" Lo que llamamos realidad no es otra cosa más que el cúmulo de percepciones que tenemos sobre el caos que nos rodea; la ficción es una de las formas de darle sentido a ese caos para poder entenderlo. En ese sentido, la dramaturgia es más real que la propia realidad ".
Ilya CazesDurante el periodo precolombino existió un teatro encaminado a rituales ceremoniales y religiosos, del cual quedan -si acaso- muy pocos registros.
En la época colonial, los conquistadores y los sacerdotes católicos, recurrieron al teatro para terminar de someter y evangelizar a los pueblos originarios, empleando para ello autos sacramentales, de donde derivan las pastorelas, tradición que a la fecha perdura y que se representan en fechas decembrinas. Las pastorelas son historias simples, frecuentemente en tono de comedia, donde se enfrentan el bien y el mal; el bien está representado por los pastores que van a adorar al recién nacido Jesús y en su trayecto, lleno de peripecias, se ven tentados por Luzbel
En ese periodo, la Nueva España vio nacer a Juan Ruiz de Alarcón, autor de "La verdad sospechosa", así como a una de las primeras dramaturgas del mundo, la erudita Juana de Asbaje, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz. Es un hito en la historia, ya que se trata de una mujer y de una súbdita de una colonia, esto en un tiempo donde las féminas estaban destinadas únicamente a casarse y tener hijos. Sor Juana se opone y rebela a ese destino y elige la vida conventual a fin de estudiar y escribir. Para su época, la Décima Musa sobresale en el firmamento de la dramaturgia y la poesía, sin tener parangón alguno en México ni en el resto del orbe. Escribió autos sacramentales, pero sus obras de teatro más conocidas son "Los empeños de una casa", "Amor es más laberinto", entre otras.
Previo a la independencia y en años posteriores, los gobiernos edifican grandes teatros en las principales ciudades del país, donde se montan obras de autores españoles y zarzuelas; esto se prolongó hasta principios del siglo XX en plena dictadura de Porfirio Díaz.
A fines del porfiriato y durante la revolución mexicana florecen las revistas musicales -también llamado "teatro frívolo"- donde se distinguen las tiples y actrices María Conesa, Esperanza Iris, Lupe Vélez y Virginia Fábregas. Algunas de ellas se vuelven empresarias y adquieren o construyen sus propios teatros.
Ya en plena revolución y en años venideros, surge un teatro popular llamado de Carpa, esto debido a que se llevaba a cabo en carpas desmontables, algunas de las cuales se establecieron posteriormente en locales fijos. Se trataba de revistas teatrales, divididas por "tandas", donde figuraban cantantes, bailarines e invariablemente sketches cómicos o fársicos cuya finalidad -casi siempre- era la sátira social y muchas veces una sutil crítica política. De ahí surgieron célebres comediantes como Mario Moreno " Cantinflas" y el más sagaz de todos, Jesús Martínez " Palillo ". Debido a la represión gubernamental, "Palillo" fue enviado varias veces a prisión debido a las referencias o críticas que hacía a conocidos políticos o personalidades de su época.
En el periodo postrevolucionario, en 1928, la mecenas Antonieta Rivas Mercado funda el Teatro Ulises al lado de otros jóvenes artistas que -a la postre- tendrían grandes repercusiones en el ámbito cultural como los escritores Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, el director Celestino Gorostiza y las actrices Clementina Otero e Isabela Corona, entre otros. Con la finalidad de romper con el vetusto teatro que se representaba, a fin de renovar la escena y dar a conocer el teatro moderno de la época, se montaron obras de August Strindberg, Eugene O'Neill, Jean Cocteau, Henrik Ibsen, Luigi Pirandello, por mencionar algunos. Fue un experimento breve pero que dio pie al nacimiento del teatro moderno mexicano. Poco después, Celestino Gorostiza y Julio Bracho, quien sería más conocido como director y productor cinematográfico, fundarían el Teatro Orientación.
