Piscinita limpia, ya en casa
Siento hablar siempre de cacas pero es que ayer mi hija se superó a sí misma.
Algunas tardes Lorena, una puericultora titulada, me ayuda con los niños y nos acompaña de 17h a 20h. Cuando se trata de entretener a los niños, a Lorena le gusta complicarse la vida, y como a mí me sucede lo mismo, nos retroalimentamos hasta convertir los paseos en cruzadas.
Ayer decidimos ir a la playa. Una llevaba la sillita doble con los niños, toallas, merienda, mudas y pañales y la otra transportaba en sus propios lomos la moto de juguete, una piscinita a medio hinchar y rastrillos varios para la arena.
Ya en el paseo marítimo, mientras sudábamos la gota gorda, bajamos a mi hija de la sillita:
—¿Quieres ir en la moto, cielo? — le pregunto a Julia.
—¡NO! —su cara es de total indignación.
—¡Mira qué chulo, mira cómo va Mamá en ella! —me monto como Gulliver en la moto liliputiense y hago que disfruto —¿De verdad que no quieres?
—¡NO, a moto a Santi!
Le hacemos caso y subimos a Santi un poquito. Él nos premia con unas carcajadas que nos motivan para acarrear el conglomerado de niños, juguetes y toallas hasta una zona con sombra y suelo de madera (mi hija no soporta la arena).
Empiezo a llenar la piscinita transportando agua desde las duchas con una botella de plástico. Julia, que ya lleva el bikini, se mete. Lorena espera junto a ella con Santi en brazos, que golpea el aire con uno de los rastrillos.
Cuando llego con la 5ª botella de agua, la cara de Lorena es un poema. Veo a Julia en la piscina rodeada de bolitas de caca flotando a su alrededor. El niño berrea para amenizar el ambiente.
Aunque la gente mira, vacío el contenido de la piscina y del bikini en la tierra de un árbol cercano y llevo a la niña toa cagá a las duchas. Como que nos retroalimentamos para complicarnos la vida, decidimos volver a llenar la piscina y Julia hace lo propio y se vuelve a cagar en ella.
Por fin, al tercer intento, el agua permanece cristalina y podemos jugar con los niños un ratín.