real, plausible, completamente definido e inmaculado. El arte, en tanto que obra de un “espíritu alemán”, expresa esas identidad inamovibles con suma claridad, por lo que supone un factor clave para la afirmación y “redención de la nación alemana”. En consecuencia, el antisemitismo wagneriano no fue fruto de una antipatía personal, sino un ingrediente esencial de su programa artístico e ideológico. Teniendo en cuenta este punto de partida, el autor realiza un “análisis” muy sistemático de la esencia judía:
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