Diego Tatián coordinó la mesa que contó con la presencia intermitente de Ricardo Forster.
“No se trata de imitar moldes, sino de compartir experiencias” aclaró Álvaro García Linera en sintonía con lo que minutos atrás había dicho Iñigo Errejón Galván de Podemos, y en relación con el nombre de la mesa -América latina y Europa en espejo- de la que también participaron Ignacio Ramonet y de manera acotada Ricardo Forster. Al final de la primera jornada del Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad, el vicepresidente de Bolivia se refirió a las enseñanzas que nuestra región le lega al viejo continente, en especial a los jóvenes dirigentes al frente de la agrupación española y de la griega Syriza.
En su exposición, el compañero de fórmula de Evo Morales retomó conceptos que desarrolló en su discurso de enero pasado, cuando asumió el mandato 2015-2020. Por un lado reivindicó la noción “democracia plebeya” que, a diferencia de las “democracias fósiles”, trasciende la formalidad electoral y se ejerce “en las fábricas, en las calles, en las plazas”. Por otro lado, resaltó la importancia del “comunitarismo” como condición sine qua non para asegurar la continuidad de un cambio verdaderamente revolucionario.
“No tienen autoridad moral” dijo García Linera de las derechas de Estados Unidos y Europa.
García Linera también se tomó un buen momento para desmenuzar la “aparente contradicción” entre las nociones de Estado y Autonomía y los peligros que esta dictomía encierra para las nuevas izquierdas: en un extremo, la concentración monopólica y la burocratización del ejercicio de poder; en el otro una fragmentación de la esfera pública a partir del cultivo exacerbado de las iniciativas privadas. De ahí la recomendación de “crear Estado y Sociedad” al mismo tiempo y en forma articulada.
“Los procesos revolucionarios sólo pueden surgir si la gente cree que es posible luchar”, dijo el funcionario boliviano tras advertir que ni la pobreza ni el malestar generan emancipación per se. “La voluntad y la esperanza constituyen el principio”, agregó, “luego es necesario crear un régimen económico, estable, redistribuidor”.
El vicepresidente de Evo mencionó a Venezuela al principio y al final de su presentación. Primero para expresar su solidaridad con Nicolás Maduro y el pueblo venezolano, tras las declaraciones de Barack Obama sobre el presunto peligro que el país caribeño representa para la seguridad de los Estados Unidos. En este punto, el dirigente boliviano sostuvo que las derechas estadounidense y europeas “no tienen autoridad moral” para erigirse en defensoras de ningún valor, cuando son sus gobiernos los que transgreden todas las normas de convivencia internacional. “Ustedes son y han sido un peligro para los pueblos latinoamericanos”, acusó.
Ramonet también se solidarizó con Venezuela.
En segundo lugar, García Linera recordó a Venezuela como la nación que encabezó el proceso de cambio en Latinoamérica. “Si la tocan, se juega el destino de toda la región”, advirtió en sintonía con la introducción del primer expositor de la mesa, Ignacio Ramonet.
El periodista español contó dieciséis años desde la toma de posesión de Hugo Chávez, “cuyo espíritu nos habita”, y la definió como el puntapié inicial de la transformación que emprendió parte de América latina. “La experiencia de los países cuyos gobiernos presentan una alternativa contra el neoliberalismo fue ratificada por los electores” apuntó antes de denunciar los “ataques de un nuevo tipo” que las potencias organizan contra la eventual prolongación de este ciclo progresista en Brasil, Argentina, Bolivia, Venezuela.
En este sentido recordó que “los proyectos populares de Paraguay y Honduras son los únicos dos que han fracasado”. No fue por falta de respaldo electoral, sino porque los centros de poder consiguieron derrocar a Fernando Lugo y Manuel Zelaya, explicó.
En referencia a estos mismos poderes fácticos, Ramonet afirmó que la crisis financiera de 2008 “no se ha terminado porque no quieren que se termine”. “Dirigentes como Obama y Hollande pilotean sus aviones al servicio de los intereses financieros. De ahí las terapias de choque que en Europa sufren los pueblos griego, español, italiano, portugués”.
El director de Le Monde Diplomatique en español definió a las corporaciones medáticas como la “herramienta dócil del sistema financiero”. Hoy sus agentes recurren al aparato comunicacional para extender la “satanización que comenzó en tiempos de Fidel (Castro)” a los líderes y a los pueblos que hoy se niegan a acatar las exigencias del statu quo. “Tenemos que resistir y venceremos” proclamó a modo de conclusión.
Para Errejón, la experiencia latinoamericana es referente histórico de Podemos.
Después de Ramonet, tomó la palabra Errejón, que cautivó al público presente, en especial a Hebe Bonafini y demás Madres de Plaza de Mayo que lo miraban arrobadas desde la primera fila del Teatro Cervantes (¿mientras recordaban a sus hijos?). Sin nombrarlo, el segundo de Podemos le rindió tributo a Chávez cuando dijo que la agrupación española “no sería posible sin los quince años que ya transitó América latina”.
“Cuando decimos América latina y Europa en espejo, no estamos diciendo calco ni copia. Venimos al sur a intercambiar ideas” agregó antes de ofrecer un panorama de la realidad política española cuyo origen situó en la elaboración de la Constitución de 1978 tras el proceso de transición democrática post-franquismo. Con verborragia cuativante, Iñigo se refirió a una “crisis orgánica”, al “proceso de descomposición de las élites que aceleran el uso patrimonial de las instituciones públicas”, a la “ruptura del acuerdo social por parte de los sectores privilegiados que accedieron a integrar un entramado mafioso”.
“A diferencia de lo que sucedió en Latinoamérica, en España hay una crisis de régimen, no de Estado”. De ahí la necesidad de construir una nueva voluntad popular y de “librar disputas electorales de tal manera que nada vuelva a ser lo mismo”. Se trata de una “tarea de formación política que consiste en construir un pueblo con sentido de soberanía” y que va más allá del ciclo de movilización política cuyo punto más álgido fue el 15M (por la manifestación de indignados el 15 de mayo de 2011) pero que no conmovió al gobierno de Mariano Rajoy.