Esta es para mí, sin ningún género de dudas, una de las secuencias más memorables de la historia del cine.
Ese jovencito rubio, de voz angelical, entonando una canción con una melodía preciosa, en un ambiente bucólico, idílico... La cámara bajando para mostrarnos la esvástica en el brazo del angelito... Los allí presentes en día de campo, uniéndose a la canción que se transforma en himno de masas enfervorecidas... Y el único que parece contrariado y preocupado un anciano, que ha vivido lo suficiente para saber que lo que allí se está gestando no traerá nada bueno...
Ver como el jovencito se pone la gorra y levanta el brazo, terrorífico, una de las escenas más terroríficas de la historia del cine.
¿Sigues creyendo que les pararéis los pies?
Lamentablemente, todos sabemos la respuesta.
Charlando una vez a propósito de los musicales me comentaba un amigo que en su opinión “Cabaret”, como casi todos los musicales, flojeaba en el guión. No puedo estar más en desacuerdo.
“Cabaret”, no sólo es una película donde cada plano, cada número musical es de una perfección que abruma, todo tiene un por qué, nada es gratuito, sino que además, tiene, en mi opinión, un guión redondo, la manera en la que se establece ese paralelismo entre el mundo de los protagonistas, esas vidas que se derrumban, y la deriva de una sociedad que acabara en un mundo en ruinas me parece sencillamente fascinante.
Y ese maestro de ceremonias, irónico y corrosivo, que observa como espectador la vida, ese gran Cabaret…
A veces, el talento y la inspiración se dan la mano y crean joyas como “Cabaret”, una película que trasciende el musical para convertirse en una obra maestra.
Os dejo con Sally Bowles