En mi jardín me refugio silenciosa, recobra sentido aquellas palabras que el tiempo las dejo flotando en una red invisible. Cada oración leída, se transforma en un consuelo para mis madrugadas de insomnio. Acaricia de alguna forma el alma, la llena de motivos para seguir. Siento un deja vu en esas palabras, atravesaban una distancia pero a la vez era tan grande la fuerza de mantener encendido ese fuego que todo era ínfimo. Esa promesa donde pronto todo iba a suceder sobrevivió por años y nos mantuvo unidos de forma sutil. Leer hojas enteras te hacen estar cerca mio, es volver a experimentar ese tiempo donde percibía tu energía merodeando y no encontraba explicación de aquello que sucedía. Me hace creer todos los días que la tempestad esta por cesar, que por fin va a llegar esa calma que tanto deseamos. La paciencia se vuelve una aliada en estos tiempos, mientras el mundo se encuentra aterrado por un virus que no deja de expandirse. Yo me aferro a la promesa de que cada día es uno menos para alcanzar la paz que tanto anhelamos. La noche se vuelve tortura, pero aprendí que aun en la distancia, te puedo susurrar un puñado de palabras y el viento se encarga de hacértelo llegar..