Editorial Planeta Biblioteca del
Sur. 237 páginas. 1ª edición de 1993.
Ya he comentado en el blog cuatro
obras de Elvio E. Gandolfo (Mendoza,
Argentina, 1947), autor que no se había editado en España hasta que la editorial Periférica sacó en 2011 su libro Dos
mujeres, formado por dos novelas cortas, que aparecieron originalmente
en Argentina en 1992. Tras leer esta quinta obra, Boomerang, su única
novela, me sigue pareciendo raro que la publicación de autores del otro lado
del Atlántico no se dé en España de una forma más fluida.
También he comentado en el blog
que gracias a internet he trabado una pequeña amistad a distancia con Gandolfo,
quien de vez en cuando me envía al correo electrónico algún documento Word con un
artículo que escribió, en algún momento del pasado (cuando Philip K. Dick aún estaba vivo, por ejemplo), para algún medio
argentino, y que guarda relación con alguna entrada que yo he colgado en el
blog; o me cuenta una anécdota de un escritor hispanoamericano del que he
comentado algo, al que conoció en persona; o bien me envía alguno de sus nuevos
cuentos. Un tipo simpático, en definitiva.
Después de comprar Dos mujeres en la cuesta de Moyano,
busqué más libros suyos en internet, y ya he contado en el blog cómo encontré
alguno más en las librerías madrileñas que importan libros desde
Hispanoamérica. A finales de 2012 volví a rastrear Iberlibro (la interesante
página de las librerías de segunda mano) y apareció un nuevo título: Boomerang, su única novela, que quedó
finalista del Premio Planeta Biblioteca del Sur en 1993. La vendían en una
librería de segunda mano llamada Tikva
Books, ubicada en la calle Cartagena, que no me sonaba de nada. Pero allí
que fui durante las vacaciones de Navidad. Era una librería nueva de libros
viejos, recién inaugurada, con las puertas abiertas de par en par y la
dependienta con abrigo y guantes, qué frío. Además de Boomerang me acabé comprando dos libros más de autores
hispanoamericanos que aún no he leído (ya hablaré de ellos).
Boomerang está publicada en 1993 y sitúa su acción (inicialmente,
porque ésta es una novela que propone un viaje) en el Buenos Aires de
principios de los 90. Iván Garré es un joven de veinticinco años (quizás a
punto de cumplir veintiséis) que trabaja en un banco; entró allí junto a su
amigo Tony cuando ambos tenían veintiún años. Los dos son apreciados en el
banco por su dominio de los sistemas informáticos de la empresa. La informática
es una de sus pasiones, además del mundo del rock y el de las películas
norteamericanas. Como si de un juego se tratase, Garré ha estado transfiriendo
dinero desde el banco a una cuenta ficticia, a la que sólo él tiene acceso.
Después de dos años de un lento goteo, la novela comienza el día en que Garré
decide rajarse (largarse en jerga
bonaerense) con el dinero, que supera los 50.000 dólares. Sale a la calle,
acude a la sucursal donde está el dinero y presenta su documento falso de
identidad. Le dan los dólares y debe moverse. Va a cruzar a la vecina orilla, a
Uruguay. En el puerto, esperando el aliscafo
(el ferry, en jerga bonaerense), se fija en una bella mujer que se va a
convertir en su compañera de viaje en Uruguay; un viaje que comienza en Colonia
del Sacramento, sigue en Montevideo y llevará a los personajes hasta Parque del
Plata y Punta del Este.
Quizás el párrafo clave de la
novela sea uno que he señalado en la página 147: “Qué escena patética, piensa
Garré. Si Tony ve una cosa como ésta, se muere. Parecía una imbécil película
francesa o italiana, que los dos odiaban, pero que a veces sacaban para ver en
vídeo y burlarse: nada era claro, lo cómico se mezclaba a lo dramático, y había
una sobrecarga de cosas cotidianas, de las cosas ‘como son en la vida’. Mierda,
sabía muy bien que él y Tony querían otra cosa de la vida, las cosas que se
veían en las películas y las historietas norteamericanas”.
