Revista Opinión

Boko Haram, de la predicación al terrorismo

Publicado el 27 noviembre 2014 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

 “Cualquiera que no esté gobernado según las enseñanzas de Alá se encuentra entre los transgresores”. Esta cita coránica es la razón de ser del grupo yihadista nigeriano Boko Haram, cuyo nombre, vagamente traducido, significa “la educación occidental es pecado”.  Lo que empezó siendo un grupo de predicadores salafistas se ha convertido en una de las organizaciones terroristas más violentas del planeta, instalando el temor en el pueblo nigeriano y forzando a su presidente a proclamar el estado de emergencia. Sin embargo, el pulso de los yihadistas a un ejército ineficaz continúa, así como la actitud desafiante del grupo ante el creciente rechazo que provocan en la comunidad internacional. 

Orígenes e ideología 

La aparición de Boko Haram y su desarrollo se explican atendiendo a las circunstancias socioeconómicas que marcan Nigeria, un país de contrastes. Y es que, a pesar de haberse convertido en la primera economía de África, más de cincuenta millones de nigerianos sufren pobreza extrema, lo que convierte al país en uno de los más desiguales del mundo. Junto a ello, en términos religioso-culturales, Nigeria es un país fragmentado en dos zonas claramente diferenciables: por un lado encontramos el  próspero sur cristiano, rico en petróleo y que abarca las dos ciudades más importantes: el centro económico, Lagos, y la capital, Abuja;  por otro, el norte musulmán, tradicionalmente marginado y extremadamente pobre. Las rivalidades y disputas entre el norte y el sur han sido una constante en el país desde que éste alcanzara su independencia en 1960, y unidas a las luchas interétnicas y comunales, han hecho de Nigeria un país siempre convulso.

Nigeria división sharía
A principios de nuestro siglo, para satisfacer las reivindicaciones del norte, el gobierno nigeriano permitió que los estados federados de mayoría musulmana se rigiesen por la Sharía o ley islámica, que ha estado vigente, aunque de forma moderada, en doce estados desde entonces (en el mapa, los de color azul). Sin embargo, lo que parecía una medida conciliadora pronto se convirtió en abono para el radicalismo, auspiciado por el apoyo externo, basado en donaciones de otros países islámicos a menudo para la construcción de mezquitas y madrazas.

Fue en la capital de uno de esos estados norteños, Maiduguri, en Borno, donde un carismático clérigo llamado Mohamed Yusuf fundó el grupo Boko Haram en 2002 –por entonces con el nombre de Compañeros del Profeta-, que aunaba a musulmanes frustrados por la pobreza y la falta de servicios básicos en su región. En su mayoría, el grupo se componía  -y se compone- de jóvenes que veían en la yihad una vía de escape a su resentimiento, agravado además por la extendida corrupción gubernamental que aún sigue sacudiendo Nigeria y los abusos por parte de los cuerpos de seguridad del estado. 

De hecho, la organización creada por Yusuf nació como denuncia a lo que según él era un gobierno corrupto compuesto por falsos musulmanes. Así, Yusuf y sus seguidores fueron extendiéndose a lo largo de las regiones colindantes buscando apoyos en su empeño por dotar a los musulmanes nigerianos de un verdadero gobierno islámico. En concreto, Boko Haram centraba su cometido en la predicación del islam más rigorista, basándose en la educación islámica como única plausible, frente a la occidental perturbadora. No es de extrañar, pues, que entre los militantes llamen a su grupo Jama’atu Ahlis Sunna Lidda’awati Wal-Jihad, “gente comprometida con la enseñanza del Profeta y la Yihad”. 

