BRUFORD
"ONE OF A KIND"
Edición original en vinilo: 1979
Algo hacía prever que la supuesta cohesión grupal que transpiraba el primer álbum del legendario UK exhibía la firmeza de un castillo de naipes. Tironeado a dos puntas entre el rock sinfónico y la jazz-fusion que perfilaban el rumbo sonoro entonces transitado por sus integrantes, el supergrupo derrapaba sin freno en los albores de la grabación del segundo disco y... la situación finalmente llegó al límite.
En realidad, ninguno de sus integrantes tendría mucho que perder con el desmembramiento: Wetton y Jobson siguieron en la carrera UK por un año más (ni siquiera después deberían preocuparse por su futuro artístico) y Bruford-Holdsworth volvieron sobre sus pasos a la banda que habían abandonado en 1977 tras un promisorio álbum debut.
En efecto, Bruford, la banda, era en sí misma otro supergrupo, aunque enrolado en filas radicalmente diferentes: Bill Bruford (batería y percusión), Alan Holdsworth (guitarra), Dave Stewart (teclados), los neoyorquinos Annette Peacock (voz) y Jeff Berlin (bajo) e invitados de Brand X habían dado forma en la etapa pre-UK a "Feels Good to Me" (1978), una experiencia fuertemente impregnada en la onda Weather Report/Return to Forever -los popes de la jazz-fusion que por aquella época marchaban a la vanguardia del género- y que encontró cálida aceptación en la Argentina cuando apareció a mediados del ’78 bajo el título "Me Parece Bien".
El mismo personal estable, a excepción de Peacock, sería el que volvería a la carga en este nuevo álbum post-UK. Netamente instrumental y con cinco de sus diez cortes compuestos exclusivamente por Bruford (la mayoría de los demás en co-autoría) "One of a Kind" sí que le hace honor a su nombre.
Sensiblemente más melódico, más estructurado y menos peleado con el rock progresivo que su antecesor, el disco resalta en particular un trabajo finamente balanceado en el que, al contrario de lo que podría suponerse tratándose de experiencias solistas de instrumentistas virtuosos que han pasado por tantos grupos emblema del rock inglés, Bruford no potencia su batería por encima de los demás instrumentos. Claro que tampoco le sería sencillo. Muy cerca suyo tiene a un Dave Stewart capaz de comunicar ese sabor inconfundible que sus teclados ya habían diseminado por los compases del sonido de Hatfield and the North y National Health, dos tremendos íconos canterburianos de los que vamos a ocuparnos oportunamente. Stewart confiere sin duda el toque etéreo del disco, poderoso anclaje para esa loca guitarra jazzera de Holdsworth (atributo que le costaría su salida elegante de UK) y el fretless bass típicamente "jaco-pastoriusiano" de Berlin, otro maestro impecable.
Es arduo discernir y elegir el momento culminante de un álbum tan parejo y compacto como éste. Porque entre las piezas que principian y se apoyan en un marco más melódico ("Travels with myself--and someone else", "Forever until Sunday") y las que deambulan casi todo el tiempo alrededor de un neto jazz-rock ("One of a kind I","Fainting in coils", "Five G" y la muy holdsworthiana "The Abingdon chasp") por ahí se descuelgan algunos híbridos de sonido colosal: "Hell’s bells", obsequio de National Health, "One of a kind II" y las dos partes de "The Sahara of snow", donde en la segunda la co-autoría de Eddie Jobson es innegable y el corte hasta suena como lo hubiera hecho en versión UK. O sea que, si de gustos se trata "One of a Kind" es efectivamente... único en su tipo.
En su época, muchos de los que veníamos arrastrando el sólido bagaje del rock sinfónico de comienzos de los ’70 no fuimos, al principio, capaces de visualizar el enfoque diferente que proponía la jazz-fusion. Por ende, las obras solistas de Bruford -hombre hasta entonces invariablemente vinculado al rock sinfónico/experimental más ortodoxo junto a Yes, King Crimson y Genesis, pero por siempre amante del jazz- no parecieron encajar en nuestras expectativas, sobre todo de aquellos que esperábamos, absurdamente, que Bruford continuara circulando por su veta sinfónica.
Pero era sólo cuestión de tiempo nomás. Poco después el hechizo cundió y aún hoy, cuando la onda fusion de fines de los ’70 se va perdiendo en la corriente dominante impuesta por las nuevas modas marketineras, discos como éste asoman sus enormes cualidades que en su momento no supimos encontrar.