Hay títulos tan sugerentes que crean una determinada ilusión en la persona que se acerca por primera vez a la novela. Son títulos que provocan voluntariamente altas expectativas en el lector, el cual, a medida que avanza en la lectura, comienza a sospechar que lo que se va a encontrar al final del desierto no es más que un espejismo. Cuando esto ocurre suelen salir a relucir una serie de gestos cuya realización concreta dependerá de la naturaleza intrínseca del lector. Si es uno ingenuo se le irá abriendo la boca y los ojos de par en par, siempre la primera con mayor amplitud que los segundos, por simple comodidad, claro está. Si, por el contrario, es una persona suspicaz y versada en esto de la lectura literaria se producirá el efecto inverso: apretará los labios y fruncirá el ceño. El último movimiento, que es el más cansado, es el del lector incrédulo. Si es una persona de poca fe la que se enfrenta a esta situación adoptará un gesto combinado, que es el de pestañear más veces de las acostumbradas y el de frotarse los ojos con las palmas de las manos.
Caín
José Saramago
Editorial: Alfaguara
Los últimos de esta clasificación, y por ello los más interesantes, son los títulos incluidos en la categoría ‘caleidoscopio’. El lector, llevado a engaño por este tipo de título, cree saber lo que verá en el interior cuando se asome, así que se lanza candoroso a la lectura. Sin embargo, línea tras línea va descubriendo perplejo el bello caos de colores y formas que se ocultaba ahí adentro. Cae en la cuenta entonces de que el título era solo un cebo.
A este último tipo de títulos pertenece 'Caín', de José Saramago. El caso de este bíblico personaje es conocido por todos, pero que no espere el lector encontrarse con una obra centrada exclusivamente en esta antigua historia. El fratricidio es solo el pretexto para que podamos ir descubriendo el resto de historias y personajes traídos directamente del Antiguo Testamento.
Este libro es la crónica de un viaje muy peculiar. Caín, condenado a vivir “errante y perdido por el mundo”, se pasea a saltos en el tiempo y en el espacio por algunos de los distintos momentos y escenarios que componen los primeros libros de la Biblia. En su viaje conoce, convive e incluso interviene con algunos de los personajes más célebres —Moisés, Noé, Abraham— en las misiones que Dios encomienda. En estas idas y venidas Caín descubre un lugar común, que “la historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros lo entendemos a él”. Y es que si algún color destaca en este caleidoscopio que es Caín es la ironía con la que Saramago hila esta peculiar exégesis.