Revista Videojuegos

Cables

Publicado el 13 noviembre 2013 por Deusexmachina @DeusMachinaEx

Cables. Uno encima de otro. Con nudos, con conectores europeos, británicos, japoneses. Adaptadores que no caben en la regleta. Polaridades negativas, positivas, dentro, fuera, AC, DC, la vida es dura – y la corriente jodida.

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La Lynx

Volver a disfrutar de un sistema antiguo (o retro, como le llaman) nunca es fácil. La nostalgia suele cegarnos, al igual que lo hace una Game Boy original con su ghosting monstruoso para nuestros estándares actuales. Pero al menos, conectar la Game Boy es fácil – si no hay píxeles muertos. Cuatro pilas AA, que ya escasean en las casas, cartucho, soplido ocasional, y a jugar. A veces, el sonido no se oye, pero es que los altavoces no estaban hechos para durar. Aunque, siendo realistas, ni las portátiles se salvan. Las Game Gear van muriendo como moscas. En una estadística no oficial que me acabo de sacar de la manga se dice que a cada tic del reloj mueren los condensadores de una de ellas. Quizá dos. Y tras eso, todo es negro. La pantalla, el sonido y los recuerdos. Descanse en paz al lado de la TurboExpress. La más robusta, la Atari Lynx, que vaya si petan sus altavoces, tiene otro problema. Quizás en los 90 uno podía permitirse una casa más grande; hoy en día, en 50 metros cuadrados o menos, la Lynx provoca tal consumo de espacio que es un lujo para la clase media de este país. Eres o tú, o la Lynx, o un toldo estilo antiguo que queda de maravilla

Pero no todo se queda en las portátiles. Uno ya tiene una edad y la vista empieza a fallar. Las pantallas pequeñas dejan paso al pantallón. El del salón, donde podemos aprovechar para tomar una cerveza mientras nos reclinamos en el sofá. Si hay tiempo – ese ya es otro tema. En mi caso, la consola ideal es la NES. Una consola que conoces bien, con pocos cables y de juego rápido y directo. Primer problema: sacarla de la caja. ¿Dónde andará? ¿Y el cable de alimentación? Líos de cables hemos tenido todos, pero a poco que tengamos varias consolas o aparatos, el infierno abre sus puertas. Pero imaginad que todo va bien. Que lo tenemos bien ordenadito y a mano. Pues hacemos un poco de espacio, ponemos la NES, conectamos su adaptador AC y la encendemos. Vaya, nos falta conectarla a la televisión. Si es que todavía tenéis una televisión capaz de sintonizar bien el analógico. Si no, siempre nos queda la opción de tener otro cable, el compuesto, para verla en una tele actual. Aunque vaya desencanto al ver cómo se ve en una pantalla LCD o LED. Y en 16:9. Maldición. ¿Quién hubiese dicho que esto sería tan complicado? Lo tenemos. O casi. Porque colocamos el cartucho y, OBVIAMENTE, no funciona. Contactos ligeramente oxidados – y seamos realistas, porque el motivo es bien sencillo, los materiales fueron mal elegidos – pero es otro tema que conocemos. Soplar, soplar y soplar, como el lobo en los tres cerditos. A veces funciona a veces no, y si no, siempre podremos recorrer al bastoncillo y al alcohol. No es que haga falta darle al gin-tonic, claro está, pero un buen alcohol de 70 o 96 grados hará el resto. Con más pena o más gloria, quizá llegado este momento tengamos una NES funcionando – con limitaciones, que ya no tenemos CRT – en el salón.

