La historia y la Historia
La trama de la película mezcla hábilmente pasajes de la lucha entre Roma y otros pueblos (se subtitula Visión histórica del siglo III a.C.) con una historia de aventuras en la que intervienen el romano Fulvio, su servidor Maciste (en su primera aparición antes de tener su propia serie) y otra serie de personajes, al apresamiento o rescate, según el caso, de Cabiria, de niña y de joven.
En los años de la segunda guerra púnica, la niña Cabiria y su familia sufren las consecuencias de la erupción del volcán Etna. Cabiria logra ser salvada por su nodriza, Croessa, y se juntan a unos pocos supervivientes, que caerán en las redes de unos piratas fenicios. El sacerdote Karthalo compra a Cabiria en el mercado de Cartago para ser sacrificada para el dios Moloch. Croessa se resiste a que se lleven a Cabiria, es azotada y, dada por muerta, decide pedir ayuda al patricio Fulvio Axila y su servidor, el fortachón Maciste, para salvar a la niña. Durante el sacrificio de niños para Moloch, Maciste y Fulvio rescatan a Cabiria. Acogidos por Bodastoret, dueño de una taberna, éste les prepara una emboscada junto a los fenicios. Fulvio logra escapar saltando desde un desfiladero al mar, mientras Maciste y la niña se adentran en los jardines de Sofonisba, hija del general Asdrúbal, en los tiempos en que Aníbal está avanzando hacia Roma. Sofonisba es una mujer sofisticada, quien tiene un tigre como principal mascota y al rey nubio Massinissa como hombre soñado. Ella hace que Cabiria entre en su palacio como sirvienta y ordena que Maciste sea encadenado a una piedra donde pasará unos diez años realizando trabajos forzados, mientras la flota romana es incendiada y hundida en Siracusa. Tras esos diez años, el rey Sílax, aliado de los romanos, ha derrocado a Massinissa del reino de Nubia y hace que le entreguen en matrimonio a Sofonisba. Mientras tanto, Fulvio, de incógnito, logra entrar en Cartago y ayuda a Maciste a escapar. Massinissa vence a Sílax y permite a Cabiria liberarse de su servicio a Sofonisba, quien, demandada por Escipión como prisionera, se quita la vida con un veneno. Fulvio y Cabiria, ya una joven dama, contemplan juntos la victoria de Roma.
La mirada de un espectador
Me reconozco un tardío contemplador de esta cinta. Eso sí, la primera vez, no hace mucho tiempo, tuve el privilegio de verla en pantalla grande, en una copia restaurada, con la música original de Ildebrando Pizzetti y realmente en todo su esplendor. Pero había leído algunas cosas sobre ella, las suficientes para que se activaran esa serie de prejuicios y expectativas que nacen de determinadas frases de un crítico o, sobre todo, de lo que puede llevar a pensar una serie de imágenes aisladas de la película. Antes de entrar en el cine tenía en mente el templo de Moloch y algunas citas de los grandilocuentes textos de Gabriele D'Annunzio, con lo cual mis expectativas iban encaminadas a una película de tesis. Además tenía la referencia de que Griffith había tenido presente Cabiria para su Intolerancia, un título no precisamente de digestión fácil. La primera sorpresa de un espectador "preinformado" (algo no siempre aconsejable) era encontrarse con una historia principalmente de aventuras, ciertamente entretenida, y que más allá de Griffith tenía claras referencias en el cine posterior (los mismos trabajos forzados a que someten a Maciste serán los que sometan a Conan el Bárbaro, décadas después; el templo de Moloch y el templo maldito de Indiana Jones seguro que tienen mucho que ver entre sí, así como los pasajes iniciales de King Kong).
Sin embargo, este espectador que intentaba liberarse de la importancia histórica de la película y la miraba como "un título más", podía observar dos problemas graves que afectaban a su relación con lo narrado: la falta de ritmo y la poca credibilidad en el paso del tiempo en la historia. En relación a lo primero, es evidente que los rótulos de D'Annunzio sobran ahora, por mucho que fueran un reclamo comercial y de etiqueta en su época. Sobran por lo grandilocuentes, pero sobre todo porque son una rémora en el ritmo de ciertos pasajes, cuando las acciones son suficientes por sí. El otro problema está en la falta de credibilidad de la última parte de la cinta. Así, en el pasaje de la liberación definitiva de Maciste y Cabiria, ésta, una vez transcurridos diez años, ha pasado de niña a mujer, pero para el resto de personajes no ha pasado el tiempo: ni su ama Sofonisba, ni el forzudo Maciste, ni, sobre todo, Fulvio, un hombre maduro, quien sin ganar una cana va a conquistar como amante a la que fue niña en buena parte del metraje de Cabiria, lo cual no deja de tener su toque pernicioso.
