Revista Cultura y Ocio

Caamaño, Pontifex Maximus

Por Ritofrancesmoderno

 

homo laicus

 

El ministro de Justicia presentó ayer en Madrid el Observatorio del Pluralismo Religioso en España, iniciativa que, en palabras de Francisco Caamaño, “pone claramente de manifiesto el interés de este Gobierno en la profundización de los derechos humanos y, de manera concreta, en la normalización y promoción del derecho de libertad religiosa y de conciencia”. “El Observatorio del Pluralismo Religioso –titular de la noticia en la web del ministerio- ordena de manera práctica y promociona el derecho de libertad religiosa y de conciencia”. ¿Se está inmiscuyendo el Estado en cuestiones religiosas? Se están equivocando, y confunden los términos.

Lo que ha de garantizar el Estado es la convivencia de todos los ciudadanos y ciudadanas en la esfera pública, esto es, social. Y está claro que las religiones, sean las que sean, pertenecen a la esfera privada, íntima. Ambos ámbitos son merecedores de respeto, pero el Estado no debe inmiscuirse en el privado, ni mucho menos “ordenar de manera práctica” o legislar en el terreno de la convivencia religiosa o interreligiosa, pues su sentido y competencia es el público, entre otras cosas porque es el de todos los ciudadanos y ciudadanas, sean estos creyentes religiosos o no.

La iniciativa de este Observatorio no es, en el fondo y en las formas, sino un golpe más al laicismo, tan esencial como ausente. Un Estado –y, que se sepa, el Ministerio de Justicia es parte activa de éste- empleando dinero y energías en facilitar un directorio de lugares de culto está dando sospechosamente a entender que no entiende una existencia fuera de las religiones, con lo que excluye de su concepto de sociedad a quienes no forman parte de ninguna de ellas. Elaborar estos directorios corresponde a las diferentes religiones, no al Estado ni a iniciativas patrocinadas por él. Esto ya se hizo en otras épocas –de siniestra memoria-, con los horarios de misas, se llamó nacionalcatolicismo y fue el combustible de una dictadura.

Un atentado más, otra vez por parte del Estado y del Gobierno, contra un laicismo que parece cada vez más lejano y que, sin embargo, es garantía única de respeto, tolerancia y convivencia.

Vivimos en un país cada vez más multicolor –en razas, creencias, estilos de vida-, lo que sin duda puede enriquecer mucho el mosaico social. Ahora bien, yerran con esta pretendida medida de tolerancia, pues la única herramienta que puede garantizar la paz social es el laicismo, ya que construye un espacio común para todos los ciudadanos y ciudadanas, sean cuales sean sus concepciones de la vida, de la muerte, sus religiones, sus creencias o la ausencia de las mismas.

Cuando el Estado se erige oficiosamente en Pontifex Maximus de cultos y credos, algo huele a podrido en la memoria colectiva. La facilona ecuación del ministro entre libertad religiosa y libertad de conciencia es, eso, tan ingenua como irresponsable. ¡Laicismo, ya!


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