Revista Cine
Aprovechamos el inminente estreno de la muy esperada El consejero (The counselor), con un reparto de lujo encabezado por el hombre de moda Michael Fassbender, actor del momento, acompañado de Penélope Cruz, Javier Bardem, Cameron Díaz y Brad Pitt, para proponer un recorrido por la extensa filmografía de su autor, un ya muy veterano Ridley Scott, nacido en Gran Bretaña pero que ha hecho carrera en Hollywood, al igual que su hermano Tony, ya tristemente desaparecido. Considerado un artesano (en el mejor sentido del término) del cine americano, capaz de lo mejor cuando está inspirado pero también de realizar muchas mediocridades. Con un fuerte apego por el feminismo (Alien, Thelma y Louise, La teniente O'Neal), sus cintas suelen sorprender por, como mínimo, su estruendoso visualismo. Como siempre, omitiré las películas que no he visto. No queda bonito ni profesional, pero es lo que hay y nadie dijo nunca que este blog fuera ni una cosa ni la otra, jejejeje.
- Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979): icono incontestable del cine fantástico moderno (en su variante de horror puro y duro). Icono popular, resulta arrebatadora visualmente hablando (típico en su autor por otra parte), lo que narra (una nave perdida en el espacio habitada, por accidente, por algo más que sus tripulantes) lo narra con una precisión y un suspense arrebatadores (los planos por la nave son míticos). Sencillamente perfecta, convirtió a su protagonista femenina (Sigourney Weaver) en la primera heroína de la historia del cine contemporáneo, ya totalmente encumbrado como tal en una no inferior, pero distinta, segunda parte, ya no realizada por Scott, sino por James Cameron, que dotó de un Rambo-style al asunto.
- Blade runner (1982): emblema del fantástico mezclado con la filosofía y la metafísica, goza de un incluso mayor (e inmerecido en mi opinión) prestigio que la películilla del bicho comentada justo arriba. Según se levante uno puede verse hoy en día como un ataque a la política de inmigración de muchos países. Visualmente de nuevo insuperable, encumbró a Harrison Ford como gran estrella (aunque ya lo era gracias a Star wars). Tanto esta como su anterior Alien elevaron a su autor a la categoría, no ya de maestro, pero sí al menos de influyente cineasta, un estatus que no siempre logró mantener.
- La sombra del testigo (Someone to watch over me, 1987): thriller flojo a más no poder con toques de romance protagonizado por el entonces (y sólo entonces) de moda Tom Berenger (Platoon y tal), la también entonces (y también sólo) de moda Mimi Rogers (era la pareja de un emergente Tom Cruise), donde el primero es un policía que debe proteger a la segunda, testigo ocular de un asesinato. Irremediablemente el pájaro se enamorará de la susodicha, lo que le costará el divorcio. De lo más predecible y convencional filmado nunca por Scott, no destaca ni por su poder visual, que ya es decir. Viene a ser como una especie de ensayo para la también mediocre aunque infinitamente más popular El guardaespaldas (The bodyguard, Mick Jackson, 1992)
- Black rain (1989): mucho más acertada incursión, esta vez, de Scott en el policíaco, con un muy interesante thriller que bebe de la gran Yakuza (Sidney Pollack, 1974), uno de los títulos de mayor estima de los 70, pero al que Scott supo imprimir su propio estilo (la ciudad japonesa de Osaka recuerda a los escenarios futuristas de Blade runner). Narra la historia de dos policías norteamericanos (el ya consagrado Michael Douglas y el ascendente Andy García) que deben escoltar a una figura del hampa japonés a su país de origen para ser encarcelado allí, pero que una vez en aquél país se les escapará y tendrán que quedarse allí a capturarlo. Con escenas muy bien rodadas como la del parking, constituyó una redención para Scott tras los tropiezos consecutivos de Legend y La sombra del testigo. De una resolución formal sobresaliente.
