En la actualidad esta sustancia de la que vamos a hablar, el Bisfenol A, es una de las que tiene peor fama. Usualmente abreviado como BPA, este compuesto orgánico está presente en muchos plásticos y aditivos que se utilizan para fabricarlos.
El bisfenol A es el principal componente del policarbonato, un plástico duro y transparente que se usa para fabricar un sinfín de artículos de consumo, como biberones, discos compactos, lentes para gafas y botellas de agua. El bisfenol A es también un componente básico de las resinas epoxi usadas para revestir el interior de latas de alimentos y bebidas.
Desgraciadamente, los enlaces químicos que unen estas moléculas largas pueden debilitarse con cierta facilidad. El agua caliente y los detergentes pueden provocar que se desprendan pequeñas cantidades de este compuesto.
Los científicos conocen desde la década de 1930 que el bisfenol A actúa como un estrógeno débil, lo que puede provocar dos tipos de interferencias en las conversaciones hormonales normales de cuerpo: o bien uniéndose a los receptores de los estrógenos de las células, o bien impidiendo que los estrógenos naturales más fuertes se comuniquen con las células. Cualquier de estas dos posibilidades puede afectar a la forma en la que el cuerpo usa y produce el estrógeno natural.
Este comportamiento del bisfenol A se debe a que se trata de un disruptor endocrino
Un disruptor endocrino es una sustancia química que interfiere en el funcionamiento de las glándulas endocrinas, que son los órganos responsables de la secreción de hormonas.
Diversos estudios científicos indican que los efectos del compuesto en células y en animales son similares a algunas enfermedades cada vez más frecuentes en las personas, como cáncer de mama, problemas cardiacos, diabetes tipo 2, obesidad y problemas neuroconductuales como la hiperactividad.
La investigación sobre el bisfenol A ha provocado múltiples controversias, en parte porque los supuestos efectos que se aprecian a dosis muy bajas no se manifiestan a dosis más altas, una contradicción absoluta de la famosa máxima de Paracelso. Sin embargo, esta contradicción tiene sentido si consideramos la sustancia química una hormona y no un veneno típico cuyos efectos tóxicos aumentan cuanto más prolongada es la exposición.
Por desgracia, es imposible que los consumidores sepan qué sustancias químicas están presentes en los plásticos que compran. A los fabricantes no suele exigírseles que incluyan una lista con los componentes de sus productos plásticos. Y dada la larga cadena de suministros desde polímero virgen hasta producto acabado, lo más probable es que no sepan que contienen las resinas plásticas que han usado.
Los códigos de las resinas que aparecen en los plásticos fueron concebidas para facilitar su reciclado y ofrecen una información muy limitada
Lo cierto es que no nos queremos mostrar alarmistas ante los peligros para nuestra salud de este tipo de compuestos químicos ya que la vida está repleta de riegos mucho más tangibles que los que hemos descrito. Algunos de nosotros hemos crecido con fumadores a nuestro alrededor y alguna vez hemos hablado por el móvil mientas conducíamos. En nuestras casas aparecen ciertos mohos dañinos y a veces se nos olvida ponernos filtros solares cuando nos exponemos al Sol. No obstante, es importante estar informados y evitar estos productos bajo sospecha siempre y cuando nos sea posible.
En un próximo artículo de ecointeligencia trataremos los controvertidos parabenos.
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