Revista Talentos

Brotes verdes

Por Sergiodelmolino

Ya sé que con esto de la crisis lo suyo es llorar y llorar. Suena hasta de mal gusto contar cosas buenas que le pasan a uno, pero como este rinconcito es también un escaparate de autobombo, no puedo dejar de compartir algunas pequeñas alegrías. Quizá mañana me toque compartir penas. De momento, no es el caso.

En los últimos años he repartido semillitas por muchos y variados sembrados, y empiezo a sentir que algunos granitos empiezan tímidamente a germinar. No sé todavía si se convertirán en plantas y en jardines de fronda generosa. No sé si todo acabará bien. Lo bueno de no hacer planes concretos es que es imposible frustrarlos. Viviendo el minuto y disfrutando de las pequeñas recompensas del presente, todo fracaso es relativo. Quizá mi forma de pensar no sea la de un tiburón obsesionado por el éxito. Qué le voy a hacer si empatizo más con los perros pachones e hiperdomesticados que sestean en los porches y han perdido el instinto depredador.

Tengo dos pequeñas noticietas para compartir. Una, más difusa; la otra, más concreta.

La difusa tiene que ver con mi libro Soldados en el jardín de la paz. Con casi completa seguridad, se va a convertir en una exposición que se podrá ver en Zaragoza en 2011. La cosa está todavía en mantillas y la anuncio con las debidas precauciones, pero, salvo cataclismo presupuestario, se va a incluir en la programación del Centro de Historia del próximo año. Hay fechas bastante cerradas ya, aunque el asunto está en fase de anteproyecto y quedan muchas cosas por concretar. Entre ellas, el título de la expo y ciertos incómodos y poco decorosos flecos pecuniarios. El proyecto museográfico, que diseñará Beatriz Lucea con mi torpe colaboración de por medio, está bastante claro, pero buscamos sponsors. Desde ya, me visto de fraile de orden mendicante para sondear a candidatos a soltar la mosca, pero lo anuncio también aquí por si algún potentado lector quiere sacar a pasear la chequera y ejercer un mecenazgo. Su gesto será agradecido colocando un busto en bronce con su careto estilizado y sin arrugas en la galería de benefactores del blog. No es caro: el sablazo será leve, se lo aseguro. Aceptamos cualquier cosa excepto la tarjeta de socio del Vips.

Informaré de más cosas cuando se concreten, pero advierto de que la exposición se hará o no en función de imponderables consistoriales que no se aclararán hasta el otoño. De momento, como diría Ansar, estamos trabajando en ello.

La segunda noticieta es más plástica y ya tiene rúbrica sobre papel, así que puede considerarse oficial. Desde esta semana, mis asuntos literarios han dejado de pertenecerme: he sido fichado por The Ella Sher Literary Agency (página web en pruebas). No se asusten: pese a su nombre en inglés, la agencia está en Barcelona, pero como este mundillo se mueve entre Frankfurt y Nueva York, y entre Hawai y Bombay, sus miembros usan el inglés para hablar de sus cosas.

Ella Sher es una joven agente literaria italiana afincada en Barna que, a pesar de conocer como pocos el mundillo editorial barcelonés y de frecuentar tanto a indies como a majors, ha tenido el mal gusto y la mala pata de fijarse en mí y en mis escritos, y me ha ofrecido representarme en ese territorio de lobos y editores sedientos de best sellers. Quedamos en Barcelona, tomamos un café en la cafetería de La Central del Raval y sellamos nuestro trato escupiendo en las palmas de las manos y estrechándolas, como rudos hombres de negocios del Monopoly.

Solo puedo decir que Ella es una mujer más que encantadora y que estoy muy contento de haber caído en sus manos y de formar parte de su cartera de autores. A partir de ahora, si quieren tratar cualquier asunto literario que me concierna, deben dirigirse a ella, que sabrá cómo exprimir su billetera para mi provecho. A falta de material nuevo, se ha llevado mis dos libritos de paseo por Europa en busca de traducciones. Si consigue una en algún idioma raro y oscuro (rumano en dialecto moldavo, por ejemplo, o inuit del norte de Groenlandia), le invitaré a una cena a lo grande en algún caro y minimalista restaurante del Eixample, en Fonda Gaig o en alguno de esos a los que van los divinos vejestorios de la gauche divine.

That’s all, folks!


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