Cabe precisar que en sus orígenes Boko Haram no era una organización violenta, y de hecho su primer golpe data de 2009, siete años después de su creación. El camino a la radicalización fue gradual, en unos años en los que se recrudecían los enfrentamientos esporádicos entre sectas radicales musulmanas contra cristianos y animistas. Conforme crecían en número de integrantes, también lo hacían en influencia, y sus objetivos cada vez eran más ambiciosos.  Lo que comenzó siendo un rechazo al gobierno regional y la educación occidental, acabó convirtiéndose en el rechazo de toda actividad social o política asociada a la sociedad occidental, lo que incluye vestir pantalones o camisetas, votar en elecciones o por supuesto, recibir educación secular. Y como fin último, el grupo creado por Yusuf persigue, desde 2009, la implantación de un estado islámico regido por la sharía en toda Nigeria, lo que supondría el derrocamiento del sistema político vigente. La ausencia de vocación internacional, hasta el momento, ha sido uno de los rasgos que diferencian a Boko Haram de otros grupos yihadistas como Al-Qaeda o Estado Islámico, aunque sus recientes incursiones en Camerún hacen temer que su actividad se propague en los países vecinos. 

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El punto de inflexión en el devenir de la organización tuvo lugar en julio de 2009. La severa aplicación de una ley para utilizar el casco en motocicletas sirvió de pretexto para iniciar una serie de altercados entre Boko Haram y la policía. El grupo islamista provocó disturbios por  los estados de Bauchi, Yobe y Borno, incluyendo el asalto a comisarías de policías y provocando decenas de muertos.

Como respuesta, la intervención del ejército dejó cientos de muertos y desaparecidos y el gobierno ordenó el arresto de setecientos miembros de Boko Haram, de los que docenas de ellos fueron ejecutados sin juicio previo. Entre éstos, se encontraba el líder Mohammed Yusuf (fotografía de la derecha), cuya ejecución ilegal, negada por la policía, fue difundida en video. A partir de entonces, Yusuf se convirtió en el principal mártir de una organización que pasaría a estar movida por la sed de venganza y la ira contra el gobierno represor. 

Organización interna

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Con la muerte de Yusuf el gobierno anunció la erradicación de Boko Haram. Sin embargo, el grupo yihadista no tardaría ni un año en volver a la actividad y lo haría más fuerte que nunca, demostrando una extraordinaria capacidad de regeneración de la mano del nuevo líder, Abubakar Shekau (fotografía de la izquierda). Y eso a pesar de que Boko Haram es un grupo muy difuso, y que no en vano, ya ha sufrido varias escisiones. Parece ser que Shekau es el líder visible de la organización, pero no el único. De hecho, éste se sirve de otros líderes que están por debajo de él en rango para que sus órdenes lleguen a las esferas más bajas de Boko Haram, con las que apenas tiene contacto directo. El resultado de esta estructura descentralizada es la existencia de varias células con distintas áreas de actuación que mantienen entre sí una cierta coordinación, así como la desorientación e ineficacia de los cuerpos de seguridad nigerianos, que han demostrado su incompetencia dando erróneamente por muerto a Shekau en varias ocasiones. 

Apoyo externo, financiación y armamento 

Sin el apoyo exterior recibido desde su creación, y muy especialmente desde que se transformaran en una organización violenta, Boko Haram difícilmente gozaría de una magnitud relevante hoy en día. El grupo nigeriano no ha escondido sus afinidades con Al-Qaeda, y concretamente, se nutre de la red Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) que merodea por el Sahel, principal responsable de la dinamización del yihadismo en Nigeria. De hecho, AQMI ha provisto de armamento y financiación a Boko Haram y dotado de entrenamiento a sus combatientes en el norte de Mali. Junto a los recursos nada despreciables obtenidos de esta organización, Boko Haram consigue financiarse mediante las donaciones de sus simpatizantes, actividades ilegales como robos y el tráfico de drogas, y en menor medida, el dinero recaudado a raíz de los secuestros cometidos. 

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En cuanto a su arsenal, la organización nigeriana se ha suministrado a través de varias fuentes con las que ha ido adquiriendo una sofisticación en su armamento acorde al desarrollo de la propia organización y el incremento de su dimensión. En primer lugar, las armas robadas en asaltos a sedes policiales y militares. Cabe resaltar en este punto las firmes sospechas de la existencia en las filas del propio ejército nigeriano de infiltrados de Boko Haram que facilitarían los saqueos, y el frecuente recurso de disfrazarse de militar –o policía- para pasar desapercibido. Junto a ello, otra fuente de aprovisionamiento de arsenal es el contrabando. En este aspecto, dos guerras han dinamizado el jugoso mercado negro armamentístico en África, permitiendo a Boko Haram sacar tajada: la revuelta en Libia y la guerra civil en la República Central Africana. En el caso libio, tras la caída de Gadafi buena parte del arsenal rebelde acabó en manos de las redes terroristas ubicadas en el Sahel, y Boko  Haram también logró su parte del botín. 

