Revista Opinión

Bucéfalo. Cuentos indignados

Publicado el 16 diciembre 2013 por Icaro @ateneo

AUSTIN MORRIS 1300 de Luxe. Año 197?. Matricula B-AL. Buen estado de conversación, semijuego. Funcionando hasta hace 3 años. Con Papeles. Baja temporal. e-mail: [email protected]. Telf: 649091690.

A lo largo de mi dilatada vida he tenido multitud de sueños, unos mejores y otros peores.

Mis primeros propietarios fueron una jovencísima pareja infeliz con tres piños. La música de Nino Bravo ahogaba el ruido de mi motor y de las discusiones que, por desgracia, empezaban a tener. Después, cuando ella se sacó el carné de conducir, conocí la lengua inglesa -algo muy deseado por aquellos días- y a Janis Joplin. <> solía decir ella.

Al poco de separarse y antes de entregarle el coche a ella, él y yo hicimos un viaje furtivo a San Sebastián con un ilustre político alemán, Eugenio Beihl. Por culpa de ese viaje, mi primer dueño terminó en prisión. Con ella ya como nueva dueña hicimos algún viaje al penal de Burgos para visitarle e incontables escapadas por la noche madrileña para no visitarle. Todo eso hacía yo cuando era joven; no tenía más de tres mil kilómetros y muchas ilusiones.

Quería viajar y conocer sitios, con ella lo conseguí, pero había días que era muy triste verla llorar montada sobre mis lomos. Al final me di cuenta que yo no era más que el coche de una esnob, lo descubrí mucho más tarde, con casi 30.000 kilómetros encima. Aunque también disfruté lo mío, París, Milán, Casablanca… París, por ejemplo, era como nuestra segunda casa. No estuve muchas veces, es cierto; ella prefería coger un tren cada fin de semana para ir a ver a Pierre, pero era como si estuviera allí. Montara quien montara con nosotros ella no paraba de hablar de París y Pierre, siempre en este orden. Cuando Pierre conoció a Liz, París se acabó.

Quiso matarse conmigo dentro. Terminó dejándome por un flamante SEAT 124 sport. Me parecía ridícula; verla llegar cada tarde a esa universidad, hervidero de utopías, disfrazada de niña mona recién salida del PREU. Ella, la ex mujer de un preso, adicta a la morfina. Me dejó aparcado más de un año. Como no consiguió venderme, finalmente me regaló a un profesor de filosofía y letras. No duré mucho con el apasionado por El Banquete; me vendió a un compañero suyo falangista.

Comencé a dormir bajo techo. Me llenaron de pegatinas de los aristogatos y de chicles contra el mareo. Nunca sean el coche de un matrimonio con hijos, viajes a Navarra durante cinco largos inviernos para pasar las navidades con los abuelos, lleno de peladillas, fruta escarchada, patas de conejo de la abuela… Yo!, el coche de una esnob, progre, revolucionaria de salón, al servicio de los nuevos votantes de la UCD.

Ya me estaba acostumbrando a la familia y a los San Fermines cuando, con cerca de 50.000 Kilómetros, me pintaron de blanco, colocaron una ridícula “L” en mi espalda y me enviaron a una autoescuela.

Acabé con el embrague destrozado, el cambio de marchas ya nunca fue el mismo y mi freno de mano dejó de existir por tanto examen de rampa. Mira que yo lo intentaba, juego de embrague y acelerador, sueltas poco a poco… pero nada. La rampa era la trampa donde cayeron no pocos conductores.

Sin saberlo todavía, estaba llegando el periodo más feliz de mi vida. Me compró Pepe y mi vida cambió. Desde el primer día tuve mi propio nombre, Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno ni más ni menos. Terminé creyéndome que él era el gran conquistador y yo su cabezón caballo. !Vamos Bucéfalo…! me decía mientras me daba palmadas en el salpicadero. Fui su caballo más importante, lo dijo antes de morir, por delante de los dos anteriores; primero superé a Platero por velocidad, no fue difícil, y algo más tarde a Babieca, cuando Pepe consiguió aprobar el examen de conducir (ya no había rampas en los exámenes).

Nunca tuve un conductor tan entrañable, inteligente y cariñoso como Pepe. Me llevaba con las dos manos, como mandan los cánones, vista al frente y espalda recta pegada al asiento. De velocidad, la justa, ni mucha ni poca y si pitan… pues un <<Cuan gritan esos malditos, mas que un rayo me parta si…>>. Canta algo Bucéfalo -me decía- y yo comenzaba con alguna ranchera para terminar juntos con Verdi.

Un mal día murió de repente. Nunca más volví a verle. La hija se empeñaba en sacarme cada semana, pero entonces mi motor se paró. Los dos hijos vinieron y me quitaron la silla y las cañas de pescar; después se marcharon sin decir nada, fingiendo hacer un acto rutinario sin importancia.

Llegó alguien que no pude ver y me amputó el motor, me llenó los bajos de cemento, me sacó los cristales y me clavó un enorme tubo de acero para colocarme en un parque infantil. Pedradas por el día y humo y veneno en las venas por las noches… aquí estoy sin poder moverme, día tras día, noche tras noche, como Prometeo encadenado, que diría Pepe.

Si alguien leyera estas líneas y creyera que todavía puedo ser útil, ruego se pongan en contacto conmigo en el teléfono que figura en el anuncio. Pregunten por Bucéfalo.


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