La importancia histórica de Cabiria
Pero a muchas películas hay que verlas en su contexto. Cabiria nace en un momento de clara consolidación del cine italiano, favorecido no sólo por sus virtudes técnicas y estéticas (tiene a muchos de los mejores técnicos europeos y un notable prestigio), sino a la coyuntura industrial: Cabiria se rueda en 1913 pero se estrena en 1914 (por cierto, un 18 de abril), año en que muchas cinematografías europeas se ven afectadas por la Gran Guerra y dejan un campo bastante desolado a que otras inicialmente neutrales como Italia, se hagan con el mercado y aprovechen unos pocos años de furor, antes de que el final de la contienda les lleve a la decadencia frente al oportunismo de Estados Unidos.
Cabiria, como referencia máxima de lo que se ha dado en llamar el kolossal, reúne los ingredientes que los italianos buscaban para imponerse en el mercado: recreación histórica, aventura, pasiones de diva (Sofonisba está interpretada por una de la grandes divas: Italia Almirante Manzini), exotismo... pero además contaba con Gabriele D'Annunzio, quien, a pesar de no hacer más que esos rótulos tan molestos, fue vendido como autor absoluto de la obra: la escribía y la dirigía, diseñaba sus decorados y vestuario, opinaba sobre los efectos de la iluminación y de la fotografía... Por vender, podrían haber dicho que interpretaba a Maciste o incluso a la propia Cabiria con una peluca. Exageraciones aparte, lo cierto es que la cinta fue durante mucho tiempo una película "de D'Annunzio". Se ha llegado a decir que en parte del cine silente italiano había una exaltación de la grandeza e historia nacional que anticipa el fascismo. Y en buena medida, esta interpretación se ve apoyada por asociaciones como las D'Annunzio, escritor e intelectual que será de referencia para Mussolini, con el mundo del cine. Además la película servía por su temática para promover los intereses políticos de su presente, el colonialismo italiano en África, emulando la Roma invasora de antaño. Por tanto, Cabiria, en lo comercial y lo político, ocupa un lugar destacado en la historia de la propaganda.
La operación comercial que lleva a utilizar a D'Annunzio como autor máximo es obra de Giovanni Pastrone, el hombre que tomaba las principales decisiones en la Itala Film, aquí escondido bajo el pseudónimo de Piero Fosco, con una voluntad de "hombre en la sombra", aunque no tanto. Si durante mucho tiempo a D'Annunzio se atribuyó una dirección que correspondía a Pastrone, éste también durante décadas, en múltiples entrevistas, se vanaglorió de los aportes técnicos de sus filmes, especialmente del carello, un mecanismo móvil que ayudaba a desplazarse la cámara: consistía en un carrito con ruedas neumáticas y su principal motivo para utilizarlo, según sus palabras, era el de mostrar toda la magnitud del decorado, para que realmente se viera que era de tamaño natural y no una maqueta (aunque sí las hubo, especialmente en las escenas de destrucción de ciudades y derrumbamientos). Es cierto que el movimiento característico del carello servía a lo largo de la cinta a esos intereses, especialmente en los movimientos laterales, pero abundan más los ejemplos en que el movimiento se hace hacia adentro, como un zoom, lo que ayuda a evitar el estatismo de los planos y hace más dinámica su composición; un acierto, sin duda, todavía mayor, pues ese movimiento es sabiamente suave, lo que le da una gran naturalidad a algo que no deja de ser un artificio. La historiografía posterior ha ido desviando la autoría de estas aportaciones, entre otros, a Segundo de Chomón, quien también intervino en algunos trucajes, como los de la escena del sueño de Sofonisba (con avanzados procedimientos de sobreimpresión), y participó de los decorados y algunas maquetas, pero, sobre todo, se le señala como el principal responsable de las cuestiones lumínicas en el célebre pasaje del templo de Moloch, un trabajo con el claroscuro realmente intenso.
Si Cabiria no domina el tiempo (el ritmo de la película es bastante fallido) sí domina el espacio, tanto en la construcción física de ese espacio, en los exteriores rodados en los Alpes, Sicilia y Túnez (donde estaba situada Cartago) y en los decorados construidos en Turín (la monumentalidad de cartón piedra del templo de Moloch, la suntuosidad de los palacios), como en la construcción cinematográfica, elaborada con la composición y las aproximaciones de cámara. Pero junto a los decorados, habría que hacer hincapié en lo decorativo del vestuario, especialmente el que portan los fenicios o Sofonisba, donde aparecen elementos geométricos que conectan con películas de la vanguardia como Thais, que ya veremos aquí. Dan una concepción del pasado y la ornamentación que también estará presente, por ejemplo, en Los Nibelungos: las geometrías del vestuario tienen continuidad en los espacios en que se presentan y además, en el caso de Cabiria, dan un toque de exotismo.
El millón y cuarto de liras que fueron invertidos en la película se recuperaron en su distribución internacional, con un gran eco y una gran influencia, dentro y fuera del país. Se considera a esta superproducción lo mejor del cine italiano silente. No sabría decir si eso es cierto o no, pero espero que los lectores de este blog, con lo dicho aquí y con la presentación de otras películas no tan conocidas pero bien hechas, pueda dictaminar por su cuenta y escoger su favorita, que también es una forma de hacer crítica. A algunos, como Fellini, el sólo nombre de Cabiria le sirvió para otras visiones e historias.