Esta torta ya es un clásico entre los porteños. Es una de esas recetas que traen recuerdos, pero recuerdos actuales: la vidriera de una confitería, innumerables cumpleaños, mesas dulces...
Pero definitivamente no nos va a traer recuerdos de abuelas cocinando, o de mamás preparándonos las fiestas para el jardín. Es que antes de la era shopping, allá por los fines de los 80 principios de los 90, no eramos tan «copiones», ni nos hacíamos tanto eco de celcebraciones ajenas... (pronto vamos a festejar hasta Thanksgiving!, sin ton ni son).
La globalización nos trajo las pascuas en pastel (primaveral), octubre anaranjado por halloween, primero los muffins, después los cupcakes, las decoraciones copetudas de crema de manteca, la desesperación por el cheesecake, las cookies (mis preferidas!), y por sobre todo, uno de las primeras y mejores copias, el brownie!
Y por suerte que a alguien se le ocurrio copiar el brownie! Y mezclarlo con «el» ingrediente de una torta argentina: el dulce de leche.
Esta torta BDM es una de las preferidas de mi amiga C., y siempre me pide una para su cumple. Este año no fue la excepción.
En una época también se me dió por llamarla torta maxi, en honor al fan número 1, y realmente todavía no encuentro cual sería el nombre ideal. Algunos la llaman marquise, pero la base es un brownie, así que de marquise no tiene nada, otros torta bombón, otros bomba... Por ahora me quedo con BDM, ya que son los ingredientes principales.
A veces puede ser complicado llamarla torta brownie, ya que a pesar de los intentos, no todos los comercios argentinos pueden encontrarle el punto al brownie, sin transformarlo en bizcochuelo o budín. Por eso, el principal consejo que les puedo dar a la hora de hacer un brownie es: no cocinarlo de más! tiene que quedar blandito en el centro; cuando se lo pincha, el cuchillito tiene que salir sucio, y no limpito como un bizcochuelo.
Eso es más importante que la receta, ya que recetas de brownies hay muchas, pero todas se tornan budín si se cocinan de más.