Más de un elemento compositivo
nos conduce a entender la mitomanía de Garré por el idealizado mundo
norteamericano: continuamente está mascando chicles de menta, pero sólo compra
de marcas norteamericanas –cuyo sabor es más intenso–, y las situaciones a las
que se enfrenta las suele interpretar a ritmo de rock; en su cabeza aparecen
cortas líneas en inglés con el ritmo de una canción rock que embellece su
realidad; por ejemplo: “Garré is going
underground”, cuando se acerca en metro a la sucursal donde ha transferido
el dinero robado; o cuando ve en el puerto a la chica que se va a convertir en
su compañera en la huida: “The Uruguayan
girl / the Uruguayan girl”, “I met
her standing by ther river” (pág. 28).
Para contribuir a crear el efecto
de que el lector se encuentra dentro de la película norteamericana con la que
Garré sueña, Gandolfo titula a todos los capítulos de la novela con palabras
inglesas: Uno LOOPING, Dos ZAPPING, Tres SHOPPING, Cuatro PING, Cinco CAMPING,
Seis PONG, Siete BOWLING, Ocho LIFTING, Nueve SWING, Diez TRAVELLING, Once
FINISH.
Decía antes que pensaba que el
señalado en la página 147 era el párrafo clave de la novela, porque a pesar de
que Garré quiere situarse dentro de una película norteamericana, su aventura
parece conducirle más bien al escenario de una de esas estúpidas películas
francesas o italianas que él y su amigo Tony odian, donde lo cómico se mezcla
con lo dramático, como en la vida real, igual que en la vida de Garré. Por
esto, creo que es pertinente señalar que el título inglés de los capítulos de
la novela, así como el de la novela misma, acaba siendo irónico; si eres de
aquí, de Buenos Aires o de Montevideo, parece decirle Gandolfo a sus personajes
y al lector, no vas a poder vivir en una película norteamericana.
El lenguaje de la novela, además
de ese juego irónico que tiene con el inglés, es profundamente argentino; es
más, tiene una profunda vocación de lenguaje oral bonaerense. De hecho,
Gandolfo usa aquí continuamente una construcción lingüística que no había visto
nunca en un libro argentino: “Volvió al escritorio, al “nicho”, como le decían
con Tony” (pág. 9); “Se entremezclan éxitos recientes, algunos de los cuales
tienen con Tony en compact”, o en la misma página 188: “Con Tony tienen grabado
en video el episodio de Nick Nolte”. Esa expresión (“Con Tony tienen”), que
equivaldría a “Tony y él tienen” en español de la península, y que achaco al
habla oral bonaerense, me chocaba al principio.
La novela está contada en tercera
persona de una forma muy ágil, muy fluida; irónica en el tratamiento de los
clichés cinematográficos norteamericanos
(chico-que-huye-de-la-ley-conoce-a-bella-chica-con-un-secreto), con intensas
descripciones de lugares y personas. Aunque también hay dos capítulos donde Gandolfo
se recrea en un juego formal: en los capítulos Cuatro y Seis (titulados
estratégicamente PING y PONG) se reproduce un diálogo, pero en uno sólo podemos
leer lo que dice ella; en el otro (que reproduce otro diálogo) sólo podremos
leer lo que dice él (si no recuerdo mal este juego ya lo había visto en Manuel Puig).
Durante la novela, Garré se
debatirá entre el posible amor que le brinda la bella joven que acaba de
conocer y la evocación y añoranza de su gran amigo Tony. No quiero contar la
conclusión de la novela, que lógicamente acaba más como una imbécil película
europea que como una norteamericana.
Me ha gustado Boomerang. Me ha pasado con ella algo
parecido a lo que me ocurrió con Dos Crímenes
de Jorge Ibargüengoitia hace unas semanas: que sé que hay otros escritores
hispanoamericanos más ambiciosos, con juegos formales más importantes, con
capacidad para adentrarse en los entresijos del poder de forma más contundente;
pero en novelas de aparente liviandad como Dos
crímenes o Boomerang uno también
se acerca a una época concreta de los países tratados (en este caso México y
Argentina) y recupera además el puro goce de leer una historia entretenida y
bien trazada.
Vuelvo a reivindicar la
publicación de la obra de Elvio E. Gandolfo en España.