Modus operandi y acciones más destacadas

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Tras el comentado primer choque con el ejército en 2009, el grupo iba a volver a retomar la actividad terrorista de manera decidida y continuada un año después. En estos cinco años de violencia, el grupo ha cometido atentados de muy diversa naturaleza, combinando ataques tanto a civiles como a cuerpos de seguridad del estado, realizados de manera individual o, más frecuentemente, en grandes grupos de hasta trescientos integrantes. La mayoría de estos ataques, sin embargo, no ha atraído la atención de los medios de comunicación occidentales, y solo recientemente, a raíz del secuestro de más de doscientas jóvenes en Chibok, se ha extendido la voz de alarma en el primer mundo. Es preciso destacar que la organización yihadista conoce bien tanto sus límites como sus fortalezas. Sabedores de la asimetría de fuerzas que marca su enfrentamiento contra el ejército nigeriano, su macabra estrategia se centra en atacar objetivos estratégicos que causen miedo e inseguridad en la población, a lo que también ayuda, dicho sea de paso, una creciente sofisticación en el uso de la comunicación como táctica intimidatoria. En este aspecto, en línea con otros grupos yihadistas como Estado Islámico, Boko Haram sube vídeos en internet con cierta frecuencia para que sus desafiantes comunicados den la vuelta al mundo. 

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Uno de sus ataques más frecuentes ha sido el asalto a centros penitenciarios, que tienen como  objetivo la liberación de presos de la propia organización. De los más emblemáticos fue el primer ataque bajo el liderazgo de Shekau, en septiembre de 2010, en el que consiguieron liberar a setecientos presos tras asaltar la cárcel del estado de Bauchi. Meses más tarde, en la navidad de ese mismo año, Boko Haram centró sus ataques contra iglesias, un objetivo que también se convertiría en frecuente. En este caso, más de medio centenar de cristianos murieron en la ciudad de Jos a causa de explosivos. En 2011 llegaría el primer atentado suicida, otra de las técnicas más recurrentes del grupo islamista. Se produjo en junio, y sería además en la capital, Abuja, y el objetivo, una jefatura de policía. Varias personas murieron en el ataque.

También en la capital, dos meses después, otro atentado suicida sobre sedes de la ONU dejaría más de una veintena de muertos. En noviembre, sería el noreste quien volvería a sufrir la atrocidad del grupo. Más de cien personas murieron en una serie de ataques en tres estados distintos, que incluyeron el estallido de explosivos en iglesias, ataques a mercados y asaltos a oficinas del ejército y la policía. La situación no cambiaría en 2012, que comenzó con varios ataques en el estado de Kano a edificios policiales y militares dejando más de doscientos muertos, y terminaría con repetidos atentados suicidas a iglesias que se cobraron la vida de decenas de fieles. A mediados de año, Boko Haram realizaría en julio su primer ataque a una mezquita en la ciudad que le vio nacer, Maiduguri, y no sería la última. Los ataques a musulmanes moderados o a aquellos que simplemente no comparten su causa, son una constante en el modus operandi de la organización.

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 A principios de 2013, se le atribuye a Boko Haram su primer secuestro de extranjeros. Lo sufriría una familia francesa, liberada dos meses después, en respuesta a la intervención del ejército francés en Mali. No obstante, el autor del secuestro nunca fue esclarecido. También han sido numerosos y particularmente despiadados los ataques a escuelas seculares y a residencias de estudiantes, para el grupo símbolos de la sociedad occidental, que se han cobrado la vida de cientos de jóvenes. Como ejemplo, entre septiembre y octubre de 2013  los islamistas realizaron dos ataques, uno a un colegio en el estado de Yobe y otro a una residencia de estudiantes en la ciudad de Mubi. Más de ochenta estudiantes fueron asesinados. 

