Revista Fotografía

Bilbao en 7 impresiones (desde el euskera y la oveja hasta los pintxos y los inmigrantes)

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino

Bilbao era fea. –afirma Roge mientras sirve por tercera vez vino en el vaso de Ernio.
– No era fea. Era distinta. Todo giraba sobre el puerto y las actividades del puerto afean las ciudades. –me explica con más paciencia Ernio mientras toma su tercera copa de vino acompañado de un pintxo aunque sean las 10 de la mañana–. Después vino el Guggenheim (lo pronuncia acentuando muy fuerte todas las “g”, como si hablara alemán) y parece que todo reluce.
– ¿Y les gusta como es ahora? –pregunto un poco intrigada.
– Me da igual. –me responde Roge algo enfadado con la vida.
– ¡Sí! –dice en cambio Ernio, con una sonrisa y, por lo bajo, remata: –lo único que importa es que sigue siendo roja y blanca.

Del hierro al titanio

Bilbao es la capital del País Vasco. Ubicada a orillas de la ría de Bilbao, que desemboca en el Golfo de Vizcaya, fue una ciudad que tuvo un gran crecimiento industrial a fines del siglo XIX y principios el siglo XX. Como todo crecimiento industrial, el de esta región vino acompañado por un crecimiento en la cantidad de población (por la demanda de trabajadores) y en la zona urbanizada (por la expansión física de la ciduad y la necesidad de viviendas).
A la ciudad del hierro (el principal mineral que se explota en Vizcaya), del puerto, de los barcos, de las grúas, de los contenedores, de los trenes cargados con minerales es a la que se refería Roge cuando de manera tan categórica definió la ciudad que lo vio nacer hace más de 70 años.
A la ciudad del titanio (el material que recubre al Museo Guggenheim), de los edificios y puentes modernos diseñados por reconocidos arquitectos, de la masividad del turismo y de la permanencia de las tradiciones es a la que se refiere Ernio cuando con felicidad en su rostro me dice que “sí”.
En la ciudad todos hablan de un antes y un después de la instalación del museo, porque a partir de su llegada hubo una gran remodelación y modernización de la ciudad, incluidos los medios de transporte, las calles y los edificios.
(Si todavía no lo leyeron, no se pierdan la visita al museo contada por Tahiel, con más curiosidades y datos sobre su construcción y obras: Un bebé suelto en el Museo Guggenheim de Bilbao).

En esta imagen se ve cómo era la zona portuaria en la que ahora se encuentra el museo.

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Una ciudad en rojo y blanco

Llegamos a la ciudad y me llamó la atención la cantidad de banderas del athetic de Bilbao, el club de fútbol de la ciudad/región. Es que no solo estaban colgadas en las ventanas y balcones, sino que estaban en todas partes: desde las más diversas vidrieras de los comercios (de confiterías, de lencería, de librería, de verdulería, etcétera) hasta los postes de los faroles y edificios gubernamentales. Parecía la bandera nacional. Y creo que un poco de eso hay. Por lo que estuvimos conversando con los bilbaínos, el athletic es más que un simple cuadro de fútbol. Representa su identidad, su orgullo, su tierra, su pasión. En la fecha en la que estuvimos se disputaba la final de la Copa del Rey con Barcelona y parecía que ese era el único tema factible de ser conversado en las calles, en los bares, en el supermercado y hasta en el Museo. Todos estaban pendientes de esa final.
El fin de semana anterior a esa gran final, tuvimos la posibilidad de concurrir al San Mamés, el estadio reformado del Athetic, para ver el partido que jugaron el local con el Villareal. Llegamos para el segundo tiempo y solo vimos uno de los cuatro goles que tuvo el encuentro. Pero pudimos presenciar la parte más linda de la jornada. Al final del encuentro hubo dos momentos muy emotivos. El primero fue la despedida al jugador Iraola, quien vistió los colores locales durante 12 temporadas. El segundo, un video motivacional que proyectaron en la pantalla gigante para que los jugadores sientan el aliento (y la presión) de los hinchas para la final de la Copa del Rey que se venía. Aunque no lo crean, en los dos momentos me emocioné con lágrimas en los ojos. El respeto, la alegría, el fanatismo bien demostrado, la euforia sin desmedida, la familia en el estadio, la limpieza, la prolijidad… me hizo sentir que un fútbol diferente al que estamos acostumbrados en la Argentina es posible, aunque estemos muy lejos de lograrlo. Volvía a sentir por qué me gusta tanto el fútbol (lo bueno, no toda la basura que lo rodea).