- Thelma y Louise (Thelma & Louise, 1991): emblema del feminismo pero, por encima de todo, una buena película, aunque el tiempo quizás la ha tratado un poco mal, y un emblema del subgénero de las road movies. Cuenta cómo se rebelan dos mujeres (Susan Sarandon y la hoy olvidada Geena Davis), compañeras de trabajo y muy distintas entre sí, contra todo lo que tenga que ver con los hombres (jefes, maridos, policías, etc.). El final a día de hoy aún no se sabe si es feliz o triste, y de ahí reside su grandeza, ya que es un plano ciertamente impactante y sobrecogedor.
- 1492: la conquista del paraíso (1492: conquest of paradise. 1992): ambiciosísima, y con unas pretensiones mucho mayores de las que realmente cumplió, recreación del descubrimiento de América por parte de Cristóbar Colón, encarnado éste por el cargante Gérard Dépardieu, con Sigourney Weaver (prota de la saga Alien) como Isabel I. Resultó un fracaso comercial comparable sólo al de La puerta del cielo (Heaven's gate, Michael Cimino, 1980), que acabó con el Nuevo Hollywood. Como anécdota recordar que sirvió para conmemorar el 500 aniversario del descubrimiento de dichas tierras. Le costó recuperarse a Scott (no lo lograría hasta el nuevo milenio con Gladiator, pese a que siguió dirigiendo). Aún con todo, a ratos se deja ver.
- Tormenta blanca (White squall, 1996): como La sombra del testigo, resulta un título (casi) olvidado dentro de la carrera de Scott, una aventura de supervivencia y superación que tan bien se le dan a la industria norteamericana del entretenimiento, basado, para mayor épica, en un hecho real (el casi naufragio de un barco dirigido por aprendices de marineros liderados por Jeff Bridges como el capitán y padre espiritual de todos ellos y destacando a un joven Ryan Phillipe). Perfecta para una tarde de domingo sin nada que hacer, busca la lágrima fácil y el efectismo barato en un no menos barato heroicismo. Lo dicho, de lo más discreto de Scott, aunque más tarde realizaría tonterías que nada (a priori, ya que no la he visto, pero da esa impresión) tenían que ver con un cineasta de su estilo, como Un buen año (A good year, 2006).
- La teniente O'Neil (G. I. Jane, 1997): ciertamente atrevida propuesta de acción por parte de Scott debido a su contenido (de nuevo feminista, con una trama acerca de la primera mujer- Demi Moore- en un cuerpo de élite del ejército- con un entrenamiento que parece ser ni el mejor Iron Man del mundo puede superar luchando contra todos los prejuicios y machismo habidos y por haber). Se deja ver pese a su desesperante previsibilidad gracias la pericia de Scott en las escenas de acción (último acto, que parece copiado de Top Gun, de su hermano Tony, cuando deben inventarse un conflicto, digamos, real, para que salga a relucir toda la épica que ha estado hibernando durante todo el filme), su estilo visual una vez más y el score de Trevor Jones. Como anécdota, resaltar que ese mismo año, se estrenó la cuarta parte de su original Alien (la más floja con diferencia, ya que Alien 3 está empezando a reivindicarse, por mucho que su autor, David Fincher, siga renegando de ella), donde Segourney Weaver lucía el mismo corte de pelo que Moore aquí (o sea, rapado al cero). Pese a que gusta si uno/a es fan del cine de acción, está muy lejos de lo mejor que puede ofrecer Scott.