En la década de los años 50 inicia la carrera de grandes dramaturgos; encabeza la lista Rodolfo Usigli, autor de obras como "El Gesticulador", "Corona de sombra", "Corona de fuego" y "Corona de luz". Asimismo sobresalen los ya reconocidos Salvador Novo y Xavier Villaurritia, junto a los jóvenes Emilio Carballido, Sergio Magaña, Luisa Josefina Hernández, E lena Garro, Luis G. Basurto y Rafael Solana muchos de los cuales abordan en sus textos la vida capitalina y provinciana del país; la mayoría de los autores plasma un contraste con la maniquea y melodramática visión que el cine mostraba de una supuesta realidad nacional.
En años posteriores, surgen las plumas de Vicente Leñero y Víctor Hugo Rascón Banda, quienes se adentran en el teatro político y periodístico, así como de crítica y denuncia sociales. Junto a ellos también destacan Jorge Ibargüengoitia, Hugo Argüelles, Wilebaldo López, Héctor Azar, Carlos Olmos, Óscar Liera, Jesús González Dávila, Héctor Mendoza, José Ramón Enríquez, Alejandro Licona, Tomás Urtusástegui y Sabina Berman, quienes escriben un teatro cada vez más actual, vanguardista, abordando temas más arriesgados en fondo y forma. Algunos de ellos fueron maestros de varios de los dramaturgos y dramaturgas actuales.
En la década del 70, el actor, director y escritor Julián Pastor incursiona en el teatro-cabaret dando pie a que, posteriormente, surgiera un movimiento de cabareteros que a la fecha persiste. En los años 90, Jesusa Rodríguez y su esposa Liliana Felipe fundan el teatro-bar El Hábito montando espectáculos de aguda crítica política. A la par, el restaurante La Bodega crea El Bataclán, abriendo sus puertas a espectáculos cabareteros. Suben a diversos escenarios actores como Tito Vasconcelos, los shows de Felipe Nájera y Darío T. Pie (cada uno con su propia caracterización como María Félix), las cantantes Astrid Hadad y Regina Orozco, y grupos como Las Hijas de Safo y Las Reinas Chulas; estas últimas responsables de transformar El Hábito en el teatro-bar El Vicio y de crear el Festival Internacional de Cabaret.
Hoy por hoy existe un apogeo en la dramaturgia nacional, en parte debido al sistema de becas del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes); es por ello que existen los dramaturgos del régimen, respaldados por las instituciones oficiales, y otros que se abren paso de manera independiente.
Asimismo hay que recalcar que muchos de ellos residen en provincia, dato relevante porque en antaño la mayoría de los autores eran originarios de la capital mexicana, y aquellos que no lo eran, solían trasladarse a esta para dar a conocer y desempeñar su trabajo.
Actualmente, entre los autores más destacados se encuentran David Olguín, Cutberto López, Alejandro Ricaño, Edgar Chías, Luis Mario Moncada, Ilya Cazes, Edgar Álvarez Estrada, Enrique Olmos de Ita, Martín López Brie, Teófilo Guerrero, Jorge Celaya, Antonio Zúñiga, Rafael Martínez, Diego Álvarez Robledo, José Alberto Gallardo, David Gaitán, Saúl Enríquez, Jorge Fábregas, Juan Ríos, Daniel Serrano, Gibrán Portela, Sergio Galindo, Alejandro Román, Mario Cantú Toscano, Xavier Villanova, Hugo Wirth, Alberto Castillo, Luis Ayhllón, Benjamín Gavarre, Luis Artagnan, Ángel Hernández, Francisco Olivie, Juan Carlos Vives, Vidal Medina y Luis Enrique Ortiz Monasterio.
Es importante enfatizar que hay un incremento sin precedentes de dramaturgas entre las que sobresalen Berta Hiriart, Gabriela Ynclán, Estela Leñero, Conchi León, Verónica Musalem, Tristana Landeros, Verónica Maldonado, Bea Carmina, Camila Villegas, Carmina Narro, Ximena Escalante, Leonor Azcárate, Silvia Peláez, Elizabeth Zárate, Amaranta Leyva, Eleonora Luna, Alejandra Trigueros, Myriam Orva, Elena Guiochins, entre otras. Ellas y ellos abordan temáticas, géneros y estilos diversos que van desde el teatro para niños hasta el cabaret, pasando por el documental, teatro histórico, el realismo mágico, el posdrama y la narraturgia. Además algunos se dedican a dar talleres, así como al ensayo y a la crítica teatral, y a todos se les encuentra en la página web de Dramaturgia Mexicana.