Estado de emergencia 

El incremento en número y ferocidad de los ataques llevó al presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, a declarar el estado de emergencia en los tres estados federados del noreste del país, epicentros de la actividad de Boko Haram: Adamawa, Borno y Yobe. “Las tropas tienen órdenes de llevar a cabo todas las acciones necesarias dentro del ámbito de sus reglas de compromiso para poner fin a la impunidad de los insurgentes y terroristas”, proclamó Jonathan. La medida incluyó un incremento sustancial de la presencia de las fuerzas de seguridad en estos estados, algo que, lejos de mejorar la situación, no ha hecho sino recrudecer el conflicto. Por un lado, los abusos y la violación de derechos  humanos por parte del ejército se han multiplicado, incluyendo secuestros y encarcelaciones a familiares de yihadistas, torturas o ejecuciones extrajudiciales. Por otro, los terroristas han abandonado las incursiones hacia el sur del país y han centrado su actividad en los tres estados del noreste, luchando por la contención de un territorio del que dicen controlar numerosas aldeas y varias ciudades de mayor relevancia.

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Los golpes asestados por el ejército hasta ahora se han basado en la eliminación de yihadistas en redadas y la encarcelación de centenares de ellos. En respuesta, Boko Haram ha explotado un recurso que hasta entonces era poco habitual: los secuestros como medida de presión. En ellos, retienen a población civil – normalmente mujeres jóvenes- para pedir la excarcelación de presos del grupo y de familiares. El más mediático, sin duda, el secuestro a más de doscientas estudiantes cristianas adolescentes en la ciudad de Chibok, en abril de 2014. Se sabe que las jóvenes han sido forzadas a convertirse al Islam, obligadas a contraer matrimonio con integrantes del grupo y que han sufrido agresiones sexuales.  Más de medio año después, la inmensa mayoría siguen como rehenes. Este acto provocó reacciones en el mundo entero y la campaña #bringbackourgirls, que aún continúa, fue apoyada por personalidades de todo tipo en occidente. En respuesta, un desafiante Abubakar Shekau subió a la red un vídeo mofándose de la iniciativa occidental, e instando al gobierno a que le devuelvan su ejército (encarcelados): “Jonathan, bring back our army” exclamaba el líder en tono jocoso.

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La primera dama de EEUU, Michelle Obama, pidiendo la liberación de las jóvenes secuestradas

Además de los secuestros, el reclutamiento de niños combatientes, las redadas a aldeas, los enfrentamientos con el ejército, los ataques a iglesias, mercados y colegios se han multiplicado en estos últimos meses, lo que está haciendo estragos en la población civil. El terrorismo, además de dejar miles de muertos, está provocando el éxodo de la población de los estados nororientales a los países vecinos. Así, según datos de ACNUR, en Camerún se contabilizan alrededor de 44.000 refugiados nigerianos, cifra que asciende a 100.000 en el caso de Níger. Otros se han desplazado hasta Chad, donde se estima que hay unos 1.500 nigerianos. En el caso de los desplazados internos, entre dos y tres millones de personas han tenido que abandonar sus casas para buscar un lugar más seguro dentro del propio país, víctimas del miedo hacia un grupo que llega a amenazar de muerte a aquellos ciudadanos que no quieran unirse a su causa.  

El pasado 17 de octubre el ejército nigeriano anunció un alto al fuego tan sorprendente como ficticio, que no tardó en ser desmentido por Boko Haram. Por su parte, el presidente, Goodluck Jonathan, de religión cristiana y objetivo de Boko Haram, anunció el 11 de noviembre que se presentaría para la reelección en los comicios presidenciales de 2015, algo que no habrá sentado muy bien en el seno del grupo yihadista. El fiasco del alto al fuego y el anuncio del presidente parece que podría alentar a la organización a intensificar la violencia, considerando que en el corto lapso de tiempo desde que se anunciara la falsa paz hasta la publicación de este artículo, Boko Haram ha asegurado haberse hecho con la ciudad de Chibok y más de doscientas personas han muerto en ataques de la organización terrorista.


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