Revista Comunicación

Broncano, presidente

Publicado el 03 febrero 2018 por Felipe @azulmanchego

Broncano, presidente

Foto: cadenaser.com

ADORO LA RADIO. Esto no es ningún secreto; tampoco una extravagancia, le pasa a mucha gente. Trabajo en ella desde hace ya tanto tiempo que, más que laboral, mantengo con ella una relación de afecto difícilmente sustituible. Una convivencia duradera que no me ha hecho perder, más bien al contrario, las ganas de seguir conectado a un medio tan necesario e insustituible.

La radio, bien es cierto, libra una dura y sana disputa con otros formatos, singularmente los periódicos y la tele, pelea en la que más recientemente han irrumpido como un ciclón las redes sociales. Y ante esa imparable pujanza de lo digital, la radio necesita reinventar sus contenidos y establecer nuevas alianzas. Para seguir conectada a los oyentes ―su razón de ser―, para batirse el cobre peleando para llegar antes y mejor con las noticias, para seguir tocando, definitiva, el corazón de la gente.Y ahí es donde entran en acción personajes como el genial presentador de televisión y humorista David Broncano, colaborador del gran Javier del Pino ―uno de los periodistas radiofónicos con mayor talento― en A vivir que son dos días desde 2012. Su brillante e imparable trayectoria arrancó en 2008 en el No somos nadie de M-80. Como es bien sabido, Broncano además dirige y presenta La vida moderna (LVM), junto Ignatius Farray y Quequé, en su cuarta temporada ya, también en la Cadena SER. Y esto, por no citar su impresionante y muy celebrada trayectoria televisiva (La Resistencia, Loco Mundo, Late motiv, El club de la comedia, Ilustres ignorantes, Alguien tenía que decirlo, UAU!…).El caso es que la exitosa fórmula del “Mesías de Jaén”,  está obrando el milagro de acercar la gente joven a la radio. Y esto me parece algo digno de mención y elogio en un medio tan necesitado de savia nueva para garantizar su propia supervivencia. Quiero pensar que muchos de los jóvenes que se están acercando a la radio gracias, entre otros, a Broncano, se acabarán encariñando con el medio y, en algún momento, escucharán otros contenidos. Si en el humor, donde parecía todo inventado, han encontrado la tecla para enganchar a tantos, quiero pensar que no todo está perdido y que la radiodifusión española sabrá encontrar la forma de renovar sus programas e informativos para que pueda gozar del vigor y la relevancia que tuvo en otras épocas, cuando ni los periódicos ni la tele le hacían sombra.Antes de que la radiodifusión pueda prosperar a través de internet, y de que la radio digital terrestre –la eterna revolución pendiente– acabe de aterrizar, será necesario repensar los lenguajes y géneros, y muy singularmente aprender del ‘método Broncano’ para atraer nuevos parroquianos.Ya sé que los códigos del humor no tienen mucho que ver con la información. O tal vez sí, si nos fijamos en otros monstruos sagrados como el Gran Wyoming o Buenafuente. Pero el hecho cierto es que si Broncano, con todo su descaro, ironía e ingenio, ha sido capaz de romper moldes en la comedia, dinamitando incluso la férrea dictadura de lo políticamente correcto, qué no se podrá hacer también en otros terrenos más acomodaticios. Lo que sea, con tal de que ese público, joven o no tanto, pueda apreciar el valor de una información adaptada también a sus gustos y necesidades.Su última y muy celebrada travesura, la del ‘ipno’ de Moderdonia, no tiene precio. La historia es bien conocida: el Cara al sol se coló como número 1 en la lista de Spotify y los presentadores de LVM contraatacaron enarbolando el cántico de la imaginaria nación que han inventado en el programa. ¡Y vaya si lo consiguieron! Los moderdonios y moderdonias, que son legión, se tomaron el reto con tal entusiasmo que, en cuestión de horas, consiguieron destronar el himno falangista y convertirse en número 1 viral. Sirva esta broma, este golpe en la lista de Spotify ―"Paremos al fascismo del malo. Hay que darle una puta lección de humildad al Cara al sol"― para demostrar que la ‘fórmula Broncano’, además de desparpajo, demuestra un poderío digno de las grandes causas.

Broncano for president, ya. En Moderdonia o en La Moncloa. Total, peor que los inquilinos políticos de los últimos tiempos –cada uno que ponga aquí el nombre que quiera– no lo haría. Y, al menos, nos lo pasaríamos bien.

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