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Arquitectura

La ciudad tiene algunos edificios y puentes diseñados por reconocidos arquitectos contemporáneos, pero también edificios de otras épocas con estilos bien marcados y diferentes. Todos contribuyen a que sea un centro urbano llamativo desde ese punto de vista. Entre los primeros se encuentra el mencionado Museo Guggenheim, de Frank Gehry; el metro de Bilbao, diseñado por Norman Foster; el puente peatonal, de Santiago Calatrava (el mismo que diseñó el Puente de la Mujer, en Buenos Aires) y la Torre Iberdrola, de César Pelli (el mismo que diseñó las Torres Petronas de Kuala Lumpur). Entre los segundos se encuentra, por ejemplo, el Teatro Arriaga.
En el próximo post sobre Bilbao, les contamos y les mostramos más sobre la arquitectura de la ciudad, con fotos más lindas!

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LLuvia vasca

“Si la lluvia vasca los deja”, nos dijo un amigo al final de su mail cuando nos recomendó varios lugares para visitar en la región. Estuvimos en la ciudad alrededor de 20 días de los cuales la llamada “lluvia vasca” nos acompañó unos 15. Al principio nos quedábamos en la casa. Nos daba mucha vagancia salir con frío y llovizna, pero después nos dimos cuenta de que se iban a pasar los días sin conocer nada porque el tiempo no tenía muchas intenciones de cambiar. Además, muchos días eran imprevistos. Amanecía con un cielo gris oscuro y mucho viento, pero a las tres de la tarde se despejaba, ingresaban entre las nubes unos pocos rallos de sol y el viento se detenía como si un paredón transparente lo frenara. “Así es siempre el clima acá, bienvenidos a Bilbao“, nos decían las personas que nos cruzábamos en el camino.
Tan incorporado lo tienen que es común ver a las personas siempre con paraguas, que en todos los museos, grandes tiendas y universidades al ingresar haya una máquina con bolsas de nylon, en la que se coloca el paraguas y se retira envuelto en la bolsa para que las gotas de tantos paraguas no hagan un desastre.
Tan incorporado está que, como la ropa se cuelga desde las ventanas, los “tender” tienen una lona azul que hace las veces de techo y una transparente que rodea a la ropa para que no se moje con la llovizna o la humedad (algunos, como en la foto, también le ponen la bandera del athletic).

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Tan incorporado está que hasta la decoración de algunos edificios es con motivos “lluviosos”.

 

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Bares, pintxos y poteo

Conocer la gastronomía vasca implica disfrutar de los pintxos. En su origen, se le llamaba pintxo a una rebanada de pan con algún alimento encima (jamón, queso, pescado, tortilla, etcétera). Pero en la actualidad, los pintxos han cobrado un mayor protagonismo y hasta hay competencia anual entre los bares para saber cuál es el que ofrece los mejores. Algunos son más sencillos, como las porciones de tortilla de papas o una rodaja de jamón con aceitunas arriba. Otros, en cambio, son mucho más elaborados y “gourmet”. Se llaman pintxos porque el alimento que se colocaba sobre el pan se sujetaba con un palillo.
A diferencia de las tapas (principalmente, pequeñas porciones de queso, aceitunas o jamón) que se sirven de manera gratuita con una caña (cerveza) o copa de vino, por ejemplo, en Madrid, los pintxos no son gratis, sino que se pagan. Cuenta la tradición que hace muchos años, el largo del palillo señalaba el precio del pintxo. También, que el camarero contaba la cantidad de palillos que tenía cada comensal para cobrarle según la cantidad de pintxos que había comido. Pero al parecer, ninguna de estas tradiciones sigue en uso.
La costumbre vasca de ir de poteo implica ir de bar en bar bebiendo pequeños tragos de vino (chiquitos) o de cerveza (zuritos). El barrio tradicional para ir de poteo es Indautxu, pero la tradición se repite en todos los barrios. Una de las cosas que llamaron nuestra atención fue la cantidad de bares que hay en la ciudad. Hay cuadras en las que es posible contar hasta cinco bares, uno al lado del otro. En general, son locales pequeños, que no tienen mesas y que el foco de la escena está en la barra llena de pintxos. Las personas se quedan paradas al costado de la barra o de los barriles/mesas que suele haber en la calle y conversan animadamente mientras beben y comen unos pintxos.
Pueden conocer sobre los lugares recomendados para ir de pintxos en la web de turismo de la ciudad o, simplemente, probar todo lo que se interponga en el camino.