Parece que ya hemos superado la prueba. Pero no. La prueba de fuego de las PAL o europeas se llama Mega Drive + Mega-CD + 32X. Pruébenlo. Se dice que muy pocos han salido vivos de esa. Para empezar, fuentes de alimentación. TRES. Con sendos transformadores gigantescos. Y eso que amo esas fuentes – se pueden usar en una cantidad ingente de consolas de los 90. Pero ahora, ¿tenemos una Mega Drive original o la segunda? Porque sus fuentes son distintas. El Mega-CD, por su lado, necesita un adaptador como el de la original. Pero el 32X una como la segunda. Ah, y los cables para la TV. También tienen conexiones distintas. La uno tiene salida de antena y conector para el compuesto o RGB, pero la dos tiene un único conector al que conectar una cosa u otra. Pero da igual, lo que necesitamos es un cable para conectar la salida de la Mega Drive a la entrada de la 32X. Jodida mariposa. Perdonen por el taco, pero viene de Kung Pow, que recomiendo si no la habéis visto. Y la 32X a la TV. Pero los adaptadores de corriente no caben en una regleta una al lado de otra. En los VIPS venden unos cubos bastante útiles para estas situaciones pero vaya, creo que queda claro y justificado que más de uno prefiera tirar de emulador aún teniendo la maquinaria original.

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MegaZORD

Aunque cuando nos salimos de la zona de confort ya nos encontramos con episodios de pesadilla. Un ejemplo trágico – en mi caso, con resultado de muerte – es el de las Famicom / Super Famicom vs NES / Super Nintendo. Y es que las dos últimas, en sus ediciones PAL, se alimentan con corriente alterna. Esto, básicamente, lo que implica es que tienen un rectificador interno que convierte los 9V AC que le llegan del transformador a DC (corriente continua). El transformador, a su vez, convierte los 230V de la red eléctrica a 9V. A la práctica, lo que significa, es que una NES o una Super Nintendo funcionan tanto con un adaptador AC como DC (porque si directamente le metemos corriente continua, el rectificador es más feliz y punto). Incluso os puedo decir que la Super Nintendo tiene unas tolerancias brutales – acepta desde 7 u 8 voltios hasta casi 20, aunque mejor no os salgáis de lo nominal. Pero ¿y las japonesas? Pues las japonesas NI DE COÑA. Hay que ir con cuidado, porque ni una ni otra tienen rectificador. A la práctica significa que requieren un adaptador de corriente continua. Además, tiene la polaridad al revés. Conectad un adaptador AC de NES a una Famicom y en pocos segundos tendréis un huevo frito. O, si tenéis más suerte, como fue mi caso, algo de fuegos artificiales – un condensador electrolítico explotando y una nube de humo tóxico. Por si no lo sabíais, la mejor opción para conectar una Famicom o una Super Famicom es… ¡el adaptador de la primera Mega Drive! Quién nos lo iba a decir.

Para más inri, la Super Nintendo americana usa OTRO conector. Mismo tipo que la Super Famicom pero con un cabezal made in America. Y lo digo así porque es tan gordo que entre los adaptadores universales europeos no se incluye un cabezal de ese tipo. Tú, tan feliz, te compras una Virtual Boy americana, la cual se puede conectar a la corriente con el adaptador de Super Nintendo, la vas a probar y oh, maravilla – ni lo intentes. No encaja. Es el de Super Nintendo, sí. Pero Yankee. Así que a comprar un Battery Pack y meterle seis pilas AA.

¿Y si les digo que, hasta aquí, todo es bastante fácil? Podemos hacer equilibrismos más complicados. Podemos coger, por ejemplo, una Atari 5200 e intentar conectarla. Sorpresa: la versión de cuatro puertos no tiene dónde conectar a la corriente. Nos rascamos la cabeza como si todavía fuéramos monos; damos vueltas y más vueltas a la máquina y no encontramos la forma. No lo entendemos. Solo hay un conector – y es claramente el de antena. Pero otro aparato, que con suerte estará en otra caja, tiene la clave de la cuestión. Es la temida switchbox. A esta cajita infernal se le conecta un cable de antena hasta la consola, la corriente y la antena de televisión. Y no en este orden, o verán chispas. Porque saltan chispas, de verdad. Así que dejad la corriente para el final. Además, un fusible interno puede dar un disgusto en cualquier momento. Y con todo conectado, el trabajo a tiempo completo de sintonizar. Ya pueden ir preparando un televisor de tubo viejuno – y aún con eso, no se garantiza buena calidad de imagen o de sonido. Y sin llegar a hablar de la Odyssey, que daría para otro bloque.

