El movimiento que marcó el arte contemporáneo en los años 60 en Italia y luego en el mundo, el arte povera, llega a la Tate Modern a través de uno de sus representantes más ilustres por haberse convertido en su hijo pródigo. Se trata de Allighiero Boetti (1940-1994) y su exhibición Plan de juego, su primera muestra en solitario en Londres.
Allí expone la simpleza preciosa de su técnica en la que aplica materiales industriales asociados con el boom industrial que vivió por esos años de auge económico la ciudad de Torino, sede de la Fiat.
La muestra a su paso por el museo español Reina Sofía
Su trabajo mezcla las preocupaciones sociales de los 60s con sus viajes frecuentes a Etiopía, Guatemal y Afghanistán. Entre 1971 y 1970 vivió en un hotel de Kabul creó un proyecto artístico consistente en inmensos bordados, entre los que se encuentra quizá su serie de obras más famosas, Mappa, mapas del mundo en los cuales cada país se representaba en la plano con su bandera preciosamente bordada.
Las obras más destacadas de la muestra consisten en su irónico autorretrato de 1993 y algunas otras obras sorprendentes, pioneras de su arte industrial y aparentemente pobre, por la reducción de recursos, rico por el despliegue de un imaginario frondoso que fue más allá de los hierros oxidados.