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El euskera y la oveja

El país vasco tiene dos idiomas oficiales: el castellano y el euskera. En Bilbao, casi todos los carteles están escritos en ambos idiomas. No es tan común ver avisos o propagandas solo en euskera. Pero en los pueblos vascos que visitamos nos llamó la atención la predominancia de este idioma por sobre el castellano. No solo en las publicidades o en los carteles informativos, sino en la calle. Escuchamos mucho más euskera que castellano. Alin, el chico rumano que jugó a la pelota con Tahiel nos contaba que en la escuela estudiaban los dos idiomas y que a la tarde, todas las disciplinas se dictaban en euskera. El lenguaje es uno de los elementos más fuertes de una cultura, por lo tanto es lógico la fuerza que toma el idioma vasco en la región. El sentimiento de “nacionalidad” hacia lo vasco se percibe en estas cosas: el idioma, el fútbol, la historia que te cuentan y la educación que reciben las nuevas generaciones. España es un país formado por culturas distintas y eso se siente en las fuertes tradiciones locales que uno encuentra en cada región. Lo sentimos en nuestro paso por Galicia, donde no pensábamos que lo íbamos a ver tan claro. “Es que el País Vasco y Cataluña son más fuertes y nosotros siempre fuimos de un perfil más bajo, pero acá nos sentimos gallegos, no españoles, aunque no lo exterioricemos tanto como ellos”, nos dice un amigo gallego mientras degustamos pulpo y ajíes asados en nuestra despedida de Santiago de Compostela.
Cuando llegamos a la casa del mago que nos alojó, Tahiel se volvió loco con las ovejas que decoraban la casa, desde calcomanías en el living e imanes en la heladera hasta peluches. La oveja es uno de los símbolos del país vasco por la gran cantidad de producción ovina que hay y, en la actualidad, se convirtió también en un objeto de sourvenir para los visitantes.

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Inmigrantes

Otra postal de Bilbao que nos quedó en la retina: muchos inmigrantes en las calles de la ciudad. Nosotros estábamos alojados en el barrio de Errekalde. Allí, parecía que se concentraban los inmigrantes y las personas adultas. Las plazas del barrio se llenaban de abuelos que paseaban lentamente con su bastón y su boina. Pero también había muchas familias africanas y latinoamericanas. A cinco cuadras de la casa donde estábamos había una peña boliviana en la que todos los fines de semana de mayo (sábado y domingo) se festejaba alguna comunión de algún miembro de la comunidad. A dos cuadras había un bar cubano donde todas las tardes se escuchaba música latina y los cubanos demostraban sus habilidades intactas para el baile más allá de estar lejos de la isla. A tres cuadras había una plaza con juegos para niños donde Tahiel iba a jugar casi todos los días y siempre compartía la pelota o el tobogán con algún chico africano. Al principio, pensábamos que en ese barrio se concentraban estas pequeñas comunidades, pero después de recorrer otros sitios de la ciudad nos dimos cuenta de que había inmigrantes en casi todos los barrios.
Siempre que presencio estas cosas me pregunto cómo se sentirán, cómo habrá sido la adaptación, cómo los habrán recibido, cómo habrán llegado a donde están, por qué, qué historias personales habrá detrás de cada migrante, de cada partida, de cada abrazo de despedida… me matan estos temas… algún día retomaré la escritura de lo que alguna vez comencé…

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En el próximo post les mostramos a Bilbao, desde el bus con fotos mucho más lindas de la ciudad. Si llegan a la ciudad y tienen ganas de tener una idea general de cómo es y qué lugares se pueden visitar, el recorrido en el bus turístico es de una hora los ayudará mucho.
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Bilbao en 7 impresiones (desde el euskera y la oveja hasta los pintxos y los inmigrantes)

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