Revista Opinión

Cadenas desherradas, eslabones

Publicado el 19 junio 2014 por Vigilis @vigilis
Qué quieren que les diga. Ni fu ni fa. Me he quedado igual que como estaba. La pantalla que me mostraba la proclamación de Su Majestad no logró transmitirme ninguna partícula de magia. No me llegó ningún halo de gracia, ningún flujo de esperanza, nada. Un acto protocolario con gente desconocida vestida de bonito, comentarios graciosos en twitter. Nada. Y así debe ser.

Cadenas desherradas, eslabones

El Rey sin esos dos señores que tiene delante sería un fulano disfrazado.

En la firma de la ley de abdicación, primero firmó el padre del Rey y a continuación el presidente del gobierno. Si sólo firmara el padre del Rey, esa ley valdría poco más que un pagaré en la barra del club Paradiso, carretera de Murcia kilómetro 234. Pero la firmó el presidente del gobierno. Y al día siguiente en la proclamación, Su Majestad Felipe VI juró sobre la constitución. Un texto que aprobaron unos señores hace mucho tiempo con el beneplácito de la mayoría de la población. Es decir, todo lo que rodea este cambio en la Jefatura del Estado, tiene que ver con un consentimiento. El Rey no es sólo rey por ser hijo de su padre, sino porque le damos permiso para serlo.
"El rey reina pero no gobierna", se suele decir. Pero si nos centramos en lo que dicen los enemigos de la prudencia, parece que el rey de España manda más que el Líder de Irán, el Comendador de los Creyentes de Marruecos, el presidente de los Estados Unidos o el Papa. Toda su queja se reduce a la simple creencia de que nuestro sistema político es una estafa. Esta idea mágica, tan cara a los republicanos sólo de nombre, es una de las aproximaciones a ese conjunto de ideas que sostienen que somos un país anómalo. Idea, por lo demás, transversal en el espectro político.

Cadenas desherradas, eslabones

#facepalm. Vía El confidencial

Todos los grupos políticos sin excepción comparten la idea de que España no es normal. La definición de lo que es normal varía según a quién le preguntes, pero por resumir, están todos de acuerdo en que hay que padecer o compadecer a España. España como proyecto inconcluso, España como país que no culminó su proceso de construcción nacional, España que choca con las distintas sensibilidades que alberga (?), España como proyecto de una clase para el dominio de otra clase, España como vaca a la que ordeñar. Como digo, según a quién preguntes, la gente padece a España o compadece a España.
Esto no es nuevo. Nuestro país, como otros (pocos) países, plantea la duda de qué demonios es. En el caso concreto que nos ocupa tenemos algo especial: nuestro parcial proceso de construcción nacional se ve influido por el éxito de la Leyenda Negra. La característica más importante que nos define es que hay españoles que no quieren ser españoles. Y otros españoles que sólo conciben una forma de ser españoles. Estas dos posiciones chocan y llevamos así desde hace unos cien años. Poco tiempo en realidad, pero el tiempo más reciente siempre parece el más importante.

Cadenas desherradas, eslabones

En un reciente sondeo, Alberto Núñez salió como político mejor valorado por los gallegos. El PP de Galicia es tan austro-húngaro, que no para de generarle banquillo al PP nacional. Es la Masía del PP.

Para evitar este choque, lo suyo sería saber qué lo causa para ponerle remedio. Yo sospecho que algo tiene que ver el hecho de que España ya estaba allí antes de existir una España constitucional. Si fuéramos un país africano descolonizado y nuestro país fuera una construcción política reciente y perfectamente conocida su razón de ser, no tendríamos este problema. Pero España ya estaba aquí antes. La aprobación de la Constitución en 1978 no marca nuestro año cero.

Cadenas desherradas, eslabones

Escudo de armas de Juan Carlos I a la izquierda y el de Felipe VI a la derecha. Se quita la cruz de Borgoña (única en los estandartes reales de España), el yugo y las flechas de los Reyes Católicos y se cierra el toisón de oro en torno al escudo, quedando así más compacto, como el de Amadeo I. El color de fondo del estandarte cambia de azul oscuro (otra excepción de Juan Carlos I) al carmesí tradicional, ya empleado desde Felipe II hasta Fernando VII el Felón, a quien Dios confunda.

Claro, Su Majestad representa a España (mejor dicho, a los españoles), por tanto, todo el que ve a España como un error histórico y político se posiciona contrario al Rey. Es justo reconocer que hay otros que estamos políticamente en contra de tener rey y no necesariamente en contra de España, pero como nuestra posición requiere más de treinta segundos de explicación, simplemente no aparecemos en el debate. Un debate que cíclicamente en nuestra historia contemporánea se lleva a los extremos.
Tal vez esa inclinación por adoptar posiciones extremas sea algo que compartamos los españoles. Al fin y al cabo, el deporte nacional es matarnos a palos o poner a caldo a nuestra vecina de patio. Tan solo una novedad extraña en nuestra historia es capaz de hacer que el choque discurra por vías pacíficas: nuestra última constitución. Descartando la vía pacífica tenemos la represión de media España con mano de hierro. Esa misma mano de hierro que hoy quiere desposeer a todos los españoles de sus derechos y libertades, creando jaulas disjuntas de homogeneidad impuesta por el método de la construcción nacional sobre la capa de la nación realmente existente. Proceso este que en perspectiva histórica ya sale caducado de casa.
Pero estas divagaciones tienen carácter político y el Rey es un mandado. Como los demás que visten de bonito en las fotos. Eso que nadie lo olvide.
Más:
  • Mensaje de Su Majestad el Rey en su Proclamación ante las Cortes Generales
  • Vicenç Navarro y su subidón de LSD:  «unanimidad en todos los mayores medios de información (...) con una clara marginación de las izquierdas radicales, que son excluidas sistemáticamente de tales medios».
  • Una señora en Lo Diario: «La propaganda al servicio de la monarquía es tal que se presenta como democrática la coronación de alguien que no ha dicho ni mu sobre los recortes, los desahucios, la sanidad y educación públicas, las pensiones y la jubilación, el crecimiento de la desigualdad, el papel del Banco Central Europeo o el FMI, por citar algunas de las cuestiones que más nos afectan». 
  • Como respuesta valdría esto que dice mi paisana Cristina Losada: «Yo no sé si los que piden al Rey que ponga en marcha tal o cual giro político, el que interesa al peticionario, son puros ignorantes o puros aprovechados, de los que saltan sobre la ocasión a fin de publicitar su propia agenda. Sea como fuere, sus demandas tienen un aire retro, de época de miriñaques, de cortesanos y súbditos. He ahí a políticos de una democracia requiriendo de un rey sin poderes que haga lo que ellos quieren, por encima y a pesar del Gobierno democráticamente elegido. Esto no sólo es ridículo, que también. Es el signo de una voluntad de saltarse las reglas del sistema político».
  • Y de música de fondo esto y esto.


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