"Niña del color quebrado,o tienes amor, o comes barro"
Lope de Vega, El acero de Madrid, 1608
Segun la Real Academia:
Búcaro: Del mozárabe 'búcaro', y este del latín, 'pocŭlum' ('taza, vaso), 'butticula' (tonelito)
Fagia: Del latín 'phagĭa', y este del griego -φαγία -phagía.
De lo anterior se deduce que Bucarofagia significa "comer búcaros". Y como los búcaros estaban hechos de barro... pues hablamos de comer barro.
"La Vaca tiene dos crías y más amarilla de comer barro que Isabelilla de beber con tocino".
Así escribe Lope de Vega en una de sus cartas. Con el sustantivo de Vaca, se refiere a una mujer. Una mujer que, literalmente, comía barro. En aquel entonces estaba de moda comer barro como método de cuidados relacionados con la belleza. El canon de belleza del siglo XVII era el de una apariencia frágil y enfermiza de las mujeres cuyo máximo exponente era lucir un rostro de extrema palidez. La forma preferida por las mujeres de la corte para acercarse a ese ideal fue el consumo de barro o bucarofagia.
Por aquellos años, siglo XVII, ya existían productos de belleza como cremas limpiadoras para el cutis, para borrar pecas y espinillas, para eliminar las arrugas y otros muchos remedios, elaborados a partir de productos vegetales, animales e incluso minerales. Estos cosméticos se denominaban "afeites", "mudas" o "aliños".
Lo más habitual era que las mujeres emplearan polvos y pomadas para aclarar el color de la piel de su rostro y sus manos. En su afán por aparentar palidez llegaban incluso a resaltar sus venas con color azul, en contraste con la blancura de su piel.
También se aplicaban brillo en los labios y color rojo en las mejillas, a modo de colorete, para mostrar un aspecto saludable y fértil, y se dibujaban cejas negras con "humo", es decir, con un palo ahumado.
La pastosidad de estas cremas provocaba que las mujeres apenas pudieran articular ningún movimiento facial por miedo a cuartear y arruinar la base del maquillaje, lo que acrecentaba aún más la imagen de hieratismo de la dama aristócrata, que no podía ni debía expresar emociones en público.
La bucarofagia se puso de moda gracias a la importación, desde Portugal, de unos recipientes de barro rojo traídos desde Portugal y América. El tamaño, color, textura, forma y olor perfumado que desprendían, los convirtieron en objeto de coleccionismo femenino. Se utilizaban para beber agua con olor. También se añadían perfumes haciendo que el líquido que contenían se impregnara de un particular sabor. Parece que el vicio de este agua con sabor animaba a las mujeres a mordisquear e ingerir la cerámica (obviamente se trataría de barro no cocido ni vitrificado).
A Madame D'Aulnoy le regalaron uno en su presunto viaje a España: "Tengo una gran taza de esa clase que contiene una pinta. El vino no vale bebido en ella, pero el agua resulta excelente. Cuando se la deja allí un poco de tiempo, la taza se vacía sola, tan porosa es la tierra, y huele muy bien". Lo escandaloso para la francesa era que, vaciado el búcaro, las nobles españolas se lo comían:
"He querido probar ese alimento tan estimado y tan poco estimable: antes comería asperón [matorral áspero y leñoso]".
A la larga, el barro creaba cierta adicción, generando alteraciones físicas y mentales dañinas. El barro provocaba un fenómeno conocido como opilación u obstrucción: se les hinchaba y endurecía el vientre, se les retiraba la menstruación (con el consiguiente efecto anticonceptivo) y, en casos más extremos, podía llegar a producir intoxicaciones graves, incluso mortales. Provocaba anemia. Pero ellas conseguían exhibir su aspecto frágil. Cuanto más pálidas, delgadas y débiles se mostraran, mayor era el alcance de su prestigio social.
Esto se puede observar en el cuadro de Las Meninas, en el que se puede ver cómo la dama María Augusta Sarmiento le ofrece a la i nfanta Margarita, que ha quedado constancia histórica de su padecimiento de pubertad precoz, un pequeño búcaro con agua fría.
La infanta Margarita padecía un síndrome de Albright, que incluye entre otras cosas una pubertad precoz. Es posible pues, que en su caso practicara la bucarofagia para evitar la menstruación, que al parecer era abundante y dolorosa. Y debía ser un tratamiento habitual a juzgar por la marcada palidez casi amarillenta de su piel.
Con frecuencia, la bucarofagía buscaba los efectos alucinógenos y estupefacientes que se conseguían elaborando los búcaros con tierras específicas cargadas de minerales y componentes con efectos análogos a los opiáceos y psicotrópicos. Se sospecha que su consumo por monjas y religiosas que, en algunos casos, querrían evitar embarazos, buscaría el estado psicodélico necesario para alcanzar los éxtasis místicos.
En los diarios de la monja Sor Estefanía de la Encarnación (1597-1665) encontramos esta referencia a la bucarofagia y a su poder adictivo:
"... como lo había visto comer (el barro) en casa de la marquesa de La Laguna, dio en parecerme bien y en desear probarlo"
"Un año entero me costó quitarme de ese vicio" [aunque] "durante ese tiempo fue cuando vi a Dios con más claridad".Los alfareros hacían más agradable la ingesta de estos búcaros elaborándolos con arcillas muy suaves a las que añadían especias, saborizantes y perfumes, antes de su modelado y horneado. Las damas los llenaban de agua perfumada y, después de consumir el contenido, ingerían el vaso en pequeños trozos que mordían o pellizcaban. Algunos autores afirman que comer búcaro era una forma de evasión para las mujeres de la época y una manera más de luchar contra el aburrimiento.
Estos búcaros eran considerados una golosina para las mujeres y las consumían desde niñas. Sin embargo, ciertas sustancias presentes en la arcilla podían provocar efectos ligeramente narcóticos o alucinógenos y producir adicción... hasta tal punto que los confesores solían imponer a las damas de la Corte, como penitencia a sus pecados, la prohibición de comer cerámica durante semanas o meses.
El consumo habitual de arcilla provocaba un inevitable envenenamiento por plomo, mercurio y arsénico, crisis biliares y anemias agudas.
Para paliar las habituales anemias, se empleaba un remedio que consistía en tomar infusiones de agua con polvo de hierro, o bien, agua en la que previamente se había introducido un hierro candente. También solían consumirse las aguas ferruginosas, ricas en hierro, de la Fuente del Acero, muy próxima al río Manzanares en Madrid.
La moda de la bucarofagia desapareció a mediados del siglo XIX. Pero... actualmente vuelven a ser tendencia las dietas basadas en el consumo de arcilla depurada, con el fin de conseguir un ideal de belleza muy parecido al del siglo XVII. Una vez más la historia nos demuestra que no aprendemos de la experiencia de otros. Renunciamos a nuestro propio yo con tal de conseguir el reconocimiento de los demás.
Para saber más:
https://www.libropatas.com/libros-literatura/cuando-vicio-moda-las-mujeres-comer-barro/
https://xsierrav.blogspot.com/2020/06/las-meninas-v-bucarofagia.html
https://cipripedia.com/2016/05/13/la-condesa-daulnoy-y-el-madrid-de-carlos-ii/
https://www.granadadigital.es/dietas-a-evitar-bucarofagia-o-comer-barro/
https://www.youtube.com/watch?v=v6lpSWixoqE
https://www.elespanol.com/reportajes/20160429/120988188_0.html
https://es.wikipedia.org/wiki/B%C3%BAcaro