Revista Cultura y Ocio
Bifurcaciones, un poema de El bar de Lee
Publicado el 10 octubre 2013 por David Pérez Vega @DavidPerezVegDejo aquí un poema de El bar de Lee, pertenece al primer poemario que está contenido en este libro, el titulado Móstoles era una fiesta. En poemas anteriores, la voz poética apunta que se ha imaginado escribiendo en los bares del paseo de la Renfe como Hemingway escribiendo en los cafés de París. En este poema titulado Bifurcaciones, por fin la voz poética escribe sobre la barra del café (son poemas con una especie de estructura novelística):
BIFURCACIONES
Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad. Fernando Pessoa
El café dibuja humo como un rastro de pensamiento que se deshace en la noche y concluye en nada. A un palmo, una barricada de blancas salchichas crudas ulula su tosca presencia de búho de tripas, bajo el olivo de una vitrina que engaña a moscas autistas. En las mesas, detrás del rebujo de mi estómago, colean los últimos rostros cansados del viernes. Hace tres años (las mismas fiestas de Móstoles por estas fechas) en las mañanas de resaca leía En el camino de Jack Kerouac y el futuro aún era un jardín de senderos que se bifurcan. La vida parecía tener vuelta atrás y empezar de nuevo con un escudo de sabiduría cuando te veía igual que he anhelado hoy, y hablábamos en el rebullir de la música, el polvo levantado, la terquedad de la cerveza y el olvido. Palabras que parecían formar el principio del camino que lleva hasta ese jardín sin sombras. Tantos rostros girando igual que hoy pero sin ti, sólo tu fantasma como una inquietud vaga y esta escritura dormida y ociosa en la barra del café, derrengado Hemingway de las siete de la mañana. Palabras como su maleta de relatos perdida en una estación de tren y nunca encontrada, allá en París.
En el bar, el río de chocolate de los que aún no han dormido y el río de café de los que marchan en tren a trabajar se mixtura en los mismos ojos detenidos en aguas de cansancio. Yo soy un tránsfuga al café y al lápiz de mina gastada, mosca que se arrastra por el papel y sabe que ha de morir. Una noche similar a la que hoy acaba, hace tres años, hablaba contigo, tú has de recordarlo, de Cervantes, fragor de pasos y barreras que esperan la envestida de toros obnubilados, despedirme en tu sonrisa cuando el rebrote de personas se desforesta y los pasos se afelpan. Antes de dormir en el silencio de mi cuarto hojear un libro de Cioran de la biblioteca y leer aquella frase: La vida, esa chulería de la materia, taladrándome con su serrucho, barrunto de soledad que me cubre de nieve en la soledad final de Los muertos de Joyce, nieve tras una delgada ventana que cae sobre la oscura planicie central y las colinas calvas, las sediciosas aguas del Shannon, sobre todos los vivos y sobre los muertos.
Jack Kerouac murió en una cabaña olvidado por todos Cioran murió en París buscando un último pensamiento que destruyera el mundo Hemingway se acercó a la boca la misma escopeta con la que tantos patos cazó en Venecia y disparó James Joyce fue operado de una úlcera de duodeno con su parche en el ojo, y entró en coma pensando que ya estaba agotado, que ya no podía escribir.
Afuera el paseo se bifurca en el débil jardín de la mañana, los ventiladores giran triturando el humo del café y la noche, mis pensamientos vuelven a deshilvanarse en los huecos de las salchichas y me llevo una servilleta de papel secante a los labios, los churros apilados sobre platillos de patas barrocas parecen presuponer un cansancio sin reloj.
Aun así me perdura la conciencia clara de que leí a Jack Kerouac en una mañana de resaca, hablé contigo de Cervantes en la noche y los 2 éramos tan interesantes como nos merecíamos. Noches que se bifurcan en días y días que se bifurcan en noches tiempo que se bifurca en tiempo vida que se bifurca en un sendero de muerte. Han pasado tres años, 1095 días. Días que se pierden en otros como los pliegues de un mapa sin geografía, fronteras de salchicha, océanos de café, banderas de servilletero, labios de papel secante. Nacer, morir, las tapas desgastadas de este mapamundi.
20-9-98.