Día tras día, desde hace una semana, aparecen datos que confirman las graves negligencias cometidas por el Ayuntamiento de Madrid en la gestión del Madrid Arena.
Queda bien claro, tras los informes periciales presentados por la policía al juez, que la empresa promotora de la fiesta cumplió gravemente sus acuerdos contractuales, sobrepasando el aforo de una manera aberrante y poniendo en riesgo gravemente a miles de personas que acudieron al evento.
Sin duda alguna, los responsables de la empresa deberán asumir sus responsabilidades civiles y penales por el accidente ocurrido, pero lo que es indudable es la existencia de una responsabilidad del Ayuntamiento en la dejación del control y seguimiento de las actividades que allí se realizaban (¿Alguien pone la mano en el fuego que fue la primera actividad con exceso de aforo?) y por alquilar una instalación que no estaba preparada para el uso posterior, con la advertencia técnica de los incumplimientos en materia de seguridad que allí se daban y para colmo de remate, con la contratación de neonazis como responsables de seguridad.
La gestión de la crisis, después del primer momento desconcertante donde Botella se pone en plan Scarlett O’Hara y se pone a decir poco menos que a Dios pone como testigo que nunca más volverá a alquilar instalaciones para fiestuquis, ha saltado por los aires con la noticia del momento spá familiar en businnes class. La imagen de frivolidad que queda es apabullante con una alcaldesa disfrutando de las burbujas de una piscina en un hotel de lujo mientras el drama se había cernido en una instalación municipal.
Apabullante y vergonzante.
Es por todo esto por lo que creo que en el Ayuntamiento de Madrid alguien ha de asumir la responsabilidad política. Las cosas no se han hecho bien desde esa administración y ha habido un grave accidente con víctimas mortales. Es hora de conjugar el verbo dimitir.
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