Revista Cultura y Ocio
Dos toques y descuelgan el teléfono. Al otro lado, una voz luminosa. Muy cercana. Cálida. Carmen Posadas. Se nota que está feliz. Que este libro es para ella mucho más que una colección de pensamientos escritos con primor en trescientas y pico páginas. Es, de algún modo, la historia de su familia, diplomáticos uruguayos que recorrieron medio mundo, y sobre todo, la de su madre, una mujer que, a falta de gran presupuesto, tuvo que tirar de ingenio para hacer que ese pequeño país americano quedase a la altura de las embajadas pomposas.
Carmen y su hermano Gervasio se han inspirado en los diarios de Bimba, su madre, para escribir Hoy caviar, mañana sardinas (Ed. Planeta), un recorrido por el Madrid de los sesenta, la Rusia de los setenta y el Londres de los ochenta, con un gran protagonismo de esas recetas llenas de imaginación con las que la mujer del embajador trataba de sorprender a sus invitados.
Escribir mano a mano, por mucho que la mano de enfrente, sea la de un hermano, se antoja, en principio, complicado. Para Carmen Posadas, "una novela a cuatro manos habría sido absolutamente imposible, pero este libro es distinto: somos hermanos que hablamos de nuestra vida y cada uno de nosotros se ocupa de la parte que conoce mejor porque la ha vivido con más intensidad".
Se nota que la primera escritora de los Posadas fue Bimba, porque el diario que mantuvo durante tantos años se revela una fuente de inspiración digna de ser publicada. "De hecho -cuenta Carmen- ella decía que iba a escribir sus memorias y que las iba a titular Payalsta, una palabra rusa que se usa a modo de comodín para pedir 'Por favor', para expresar incredulidad o para mostrar ironía. Sin embargo, nunca llegó a escribirlo, así que a partir de ese diario y de sus recetas completamos la historia de nuestra familia con las vivencias de cada uno y escribimos este libro. Pero es cierto que mi madre era una maravillosa narradora, sobre todo en la narración oral. Cada vez que teníamos que hacer un viaje largo ella nos entretenía contando cuentos magníficos. Recuerdo que en un viaje a Austria en coche nos dejó con la boca abierta a los hermanos contándonos la historia de la muerte de Rasputín".
Entre las peripecias de Bimba narradas por sus hijos, destacan las ingeniosas ideas para organizar suculentas cenas con un presupuesto ínfimo. "¡Incluso se inventó un pastel de falsa langosta! -recuerda Carmen Posadas-. Ni llevaba langosta ni nada, pero iba adornado con una langosta falsa que había encontrado en Harrods y dejaba con la boca abierta a los comensales".
Las vivencias de los Posadas en Rusia corren a cuenta de Gervasio, que vivió allí sus años de adolescencia. Sin embargo, en Hoy caviar, mañana sardinas descubrimos que la glamourosa Carmen se casó en el Moscú comunista... ¡y que dejó su ramo de novia en la tumba de Lenin! "Mi madre casi me mata -confiesa la escritora-. Me empeñé en organizar mi boda en Rusia porque allí estaban destinados mis padres y aquello fue una odisea porque habían prohibido las manifestaciones religiosas. El culto a la personalidad de los gobernantes era tan grande que en la Plaza Roja había una cola de siete kilómetros para ver la tumba de Lenin. Sin embargo, allí es muy típico que las novias dejen su ramo en este lugar y no tengan que esperar la dichosa cola, así que yo, para poder ver la tumba, decidí dejar el ramo... ¡a mi madre le daba algo!". Gervasio, por su parte, fue "pionero de la URSS", una especie de juventudes comunistas que adiestraban a los niños para una posible guerra. Gervasio se inscribió para aprender bien el idioma y recuerda cómo "durante dos veranos nos daban formación bélica, fabricábamos máscaras de gas... hacíamos cosas realmente divertidas".
De aquellos años, Gervasio recuerda que "no había casi nada. La comida era un tema de conversación muy recurrente porque la escasez era grandísima. Pero recuerdo que entre mis platos favoritos de aquellos años estaban la carne y los postres con dulce de leche".
Y entre el caviar y las sardinas, ¿con qué se quedan los Posadas? "Cada cosa tiene su momento -responde Carmen-. Me encanta el caviar pero para todos los días prefiero las sardinas. Las sardinas no tienen el glamour del caviar porque son baratas pero si costasen más, la gente las apreciaría de otra manera porque... ¡están deliciosas!".
[Publicado en Diariocrítico].