No sé si alguna vez les ha pasado, pero a mí hay ocasiones en las que me ocurre bastante seguido. ¿De qué hablo con tanta intriga? De esas veces que llegamos a la verdulería, el mercado o el supermercado y nos encontramos con la verdura o fruta ideal; ésa que está en su punto (ni muy muy, ni tan tan), hermosa, pareja (pero, de la naturaleza; nada de transgénicos, por favor...), perfecta para cocinar o comerla sin mayores preludios.
Bueno, llegaba yo a la verdulería de siempre cuando vi ese zapallo anco (en la familia lo llaman por su verdadero nombre: Cucurbita moschata, pero yo le digo anco de manera cariñosa) que parecía que me estaba esperando. Es que verlo y sentir el flechazo fue todo uno... Hermoso, parejo y anaranjado. Listo para saltar a mi bolsa. ¿Qué quieren que les diga? No pude resistirme. ¡Lo admito! Y aquí estamos, a punto de preparar calabaza (o anco) relleno. Una receta que no falla a la hora de tentar a los más chicos de la casa cuando le escapan al zapallo cada vez que lo ven entrar en el chango o en la bolsa de las compras (y después nos andamos preguntando dónde están nuestros hijos porque no los encontramos por ningún lado y ya llevamos revisando la casa hace más de dos horas...).
Primero, les cuento qué ingredientes vamos a necesitar para preparar esta receta muy simple, gustosa, rendidora y muy sana.
Para comenzar, lavamos bien el anco, lo cortamos a la mitad de manera longitudinal, le quitamos las semillas y la parte fibrosa que las acompaña con una cuchara y disponemos ambas mitades en una placa para horno. Las rociamos con un delgado hilo de aceite neutro (nada más) y las ponemos a cocinar hasta que la pulpa esté muy poco firme.
Podés hervirlo si lo deseás, aunque no te lo recomiendo porque pierde muchos de sus nutrientes. En el caso de que no prefieras cocinarlo en el horno, podés hacerlo al vapor. En ambos modos de cocción (horno y vapor), el puré que obtendrás será mucho menos aguado que en la versión hervida.
Así es cómo debe verse la pulpa al momento de removerla de su cácara para, después, preparar el puré con ella: ya perdió toda la firmeza, pero no se deshace al pincharla con un tenedor porque todavía ofrece una pequeña resitencia. Si observás con atención, incluso, la pulpa ya se separó de las paredes de la cáscara del zapallo.
En ese momento - ayudándote con una cuchara -, quitarás la pulpa y la reservarás (sin condimentar) en un bol.
Dejale una minúscula capa de contenido adherida a la cáscara para que el zapallo no pierda toda su forma y elegancia, pero cuidando de no exagerar para que el sabor del relleno sea delicioso hasta el último bocado.
¿Por qué aclaro esto? ¿Por qué insisto en hornearlo, condimentándolo sólo con aceite? ¿Por qué todavía no indiqué que sazonaras el puré? (Tal vez ya lo sepas, pero no está de más recordarlo para los que recién se inician en la cocina o no tienen tanta experiencia como vos...). Simple: si lo condimentamos - en cualquiera de sus etapas - nuestro hermoso zapallo comenzará a deshidratarse, desluciendo nuestra receta y perdiendo sabor en un charco de color anaranjado. ¡Por eso, ansiosos por estrenar esos condimentos recién adquiridos, abstenerse! Ya llegara el momento.
Ahora, cortá en pequeños cubos (o en juliana o pluma, si lo preferís) 1 cebolla grande. Hacé lo propio con un paquete no muy grande de puerros.
Además, desgraná 1 choclo previamente cocido al vapor (sí, puede ser hervido; pero, en el agua se le escaparán muchos nutrientes que al vapor quedarán intactos) y picá unas 2 cucharadas colmadas de ciboulette.
En una cucharada de aceite neutro rehogá la cebolla con el puerro. Condimentá con sal, pimienta, orégano, tomillo, nuez moscada, ajo deshidratado, laurel machacado en mortero y pimentón. Luego, añadí el choclo desgranado y, algunos minutos más tarde, 3 cucharadas bien copetonas de queso crema light (reducido en grasas o el de tu gusto) y 1 huevo de campo.
Revolvé bien, integrá todo y no dejes que el huevo coagule (no te hagas problema por nada eferido a la sanidad porque terminará de cocinarse en el horno dentro de algunos segundos).
Ahora sí llegó el momento de condimentar el puré (que está sequito, sequito porque no lo sazonamos antes).
Mezclá los vegetales con el puré y añadí el ciboulette picado. Con una cuchara, rellená las mitades de zapallo hasta cubrir muy generosamente las cáscaras casi vacías (yo no condimenté esa pequeña capa de pulpa que dejé adherida a la cáscara porque no quería que sudara en el horno, pero si lo deseás podés añadirle una pizca de sal y pimienta antes de completar las mitades con el relleno). Cubrí con abundante queso rallado o en hebras, condimentá con pimienta recién molida y nuez moscada recién rallada, y espolvoreá una tupida lluvia de semillas de sésamo integral.
Llevá a horno moderado para que se gratine y serví acompañado de una ensalada de tomate y lechugas o con ensalada de hojas verdes (rúcula, berro...).
Es una propuesta más para emplear un vegetal que - generoso como pocos - nos complace con purés, tartas, tortas, pasteles, muffins, budines, dulces, postres, relleno, en rodajas...
Para tentar a grandes y chicos con la combinación de sabores (podrías añadirle alguna legumbre, emplear arroz como parte del relleno, incluir hongos o setas y tomates, o alguna carne si es de tu preferencia) y dejarlos más que satisfechos.
Esta es una receta para que los chicos no se escondan cuando te ven llegar con el zapallo en la bolsa de las compras, para que tu marido no haga pucheros cuando le digas el menú del día, para que te luzcas pasándole la receta a tus amigas (y a la recepcionista del gimnasio, a la señora del 9no. "A" que te cruzaste en el ascensor, al repartidor de diarios y al señor con el que charlaste en la sala de espera del traumatólogo mientras esperabas que te atendiera el médico)...
Sencilla en su preparación y riquísima en su degustación. No hay mucho más que pedirle a tan noble hortaliza.
Antes de despedirme quería agradecerles a todos los que me han felicitado, saludado e instado a continuar avanzando, progresando y mejorando mi actividad como blogguera culinaria. ¡Gracias a todos! Enormes cariños para ustedes.
Y, ya que estoy agradeciendo, nombro también a Don Blogger que apenas terminé de quejarme (y como para dejarme en ridículo nada más, está clarísimo...) solucionó el problemita de mis amigos que no podían verse en mi blog. Está visto que hay que quejarse para que las cosas mejoren. ¡Ay, Don Blogger que también sos hijo del rigor! Jajajaja.
Les mando muchos besos y los espero la semana que viene con más recetas e incoherencias (no me dejen sola que es muy feo andar de incoherente y solitaria). ¡Bon apétit, mis amigos!