- Hannibal (2000): Scott volvería a la primera división del estamento cinematográfico con esta esperadísima secuoela de El silencio de los corderos (The silence of the lambs, Jonathan Demme), aquél thriller con asesino en serie que abrió las puertas a un subgénero que estuvo pariendo hijas y primas durante toda la década de los 90 y del que enseguida afirmaron "a mí no me lían en esto" dos de los principales artífices de aquél exitoso filme, como fueron Demme y Jodie Foster, y ni falta que hizo, pues los resultados hablan por sí solos. Gracias a Dios Anthony Hopkins sí que estuvo en la película, que era el principal atractivo, y Juliane Moore suplió con creces la baja de Foster. Dirigida con un talento que no se le reconocía a Scott desde los tiempos de Alien y Blade runner, ésta es, para quién esto firma, una de esas secuelas totalmente diferentes a la fuente original y que sin embargo adquieren una personalidad propia, acabando por superarla. Sádica a más no poder (la famosa escena del cerebro de Ray Liotta, por no mencionar las insuperables apariciones de un irreconocible Gary Oldman), resulta un festival bastante gore, pese a que realmente no cuenta ninguna historia, sólo cuenta las andanzas de los personajes. Pero la elegancia con la que filma Scott suple cualquier pero que se le pueda poner a la función. Desgraciadamente, su posterior continuación (El dragón rojo) fue un asco.
- Gladiator (2000): las buenas sensaciones que Scott dio con Hannibal las confirmó con este oscarizado (premio medio cantado, ya que real y únicamente competía con Traffic, otra excelente y didáctica película) regreso al peplum (para el que no esté familiarizado con el término, el cine de romanos) resucitándolo como se merecía desde los tiempos de Ben-Hur, con el que el cineasta británico volvió a la Liga de Oro. Una banda sonora espectacular de Hans Zimmer ayudó, pero esta épica historia de traiciones e intrigas en los últimos tiempos de la Roma dominada por los césares y los festejos con luchas entre gladiadores mereció todos los premios que ganó, pese al poco gancho y el menos talento que tenía y siempre ha tenido como actor, Russell Crowe. Resulta un espectáculo admirable en el que destacan por encima de todo las sobresalientes escenas de lucha en el brillantemente recreado coliseo romano
- Black hawk down (2002): Scott se alió con Jerry Bruckheimer, mecenas del cine de acción, quien ya había colaborado con su hermano en varias (Top gun, Marea roja, Enemigo público) y plausibles ocasiones (las dos últimas), para adentrarse en este actioner bélico resuelto de forma igualmente admirable aunque un poco lioso (ningún personaje acaba adoptando un rol verdaderamente protagonista, pese a la enjundia de su elenco), sobre un negro episodio de la presidencia de Bill Clinton, en el cual se narra una misión de un comando del ejército americano estacionado en una Somalia en plena guerra civil a principios de los 90. Lo que debía ser una misión en plan entrar y salir pim pam pum se alargó casi un día, jornada en la cual hubieron muchas más bajas humanas de las necesarias, tanto por parte de un bando como del otro. Pese a la debilidad de la historia, el efectismo visual de Scott salva la función (con creces) una vez más, rozando la brillantez por momentos.
- Los impostores (Matchstick men, 2003): especie de entretenimiento de entreguerras para Scott después de sus últimas y mastodónticas producciones antes de adentrarse en la también monumental (atendiendo a su coste de producción) aunque fallida El reino de los cielos, sobre una pareja de timadores (el carismático Nicolas Cage y Sam Rockwell) y la hija del primero, que pone los planes de la pareja patas arriba. Mitad comedia, mitad drama y aderezada con toques de thriller, su mayor interés reside en la pedazo de interpretación que ofrece Cage y en su fotografía. Por lo demás, un simple encargo que podría haber realizado cualquiera, aunque me resultó en su momento una agradable sorpresa: entretiene bastante bien, al ser una peli de timadores nunca sabes dónde puede haber un giro en la trama y, además, el guión resulta admirable dado el material del que se disponía.
- El reino de los cielos (Kingdom of heaven, 2005): esperadísima, ambiciosísima y muy fallida recreación de las Cruzadas y la Guerra Santa. Un fracaso absoluto, al menos a nivel artístico y un palo para todos los fans de esa época en el cine. A Scott le pasó lo mismo que con 1492. El protagonista masculino (Orlando Bloom, un guaperas totalmente inexpresivo y falto de garra y talento) tampoco ayudó. Uno de esos casos en el que ni un diseño de producción espectacular (la época está brillantemente recreada) salva la película. Tampoco los secundarios de tronío (Edward Norton y Liam Neeson) aportan nada. Además, le falta épica por todos los lados (toda la que le sobraba a Gladiator). Cuando uno/a la ve tiene la sensación de que no se ha perdido nada. Es más, incluso diría que siente que le han engañado.
