Los parlamentarios españoles han facilitado la tarea al periodismo de investigación y los diarios se hacen hoy eco con profusión de titulares de los inmuebles y patrimonio declarado de sus señorías. Está publicado en la web del Congreso (paciencia, que sigue colapsada por el alto número de visitas). Hay de todo, como en todo vecindario, pero no cabe duda de que, en su mayoría, la clase política es, en realidad, una clase bienestante. No pido que los políticos sean unos pobres de solemnidad ahogados por la hipoteca, aunque su situación económica emborrona su percepción sobre la magnitud de la tragedia.
El Longchamp de la canciller alemana, 310 €. (Foto: Reuters)
También habrían actuado de otra manera desde el inicio de la crisis: notándola, por ejemplo. Con la tranquilidad que da saber que se va a disfrutar de la pensión máxima con carácter vitalicio tras siete años de parlamentario, se entiende que resulte difícil la empatía con el ciudadano medio y más aún con un parado, independientemente de si es reciente o de larga duración, ya que sólo influye que la prestación en este último caso se ha acabado o está a punto, pero la angustia sobre el futuro es idéntica. Difícil, por no decir imposible, el encuentro, el compromiso y la confianza mutua, cuando los políticos siguen empeñados en mantener la rivalidad entre izquierda y derecha. En la práctica, la lucha es de clases. La derecha y la izquierda, mezcladas y dando tumbos dentro del bolso de Angela Merkel, hace tiempo que perdieron el contacto con el ciudadano, más cerca de la caja de cartón para la mudanza.
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