Buscando aparcamiento

Buscar empleo se ha convertido en algo bastante parecido a buscar aparcamiento en una gran ciudad. La clave está no en buscar sitios libres, que no los hay. Sólo hay que circular despacio, dando vueltas, subiendo, bajando, torciendo a veces abruptamente a derecha o izquierda, muy atentos, mirando delante, a los lados y, cómo no, a los bordes de aceras y chaflanes en busca de cabezas dntro de cada coche, señal de que se disponen a dejar su sitio libre. Cada vez hay menos cabezas. Porque no hay lugares libres, y los que hay están gráficamente señalados con un vado de aparcamiento, una señal para aparcamiento de minusválidos (es sintomático cómo se han multiplicado al menos en Barcelona en los últimos tiempos). En esta selva, para aparcar antes y encontrar tu sitio es mejor ser un utilitario joven, pequeño, fácil de maniobrar. Son más flexibles. Los más voluminosos lo tienen cada vez más difícil para encontrar un espacio y continúan circulando como zombies en segunda o tercera velocidad a la búsqueda de un lugar. Luego, les culparán de contaminar la atmósfera ideal del pleno empleo.

Está en marcha una Ley de Igualdad de Trato, una iniciativa muy loable, aunque no dejo de asombrarme de que, ya entrados en el siglo XXI y formando parte de esta Europa rica, bienestante, paradigma del primer mundo, sea necesaria una normativa así. Estamos instalados en legislar lo obvio y lo que debería estar asumido hasta la médula por la sencilla razón de que no se cumple. Algo falla, entonces. Pero no sólo aquí, triste consuelo.