Autodestructivos, así siguen Boca y River, en una tendencia que no encuentra frenos. No es noticia que pierdan; en todo caso, lo sería que ganen. Ortega amagó con pintar algo diferente en el cuadro millonario -Mauro Díaz también ilusionó-, pero duró un tiempo y después se desdibujó, dando como resultado el mismo River perdedor de siempre, sin línea alguna y con jugadores despojados de lozanía para modificar una situación adversa. Los jugadores de Boca entraron directamente al Cementerio de los Elefantes a jugar para mostrarle el camino de salida a Abel Alves -una vez más- o detonar la primera decisión límite de Ameal en su gestión.
Astrada es sostenido por la mano de Passarella y nadie más. El Káiser no piensa darle salida y confía en él para seguir al frente de esta misión caótica. Que Abel Alves siga en el cargo escapa a casi toda lógica posible. No se puede dirigir con los jugadores en contra. Javier García, el elegido para reemplazar a Abbondanzieri por su bajo nivel, fue el nuevo cambio del mismo Alves, quien ya no sabe qué botón tocar en este cortocircuito. Da lo mismo un Colón encendido como el que goleó 3-0 a Boca -la fatalitie de Bonilla fue el broche de oro- o un Newell´s con los argumentos menos que justos como el que ganó 1-0 en el Monumental.