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La temida SwitchBox

Pero la roca más grande la forman los ordenadores. Sin duda. Las consolas son un caramelo a su lado. Cojamos un Commodore Amiga 1200, por ejemplo. Pelado, pelado, tenemos pocas posibilidades de sacarle rendimiento. Para empezar, disquetes de 3.5”. Que en su momento eran populares y extendidos, pero hoy en día, entre los que no funcionan y la imposibilidad de grabarlos, nos quedamos más bien justitos. Pero además, la memoria RAM que llevaban de serie era más bien justita. Encontrar módulos RAM para él es difícil y, sobre todo, costoso. Así que tirar para una aceleradora es lo mínimo que nos puede pasar. Le añadimos un disco duro en versión Compact Flash o SD – y no todas son compatibles – y todavía no hay forma de conectarlo a un monitor. Y es que, de serie, la salida era a 15 kHz en horizontal. Los monitores enseguida pasaron a ser de mínimo 30, así que no se ve. Y aquí entra en juego la llamada scandoubler – que básicamente, dobla la frecuencia – y nos permite verlo. Los billetes vuelan a cientos. Una vez en funcionamiento, nos queda toda otra historia. Tener su ratón, su fuente, su joystick. Instalar el sistema, configurarlo y hacerlo todo en un entorno que tiene más bien poco que ver con un MS-DOS o un Windows. ¿Fácil eh? Eso sí, arranca infinitamente más rápido.

¿Se puede rizar más el rizo? Siempre. Esa vuelta de tuerca es – ¿y si el ordenador es japonés? Queridos, todo este rollo viene a cuenta de uno de mis últimos fichajes – el Sharp X68000 – que si una cosa me ha dejado bien clarito es que con algunos límites más vale no jugársela. Y no solo por su precio, sino por todo lo que viene después.

Para quien no conozca la máquina, el Sharp X68000 es, en resumen, un ordenador con una CPU Motorola 68000, de donde coge el nombre. A veces llamado “el Amiga japonés”, yo huiría de dichas comparaciones pero quizá sea útil para hacerse una idea. En realidad, el Sharp era mucho más similar a las máquinas arcade del momento, hasta tal punto que servía como máquina de desarrollo para las máquinas CPS de Capcom. Sus juegos de la compañía nipona y también de Konami son de lo más fidedigno que se puede encontrar todavía hoy en día.

Pero vayamos a la que importa, que no hemos venido a hablar de la X68000 en sí. Vamos a comprar una máquina. Supongamos que la encontramos (no es fácil) y que esté todo bien – ya paso de hablar de los múltiples problemas de condensadores que suelen tener las máquinas que ya han cumplido 20 años, que los diseños electrónicos no están pensados para durar eternamente – pero, ¿y ahora qué? Para empezar, grosso modo, hay dos formatos. La máquina grande, en plan las dos torres, que usa disquetes de 5,25”. Y la Compact, con discos de 3,5”. Si tenemos la primera, con discos de arranque y algún juego comercial que nos puede costar un ojo de la cara quizás tengamos para empezar. Con la segunda, formato para el cual no aparecieron juegos comerciales (o muy pocos), ni eso.

Podríamos copiar o preparar disquetes de 3,5” por nuestra cuenta – hasta que recordamos que las disqueteras desaparecieron de los ordenadores a principios de la década pasada. De hecho, los propios disquetes, ¿dónde nos haríamos con ellos hoy? Hay sitios que siguen vendiendo, como los que siguen vendiendo cintas de casete, pero no sabemos hasta cuándo. Así que, para empezar, con una máquina de varios cientos de pavos estamos jodidos.

