¿Ha sucedido algo nuevo el 25 de mayo en las urnas españolas? Se venía hablando tiempo atrás de la inminente abstención que se cernía sobre la fecha fijada en el calendario como día de elecciones europeas. Se barruntaba que no se llegaría al 50% y se predicaba como un fracaso y demostración del desapego de la población con los políticos debido a motivos englobados en el concepto crisis. Quien daba la información como una novedad y quienes lo identifican como una reacción ante la crisis desconocían que los dos comicios anteriores tampoco se llegó al 50%, sin crisis por medio, más bien al contrario, en la máxima época de esplendor de lo que después se ha demostrado una economía artificial. En el año 2009 la participación fue del 44,9% y en el año 2004 del 45,14%. Con una participación del 45,84% en el 2014, vemos como es la mayor de los tres últimos procesos electorales, es decir, lo que el período de crisis ha supuesto para la abstención ha sido nada y en todo caso, una ligera disminución. El porcentaje de participación ha variado menos de un punto en los tres procesos celebrados en la última década mostrando que la participación ha sido casi invariable. En definitiva, ha sido absolutamente falsa la idea de relacionar abstención con la situación económica y que la crisis ha supuesto el desinterés de los ciudadanos por sus políticos y por la Unión Europea. Sin duda hay escaso interés pero obedece a razones estructurales y no coyunturales. Las otras dos citas electorales en las que sólo se elegía a los diputados europeos se celebraron en el año 1989 y en 1994. La participación fue del 54,71% y del 59,14% respectivamente. Sólo se ha superado el 60% cuando han coincidido con elecciones municipales o generales.
Tampoco se ha tocado techo en cuanto a las formaciones que han obtenido representación ya que en 1989 fueron once las candidaturas que obtuvieron al menos un escaño. Pudiera parecer que el pasado domingo con diez formaciones se hayan roto los registros y no ha sido así. Si ha habido un notable ascenso respecto a la dos convocatorias anteriores. En el 2009 fueron seis las candidaturas que obtuvieron representación y sólo cinco en el 2004 al igual que en 1994.
La novedad ha estado en el bipartidismo. PPSOE han sumado el 49,06% de los sufragios. Ni la mitad de los votos válidos emitidos. Porcentaje logrado sólo cinco años después de llegar al 80,90% y treinta y cinco puntos y medio menos que en el año 2004, donde se batió récord con el 84,67%. La cifra más baja anterior se produjo en 1989 con el 60,98%. Esos casi doce puntos menos que la peor – para ellos- marca histórica ha supuesto que por primera vez el ganador de unas elecciones europeas no alcance los veinte diputados y que el segundo rebaje la peor marca en un diputado (en 1989 el PP obtuvo 15 diputados). Este dato es muy relevante: el PP ha obtenido ganando las elecciones 16 diputados, uno más que su peor registro histórico en unas europeas. Quizás por eso nada hay que celebrar y que las sonrisas y posturitas de la noche electoral no son más que el engrandecimiento de una parte de la realidad y ocultación de la otra. Tan real como la victoria es que el PP ha cosechado el segundo peor resultado de su historia. Obvio que nunca antes se ganó con tan pocos votos. Cierto que el del PSOE ha sido el peor, quizás por eso han convocado congreso extraordinario sin dimisión alguna. Aquí nadie dimite. Se ha producido el segundo peor resultado histórico para el PP y el peor para el PSOE. El PP se ha dejado por el camino más de cuatro millones trescientos mil votos respecto a su techo europeo y el PSOE casi cuatro millones. Negar que el bipartidismo ha entrado en crisis parece tan irreal como considerar que no van a seguir siendo las fuerzas que gobiernen el país, aunque cada vez lo tendrán más complicado porque las fuerzas emergentes se refortalecerán con las mismas herramientas que proporciona el Estado a las formaciones políticas institucionalizadas.