Esta noche en la Sexta TV se emitió un reportaje titulado «la burundanga, un arma peligrosa que se vende en Internet y que anula la voluntad».
Precisamente sobre burundanga y sumisión química, tuve el placer de ser entrevistado recientemente por el digital Broadly.
El objetivo de dicha entrevista era contrastar la información con expertos, sobre los mitos y verdades de la escopolamina, popularmente conocida como burundanga, a raíz del primer caso confirmado de sumisión química con burundanga detectado en España.
Te recomiendo que leas el artículo finalmente publicado, «El mito de la burundanga: es imposible que una sustancia anule la voluntad», uno de los pocos artículos que he leído hasta la fecha en los que se ha evitado trasladar a la sociedad información sensacionalista.
Hay muchas sustancias psicoactivas, es decir, muchos compuestos químicos que deterioran, en distinto grado, el juicio crítico y nuestras defensas. La escopolamina o burundanga es una más, como también lo son el alcohol y otras muchas drogas, pero (afortunadamente) en ningún caso se trata de una herramienta “mágica” para todo tipo de actos delictivos, como se ha llegado a plantear en algunos medios.
La escopolamina o burundanga, al igual que otras muchas sustancias psicoactivas, produce un estado en el que la persona es más vulnerable. En primer lugar, porque no puede fiarse de sus sentidos y además porque sus sistemas de alerta ante los peligros (incluida la manipulación física, la emocional o la psíquica) se ven debilitados. Para que te hagas una idea es un estado similar al que se puede alcanzar en una gran borrachera, o bajo el efecto de las benzodiacepinas, con las salvedades y matices propios del desarrollo de los efectos en cada persona y sustancia. Precisamente, sobre las benzodiacepinas ya hemos hablado en el artículo «Química Forense – sobre la Sumisión Química con Finalidad Sexual».
Los últimos estudios realizados en España sobre la prevalencia en casos de presuntos delitos contra la libertad sexual indicaron, con respecto al resultado de los análisis químico-toxicológicos, que las sustancias detectadas fueron aquellas comúnmente consumidas en entornos de ocio (alcohol etílico, cocaína, cannabinoides, anfetamínicos), o prescritas para uso terapéutico (benzodiazepinas), mientras que aquellas sustancias conocidas como “drogas de la violación” (GHB, escopolamina o burundanga), no fueron detectadas en los análisis. Es necesario clarificar que esto último no significa que no hayan sido empleadas, pero su implicación en este tipo de casos es menor de la esperada a tenor de la popularidad que han adquirido en los medios de comunicación. Sin duda, su uso es más habitual en países sudamericanos, y muy infrecuente en nuestro país.
La escopolamina o burundanga se puede detectar como otras drogas si se realiza el análisis toxicológico oportuno, pero hay que tener muy presente lo que se conoce como “ventana de detección del tóxico”; en el caso de la sangre dicha ventana viene a cubrir unas pocas horas (6 aproximadamente), mientras que en el caso de orina puede prolongarse a un par de días. Por tanto, la sedación y la amnesia químicamente inducida (anterógrada) que pueden producir estas sustancias psicoactivas, pueden provocar que la víctima no sea consciente en un primer momento de que se encontraba bajo sus efectos, por lo que el retraso en la toma de muestras “tradicionales” como sangre y orina, provocan que no sean detectadas a tiempo en estas matrices.
En diferentes estudios se ha comprobado que una temprana recogida de muestras de la víctima (sangre y/o orina), constituye un factor determinante a la hora de obtener una evidencia analítica que dé soporte al diagnóstico de la sumisión química. Así las muestras tomadas en las seis primeras horas arrojaron resultados positivos en los análisis, creciendo el número de análisis negativos conforme aumentaba el tiempo transcurrido entre los hechos y la toma de muestras.
En el caso del cabello y uñas, las sustancias comienzan su incorporación días después de su consumo y pueden ser retenidas de manera permanente en el mismo. Sólo la longitud del mechón de cabello (por ejemplo) tomado como muestra, limitaría la detección temporal de un tóxico, teniendo en cuenta que en adultos presenta una velocidad de crecimiento promediada de 1 cm/mes. Por tanto, en el cabello sí se puede encontrar la huella de la sustancia, aunque sea por ejemplo unos meses después. Sin embargo, este tipo de análisis a día de hoy solo se pueden realizar en centros especializados como el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses y no en los hospitales, como norma general. Sobre este tema ya hemos hablado con detalle en el artículo «Química forense – Análisis de benzodiazepinas en cabello».
Espero que te haya resultado interesante y útil este artículo sobre Burundanga, Escopolamina y Sumisión Química.
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Justo
«La Química en el siglo XXI» | Dr. Justo Giner Martínez-Sierra
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