En mi caso tuve la suerte de poder hacerme con el pack completo, pero vamos a contarlo por fragmentos, para reflejar el infierno que puede ser empezar de nada. Ya que no tenemos disquetes – ni vamos a tenerlos – existe otra opción: un disco duro. Estos son fáciles de encontrar. ¿O no? Bueno, ya sabemos, no creáis. Estamos hablando de discos duros SASI en las primeras versiones – ni lo intentéis – o SCSI, de capacidades pequeñas – el mío es de 300 MB – en versiones posteriores. Además, externo. Discos externos SCSI de principios de los 90. Imaginen. Obviamente, no es todo – hace falta un adaptador adicional para conectarlo al puerto trasero del ordenador. Adaptadores que tampoco encontraremos en El Corte Inglés. El Sharp X68000 puede arrancar desde el disco duro externo, así que bastará con instalar el sistema operativo y los juegos en él. ¿Cómo? Ni idea. Así me vino y no pienso tocarlo. Si tengo que buscar un PC Compatible de los 90 para ponerle un disco duro SCSI donde grabar software de la Sharp X68000 estoy altamente jodido. De nuevo.

Ya tenemos ordenador y tenemos disco duro, por arte de magia, vamos a dejarlo así. Pero queremos disfrutar del sistema al máximo. El sonido es un punto especial en esta máquina. Tiene un sintetizador interno Yamaha que en su momento era de altísimo nivel – y se nota – pero hay algo que convierte a la X68000 en algo mágico – sus capacidades MIDI. Es, sin duda, la cima musical del momento. ¿Y es fácil? Ya sabéis la respuesta. No. Para empezar, necesitamos una placa MIDI I/O, que se conecta en la bahía de expansión. Esa placa es la que es capaz de sacarle ese rendimiento a la máquina, pero claro, no iba a ser todo. MIDI, como muchos sabrán, es un estándar para transmitir información musical – un paso de gigante desarrollado en los 80 – pero no todo es transmitirla, sino que también hay que interpretarla. Así que necesitamos un módulo sintetizador MIDI y hay dos modelos de Roland especialmente preparados para ello – el SC-55 y el MT-32.

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Roland SC-55 – Precioso, ¿eh?

Suponiendo que podamos obtener uno, ahora creemos tenerlo todo. Vamos a conectarlo y, obviamente, sorpresa – conector japonés. No basta con un adaptador, la fuente de alimentación interna del bicho hace necesario proporcionarle corriente a una tensión de entre 100 y 110V, mientras en nuestros enchufes europeos tenemos 230V de tensión efectiva. Así que nos hace falta un transformador. Corremos a la primera ferretería que nos viene a la cabeza, llegamos bien sudados y, oh maravilla, prácticamente no saben ni de qué les estamos hablando. No tienen. ¿Dónde puedo encontrar uno? “Tendrás que buscar una tienda especializada en repuestos eléctricos”. Cabizbajo me vuelvo a mi casa. Aunque me cruzo con un personaje que es mucho más importante en nuestras vidas urbanitas de lo que parece: mi portero. Aparte de cargar con la carga (valga la redundancia) de los múltiples paquetes recibidos a mi dirección, es una fuente de sabiduría del barrio. Así que le pregunto y voilá, me indica dónde podría encontrar uno. El sudor vuelve a aparecer – ahora que ya se había secado – pero me planto en esa dirección en un momento.

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Parte trasera Sharp X68000

“¿Me pondrá un transformador para poder conectar este aparato japonés (le muestro el transformador del Roland, que para el caso me sirve) a la corriente?” Me contesta que solo tiene americano – español y a la inversa. “El americano me sirve, a la práctica es lo mismo, necesito poder conectarlo en mi casa”. Me pregunta que si de 50W me vale. Hago mis números mentales rápidos – craso error – y le digo que sí. Que me dé dos, uno para el Roland y otro para la Sharp. Me da el que claramente está marcado en rotulador como americano, 12 pavos cada uno, y a casa corriendo que los nervios me pueden.

