Hablando de fenómenos mediáticos, precisamente desde que descubrí y seguí otro de ellos, la serie Perdidos de JJ Abrams y compañía, no me había sentido tan enganchado, emocionado, identificado y entusiasmado con una serie de televisión, y eso que la ficción serializada me encanta y me fascina por las infinitas posibilidades que ofrece como medio. Comencé a ver Breaking Bad cuando se estrenó en 2008, si bien la mezcla de comedia negra y género negro del piloto no me fascinó y no me impulsó a seguir viendo la serie. Varias temporadas después, animado por las recomendaciones y elogios que la serie recibía, decidí darle otra oportunidad, y entonces descubrí un mundo nuevo y quedé maravillado ante una historia rica, sorprendente y profunda.
Con medios que ya les gustaría tener a muchas de las películas actuales, da la sensación de que Breaking Bad podría tratarse de la serie que perfectamente podrían haber realizado los hermanos Coen por el cuidado a los detalles y el mensaje de su historia. En ella, se nos presenta a Walter White, un inteligente profesor de instituto que se ve reprimido por su entorno, su familia y sus amigos, y por lo que la sociedad del éxito y del consumo espera de él. Esto, sumado a las casualidades del destino, que siempre juegan un papel fundamental en la serie, llevan a Walt a adentrarse en el camino del crimen y usar su talento para "cocinar" la metanfetamina más pura del mercado, que distribuirá con la ayuda de Jesse Pinkman, con quien establecerá una compleja relación paternofilial de múltiples lecturas durante toda la serie.
A lo largo de sus cinco temporadas, presenciaremos los entresijos del submundo criminal de Albuquerque, las condiciones en que viven los adictos a la metanfetamina, la violencia de los cárteles mexicanos que operan a ambos lados de la frontera, el funcionamiento de los despachos de la DEA, y un profundo drama familiar en la línea de la mejor ficción estadounidense. Todo ello siempre acompañado por la evolución de Walter White y de su alter ego criminal, Heisenberg, quien experimenta un desarrollo similar al del protagonista de una de las mejores películas de la historia: el de Michael Corleone en El Padrino (no en vano, la serie contiene varios homenajes a la obra magna de Francis Ford Coppola). Así, Breaking Bad nos mostrará hasta qué punto es capaz de llegar un sencillo hombre inteligente con el fin de demostrar a los demás y sobre todo a sí mismo su valía, componiendo así un personaje ambiguo que camina sobre la delgada frontera entre la heroicidad y la villanía.
Vince Gilligan, el creador de la serie, ha contado con un equipo de lujo, empezando por los guionistas, que han sabido desarrollar la trama de forma comedida pero constante y coherente, manteniendo siempre la tensión ante las posibilidades de lo que fuera a suceder; y pasando por los directores (entre los que se encuentra el gran Rian Johnson, autor de Looper entre otras películas), la fotografía de Michael Slovis o la cuidada selección de canciones para la banda sonora, que incluye temas siempre adecuados a las circunstancias como Catch Yer Own Train, Crystal Blue Sensation, o la reveladora canción de cierre, Baby Blue. Y, por supuesto, hay que mencionar al reparto, siempre acertado y aportando pliegues al carácter de los personajes que interpretan los inolvidables Dean Norris, Betsy Brandt, Giancarlo Esposito, Bob Odenkirk, Jonathan Banks, Anna Gunn, Aaron Paul (uno de los descubrimientos de la serie, sin duda), y, por encima de todos, Bryan Cranston, que ofrece una interpretación sentida y prodigiosa como Walter White que le hace merecedor de los todos los halagos posibles, ¿quién esperaba algo así del padre de Malcolm?
Llegó la hora de despedirnos de Breaking Bad tras un cierre perfecto que ata los cabos sueltos y es fiel al tono general de la serie, sin que nada se les vaya de las manos a sus responsables. Quedan para el recuerdo momentos irrepetibles como el enfrentamiento contra Tuco, las fanfarronerías de Hank, el primer laboratorio en el interior de una vieja autocaravana, la muerte de Jane, la llegada de los gemelos asesinos, las reuniones en los Pollos Hermanos, la canción de Gale, los consejos de Saul Goodman, la infidelidad y las dudas de Skyler, el pulso de poder contra Gus Fring (uno de los villanos más terroríficos y mejor construidos de la televisión), las lecciones de Mike Ehrmantraut, el cártel de Don Eladio, la venganza del tío Salamanca, los negocios con Todd y los neonazis, y el fin del imperio de Heisenberg.
Mientras disfrutamos de otras series de televisión y esperamos el estreno de alguna que llegue a semejantes niveles de calidad, sólo nos queda dar las gracias a Breaking Bad y a sus creadores por esta joya que nos ha cautivado y ha alimentado nuestra imaginación durante cinco temporadas. Hasta siempre, Heisenberg. Hasta siempre, Walter White. Hasta siempre, Breaking Bad.
Recordad su nombre.
Ficha de la serie.