En mi crónica del IV BR’adic comenté que por cuestiones de tiempo solo había podido presenciar uno de los dos debates programados, “Blogs literarios: ¿libertad de expresión?”, que me había parecido muy interesante y diverso, y que quizás lo trajera al blog ya que mi opinión sobre varios de los temas que surgieron es algo diferente de las expresadas allí.
Esto, justamente, me propongo hacer a través de una serie de entradas; abordar un poco más en profundidad cuestiones relacionadas con la libertad de expresión y las implicaciones de administrar un blog literario en la actualidad.
Y voy a empezar por un tema que tiene que ver con la existencia misma de los blogs en un ciberespacio claramente dominado por las redes sociales; ¿han perdido interés, y por tanto, impacto, los blogs como forma de conectar con los lectores?
Una queja habitual entre los bloggers es que sus entradas reciben muchos menos comentarios por parte de los visitantes y que buena parte de ellos tienen lugar en las redes, principalmente en Facebook, cuando comparten la publicación en su perfil o página. Otra es que el número de seguidores no refleja la participación de los lectores en las entradas, participación que con el tiempo se ha vuelto oportunista (es el caso de los sorteos, por ejemplo).
Pienso que el meollo de la cuestión está en que las redes sociales han cambiado la forma en que interactuamos en internet. Los blogs y webs siguen siendo la forma principal de ofrecer información, pero buena parte de la interacción se ha trasladado a las redes por motivos que tienen que ver con cuestiones técnicas, de (calidad de) contenido y con la naturaleza misma de las redes sociales.
La primera razón que me viene a la mente es la facilidad/comodidad de uso de las redes. Los internautas somos especímenes muy cómodos y cada avance tecnológico riza el rizo en cuanto a darnos las cosas hechas. Desde el smartphone y las tabletas, la mayoría viajamos por el ciberespacio utilizando estos pequeños artilugios. Si has probado a dejar un comentario en un blog desde el móvil, sabes lo que es cabrearte como un babuino con el minúsculo teclado, con la función ‘autocompletar’ que escribe lo que le da la gana -en un entorno en el que la edición no es ni fácil ni cómoda- y con el sistema, que te obliga a iniciar sesión en tu cuenta de correo antes de grabar el comentario (¡pero solo te lo indica después de perderlo!). Las redes sociales más usadas tienen su propia app móvil, pensada para facilitar la interacción; compartir, comentar, dar me gusta, seguir a alguien o dejar de seguirlo… Todo sucede fácilmente, editas o suprimes en el momento, y todo con un clic. Así que si un artículo te gusta, lo compartes en tu red social favorita añadiendo algo de tu cosecha y listo. Es mucho más rápido y encima tiene ventajas extra de las que hablo más abajo.
Otra razón importante está relacionada con cómo vemos una página en el móvil o en la tableta. Los requisitos de navegabilidad son diferentes porque se trata de dispositivos específicos. De hecho, con la llegada de los móviles inteligentes, las páginas webs han tenido que optimizar sus formatos para hacerlos aptos a distintos tamaños de pantalla y evitar perder tráfico por esta cuestión. En los blogs se supone que la optimización sucede automáticamente, pero que sea más o menos navegable depende del administrador del sitio: la cantidad de widgets, dimensiones y peso de las imágenes (tanto de contenido como las temibles imágenes de cabecera que tardan lustros en cargar) y el uso de archivos de audio/vídeo marcan la diferencia entre un sitio navegable y otro que dejas por imposible. La cuestión es: si conseguir leer el artículo te ha costado siglos y un buen dolor de ojos, por más interesante que te haya parecido, ¿te plantearías prolongar la tortura dejándole un comentario?
Y hablando de artículos interesantes llegamos a la calidad del contenido. Es tan importante que se merece su propia entrada. En esta pasaré de puntillas diciendo que la generalización del acceso a internet y la cantidad de nuevos blogs/webs que surgen cada día pone sobre la mesa la cuestión de la competencia por nuestra atención y, en consecuencia, de la calidad del contenido que se ofrece. Lo he comentado aquí en otras ocasiones: tener un blog no convierte a su administrador en un blogger, mucho menos en uno bueno. Sin ir más lejos, tengo un blog (en realidad, más de uno) y no me considero una blogger. Ante la creciente oferta de contenidos que compiten por nuestro limitadísimo tiempo/atención, ganan los recursos que a) ofrezcan información de interés para el visitante, b) lo hagan de forma breve y atractiva, c) de manera innovadora y d) con frecuencia. Sí, es lo que imaginas; como todo en la vida, ‘bloguear’ de manera efectiva tiene su técnica. Ofrecer “más de lo mismo” es un pésimo negocio. Hoy más que nunca.
He dejado para el final el asunto de la naturaleza de las redes sociales y nuestra participación en ellas. Facilitan y estimulan desplazar el protagonismo de quien crea el contenido a quien lo comparte y allí reside, creo, uno de sus mayores atractivos. Poblamos nuestros perfiles con textos o imágenes que nos parecen divertidas, interesantes, controvertidas o simplemente bonitas, y generamos “conversación” con nuestros amigos y contactos en torno a ellas como lo haríamos en una cafetería, pero mucho mejor, con más alcance y más cómodamente. Y cada vez que lo hacemos, somos nosotros quienes asumimos el protagonismo, no el autor del artículo o el dueño de la imagen. Hacemos nuestro el debate, en nuestro propio territorio. Lo cual, dicho sea de paso, es mucho más fácil y atractivo que dejar un comentario en el blog cuyo enlace compartimos y que el debate lo modere otro. Prueba de ello es que la mayoría de lo que se publica en Facebook son imágenes y enlaces de terceros. Esa misma facilidad es la que explica que cuando un blogger comparte su última entrada en las redes, note de inmediato que los comentarios que recibe suceden en la red social y no en su blog.
Las cosas cambian y la blogosfera no escapa a esta realidad. Blogs y webs siguen siendo la forma por excelencia de ofrecer información en internet, pero en un horizonte superpoblado captar la atención del internauta es una labor cada vez más ardua, ya no hablemos de conservarla. Hoy el interés de un artículo, de los contenidos en general de un blog o de una web, no viene solo determinado por el número de seguidores o la cantidad de comentarios que genera in situ, sino, muy especialmente, por la difusión que los visitantes hacen del mismo cada vez que lo comparten a través de sus perfiles sociales.
Más sobre el tema en próximas entradas.