Hay veces que mejor no confiarse. Y hay veces en las que no te fías pero, en todo caso, tampoco eres todo lo cuidadoso que deberías serlo. Esta es una de ellas. Llegas a casa y procedes. Para probar el transformador decides no hacerlo en la Sharp – por si acaso – sino con el Roland. Esto constituye la parte buena, la de no confiarse. Lo conectas y funciona. El Roland enciende y todo parece ir bien. Parece, porque en cuestión de segundos, explosión. Humo. Olor a quemado. Suerte que se inventó el interruptor diferencial, que salta al instante. No hay peor momento que los posteriores a quedarse sin luz en casa por un problema eléctrico. Y por el presentimiento que te has cargado algo – y no precisamente barato. Sin entender nada – y a oscuras – te acercas al cuadro de interruptores y palpas hasta encontrar el diferencial, que vuelves a subir. Se hace la luz y es momento de calibrar los daños. El transformador ha petado. El Roland, que tiene un transformador externo y que, además, se puede usar con el transformador de una Mega Drive, por ejemplo, no parece haber sufrido daños. Lo probamos con este último y funciona. Suspiro de alivio. ¿Qué coño ha pasado? Pues que en la ferretería me dieron un step up converter. STEP UP. Que convierte de AMERICANO a EUROPEO. Así, de 110 a 230. O lo que es lo mismo, si le metí 230V, por unos instantes intentó doblar esa tensión. Sí, mi Roland estuvo expuesto durante unos instantes a más de 400V. Suerte del transformador intermedio que lo amortiguó. Si hubiese sido el Sharp ahora mismo estaríamos hablando de fritura de la buena.

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Transformador correcto, para ESP…arta?

Así que vuelvo a la ferretería, con un transformador todavía caliente. Ardiendo, diría. Le digo que me ha dado un Step Up en vez de un Step Down, que no lo puedo entender, si yo traía el aparato que quería conectar – ¿tan difícil era? Me dicen que “Aaaaah!”. ¿Aaaah? “Entonces tú necesitas ‘el otro’”.  Y me los cambian por unos en los que pone, escrito en bolígrafo, “ESP”. ¿What the fuck? No sé quién inventó la nomenclatura, pero lo cubiertas de polvo que están sus cajas me hace plantear muchas preguntas. Ahora sí, me digo para mis adentros. Y volvemos a intentarlo.

Vuelvo a conectarlo a la corriente y esta vez, sin conectarle nada, uso mi multímetro. Mido la tensión en los bornes y, efectivamente, 110V bien limpios y clavados. Conecto el Roland de nuevo y, esta vez sí, todo funciona. Voy a llorar. Siguiente paso, conecto el Sharp X68000. Parece que se enciende. Bien Marçal, bien. Y conecto la salida RGB (con un adaptador VGA – ¿lo dudabais?) a la entrada VGA de la televisión – una de las modernas – que en teoría lo soporta. Pero un solo mensaje en la pantalla que reza “NO SYNC”. Chapêau. Todo esto para quedarte como un tonto viendo ese entretenido mensaje. Pues a mí no me paran. Conozco que la Sharp X68000 estaba pensada para usar frecuencias de refresco horizontales bajas (15 kHz y la rara 24 kHz), pero debería funcionar con pantallas de 31 kHz. Así que procedo a mover mi otra tele moderna hasta la mesa donde reposa el ordenador japonés y lo conecto. La respuesta – no signal. Tendré que buscar un jodido monitor CRT. Pero este viernes noche no voy a jugar. Snif.

Sábado a primera hora, en la puerta de un Cash Converters. Juraría haber visto monitores CRT tirados de precio en esas tiendas. Y tanto tirados – ya no tienen. O eso dicen. Así que decido dar una oportunidad a los monitores de ordenador planos pero antiguos. Encuentro una NEC que me da excelentes vibraciones (al fin y al cabo es japonesa) y me la llevo. Pero cuando el vendedor vuelve con ella, no encuentra los cables. Desgraciados. Así que me tengo que decidir por una Philips “probada y sin problemas”. Le digo a la vendedora que la necesito para probar un ordenador japonés del 87 y, ante la posibilidad de que se encuentre delante de un asesino en serie, me dice que si no me sirve que puedo devolvérsela. De acuerdo. Así que me llevo ese tocho para casa, la conecto y, como pasa en las películas, no sync. NO SYNC. Además, tiene una santa línea de píxeles azules muertos que, para el caso, me habrían obligado igualmente a devolverla – cosa que hice sin muchos problemas. Debo decir que la jefa de la franquicia – que debe aprobar las devoluciones – no se lo tomó muy bien, pero eso ya me la sudaba.