- American gangster (2007): un proyecto largamente esperado, titulado inicialmente Tru blu (así se llama la droga que vende el protagonista) que cayó en manos de, primero, Brian de Palma (el cartel final de la película recuerda horrores al de su El precio del poder), rebotando en Antoine Fuqua (autor de Training day, cuya trama giraba acerca de la corrupción policial, uno de los grandes temas, si no el principal, de la película) y que finalmente acabó, sorprendemente, en manos de Scott, nada acostumbrado a esta clase de relatos. Bautizada desde incluso antes de empezar a rodarla como el Scarface negro o El padrino del Harlem, narra las historias paralelas (y reales) del gángster afroamericano Frank Lucas (Denzel Washington), que se hizo de oro (mediante la complacencia de bastantes miembros de los departamentos policiales de la ciudad) en el Nueva York de los años 70 transportando heroína en los ataúdes de los cadáveres de los soldados norteamericanos caídos en acto de servicio en la guerra de Vietnam, y del incorruptible Elliot Ness de turno (Russell Crowe) un incorruptible agente de la ley que no cesó hasta darle caza. La historia sorprende (al final se harán amigos y Lucas ayudará al otro a destapar toda la corrupción de la policía, así como a conseguir condenas para otros criminales). No fue la gran película de gángsters que prometía (tampoco es una mierda, ni mucho menos), pero donde realmente da el do de pecho y tiene muchísimo interés es como homenaje al policíaco de los años 70, en estética y temática (Serpico, El príncipe de la ciudad y otras muchas). Nunca sabremos qué habría salido de las mentes de los otros dos directores a los que se les ofreció el proyecto (harto interesantes ambos).
- Red de mentiras (Body of lies, 2008): thriller de espionaje y engaños protagonizado por Di Caprio y Russell Crowe (que a estas alturas ya se había convertido en el actor fetiche de Scott, y aún faltaría por llegar Robin Hood y quién sabe cuántas más, aunque parece que ahora le ha dado por Michael Fassbender, un actor mucho mejor por otra parte, como Di Caprio). El propio Di Caprio le echa voluntad, pero de donde no hay no se puede sacar. Sirve para pasar el rato pero hace aguas por todos lados. Técnicamente y visualmente nada que reprocharle a Scott, pero fracasa en todo lo demás.
- Robin Hood (2009): esperada, ambiciosa (cómo no) nueva y ciertamente aburrida adaptación del mito popular de la cultura británica empeñado en robar a los ricos para dárselo a los pobres. Nada que resaltar, salvo su poder visual y su recreación de la época. El resto brilla por su ausencia. Ofrece mucho menos de lo que prometía. Se queda a años luz de, por ejemplo, Braveheart (Mel Gibson, 1995).
- Prometheus (2012): aquí Scott volvió a lucir gran parte del talento que demostró con sus obras más aclamadas, volviendo al universo Alien (la protagonista femenina es el héroe y hay una especie de robot humano, además de que la estructura sigue las convenciones de aquél clásico) con una historia de verdad acojonante y sobrecogedora (unos exploradores descubre pruebas sobre los orígenes ¿extraterrestres? de la Humanidad, lo que les lleva a un viaje a los confines más recónditos del universo. Allí, tendrán que luchar por salvar el futuro de la especie humana. Intérpretes del momento (Michael Fassbender, Noomi Rapace, Charlize Theron), un guión fascinante (rozando la metafísica: sí, suena a 2001) y un estilo visual cómo siempre arrebatador en su autor, confluyen en una redención artística para Scott, que ya veremos si confirma con sus nuevos proyectos, empezando por esta El consejero (The counselor), con el propio Fassbender interpretando a un abogado avaricioso que busca cómo ganar dinero fácil iniciándose en el tráfico de drogas.
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