Las cabras procrean, quiérase o no, y entre las crías siempre hay machos, claro, y estos no dan leche. Una posibilidad sería castrar los cabritos y destinarlos al consumo.
El modo más humano de castrar a una cabra o cualquier otro animal es la aplicación de anillos elásticos mediante un dispositivo especial que puede comprarse en comercios de material ganadero. La castración por medio de la banda elástica o el elastador es una pinza cuya función es dilatar un anillo de goma. La presión ejercida por el anillo impide el riego sanguíneo haciendo que el tejido se seque y se caiga.
Otro método es la castración con emasculador, una pieza compuesta por dos palancas cuya función es seccionar, mediante compresión, el cordón espermático. Se pone el cordón entre la pinza y se comprime durante 1 o 2 minutos, De esta forma, el cordón pierde su continuidad.
Y la castración quirúrgica que consiste en extraer los testículos por medio de una incisión. Es el ganadero el que decide.
Un cabrito se vuelve muy viril a los tres meses, mientras que un cordero no adquiere caracteres masculinos hasta la edad de seis meses aproximadamente. Muchos de los criadores de corderos no se molestan en castrarlos, pero los cabritos deberían castrarse a no ser que se pretendan aprovechar para el consumo antes de los tres meses (después su sabor resulta muy fuerte).
La carne de macho cabrío castrado sabe tan bien como la carne de carnero, especialmente si se escabecha en aceite o vinagre, o en aceite y vino, pues tiene poco sebo comparada con la carne del carnero; la carne del cabrito de hasta seis meses es idónea para asar con diversas hierbas y salsas picantes. La del macho cabrío no castrado tiene un fuerte sabor a carne salvajina, y es preferible escabecharla en vino y vinagre durante tres días y sazonarla después con curry.