He dicho craso error al calcular la potencia requerida. La verdad, el error no fue tan grave, pero sí clave en todo este embrollo. El adaptador que tenía entre manos era el del Roland. A 9V y 1200 mA nominales, en corriente continua. PIV. Potencia (en Watts) es intensidad (en Amperios) por tensión (en Volts). Así, 9V por 1,2A da 10,8W. Para picos y transitorios, siempre es recomendable contar con coeficientes de seguridad, y a los ingenieros nos gusta un mínimo de dos. Si fuese un ascensor hablaríamos probablemente de cuatro, así que tranquilos al subir en uno. Sea como sea, si quiero unos 20W como máximo, con 50 Watts me sobro. La Super Nintendo o la Mega Drive, por citar algunas, tienen consumos muy parecidos así que supuse que con 50W también bastaría para la Sharp. Aquí está el craso error. Tras el triple fiasco con el monitor empecé a sospechar de este tema – y, tras preguntar, la Sharp requiere entre 90 y 100W de potencia para funcionar. Normal, estúpido, no deja de ser un ordenador. Los PC consumen del orden de 300 a 500W, así que podía imaginármelo. Total, que me olí que lo que yo necesitaba era, en realidad, un trafo de 300W. Así que el segundo transformador de 50W lo guardé para la Virtual Boy y la Super Nintendo Jr. y a buscar uno más grande.

Amazon. Esa tienda abierta un sábado a media noche. Encontré lo que buscaba – y lo compré. De un vendedor del marketplace. Me cobraron y pensé: lo tendré antes del final de la semana que viene. En paralelo, iba buscando un CRT. Lo encontré en unos clasificados, barato y además, con altavoces integrados, lo que me parecía la hostia para mis fines. No lo tendría hasta el viernes siguiente. Y así pasó el domingo, un domingo incierto.

Lunes a primera hora, mail de Amazon y del vendedor. Que me cancelan el pedido y me devuelven el dinero. El producto pesa demasiado para mandar a España. You gotta be kidding me. Me pongo de inmediato a buscar una tienda física en Madrid, que encuentro más rápidamente de lo que pensaba. Su web es infumable, pero ojo, tienen teléfono. Les llamo, pregunto si tienen, y sí, lo tienen y disponible. Le digo que me guarden uno, a lo que me contestan con “tranquilo, que tenemos dos o tres”. Guárdenme uno igualmente, a ver si a alguien le entra la fiebre y se los acaba. Salgo rápido del trabajo y llego justo a tiempo de recogerlo. Además, a mitad de precio. Si es que, a veces, nos olvidamos de que la antigua usanza sigue siendo una opción válida cuando las cosas se hacen bien.

Hoy no voy a ir al gimnasio – necesito probarlo. Lo conecto con el transformador (previamente probado con el multímetro) y el Sharp hace un ruido que no había hecho hasta entonces. Arranca. Despega. Se enciende y lo sé. Lo maldigo todo. Sigue sin funcionar en la televisión del salón. Pero en mi televisor LED de 22 pulgadas se produce el milagro. El ordenador ha arrancado. La alegría me llena. Además, me sorprendo de cómo me manejo en su sistema operativo Human68k. Siendo de Hudson Soft, será por la simpatía que les tengo. Procedo a un juego de poca carga, Nemesis 94 y voilá – a jugar. Con un mando de FM Towns, pero vaya, cualquier compatible MSX nos sirve.

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Daimakaimura dice que NO.

La felicidad se acaba al intentar cargar Daimakaimura. O Final Fight. Del primero, una pantalla en japonés de la que no entiendo nada – aunque me huelo algo. De los segundos, pantalla negra y NO SYNC. ¿Whaaaaat? De los segundos, deduzco que la pantalla no acepta su frecuencia de refresco, así que los olvido hasta que tenga una CRT. Pero el primero debería funcionar. El mensaje de error, como me temía, es que no tiene suficiente RAM. La mayoría de juegos no requieren más de dos MB, pero hay algunas excepciones. En todo caso, mi máquina venía con una expansión de 6MB (que cuesta el otro ojo de la cara si lo tienes que buscar – y ciego no se puede jugar) que elevaba la cantidad de RAM hasta los 8MB con lo que no entiendo nada. Además, de la Sharp X68000 no es precisamente que abunde la información online, pero en la pantalla inicial algo me dio una pista: parece que solo me marca 1425 KBytes como libres. ¿Se habrá jodido la memoria con los líos de corrientes? ¿Será por el transporte? ¿Mi electricidad estática?

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Free memory. Sospechoso.

Así que decido abrir la máquina. Me da respeto, pero es necesario. Aunque no veo por dónde diablos tengo que abrirla – así que me pongo a ver vídeos en Youtube. Ni uno de una Compact, pero quizá me valga con los mismos principios de la original. Y, en un momento de despiste, todas las piezas encajan. Resulta que un yankee dice algo de un fichero llamado switch.x, que viene a ser como la BIOS de esta máquina. Así que voy a probar. Me meto en command, que deduzco que me lleva a la línea de comandos. Sí, ya estoy allí. Escribo switch.x (los .x son como los .exe en Windows, para entendernos) y magia. Pantalla de configuración. Primera, MEMORY. Y está en 2048 KBytes. Escribo, a manija, 8192. Ocho malditos MB. Guardo, reinicio y lo tengo. Más de 7 MB libres. Tras eso, prácticamente todo lo que no es de Capcom funciona perfectamente. Y con su MIDI. Eso sí, la pantalla descentrada. Sigo esperando el CRT.

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El fichero Switch.x de marras

 Y es que resulta que los de Capcom tienen otro problema. La frecuencia usada de serie para ellos es de 15 kHz – que no los admite la pantalla. Así que la única forma de cambiar el modo es hacer los movimientos en el mando a ciegas y rezar para dar en el blanco. Hay alguna guía en internet (del estilo “Pulsa botón, abajo, botón, abajo cuatro veces y derecha”) pero lo mejor es coger un emulador, cargar el juego y aprenderse los movimientos. Tras eso – y no pocos intentos – se consigue ver todo. Por fin.

Llega el viernes y voy a por el monitor CRT. Vaya muerto. Ya no me acordaba de lo que pesaba uno – y no sé donde lo voy a meter. Pero necesito probarlo, y por menos de ocho euros, vale la pena intentarlo. Tras quedar con el vendedor, recogerlo – no sin problemas de puntualidad – e instalarlo, efectivamente funciona bien. Pero para aprovechar sus altavoces integrados, hace falta otro cable: un simple macho macho de jack de 3,5mm. Estoy harto, pero he quedado y salgo un momento. Paso por mi calle y recuerdo que existe una vieja tienda de aparatos eléctricos. “Preguntaré”. Me abro paso entre televisores CRT mastodónticos, radios y, ojo, reproductores de vídeo VHS nuevos a la venta. Por un momento me pregunto si he regresado a principios de los 90. Por si acaso, pido el cable – que tienen – pago (en euros) y me piro.

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Todo conectado. Foto real.

Al regresar, monto el set-up completo. Eso es gloria. Pero no sé si lo es más por la X68000 o por el esfuerzo. Y la gloria momentánea deja paso a la preocupación más frustrante. ¿Cuánto queda para que desaparezcan todos los componentes que he requerido? ¿Cuándo morirá hasta el último condensador de estas máquinas? ¿Cuándo nos será, de facto, imposible utilizar alguna de ellas?

Sea como sea, el destino, cruel de por sí, se reservaba la última carcajada. Un CRT está reposando en el mismo Cash al que fui, desde hará unas semanas, por 2,5 euros. Me parto.

La entrada Cables es 100% producto Deus Ex Machina.


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