Hubo un tiempo en que la Navidad no comenzaba hasta que ése turrón volvía a casa por Navidad o las burbujas de cierto cava catalán invadían la pantalla. Y todo el mundo estaba pendiente de ese espot. Larguísimo. Cuidadísimo. Que prometía lujo, glamour. Famosos. La notoriedad una marca aumenta muchísimo cuando se asocia a una cara conocida. Y si se hace con humor, más. De ahí que la publicidad emocional cada vez esté ganando terreno. Pero no siempre funciona.
El humor, en publicidad, puede ser un arma de doble filo. El primer ejemplo. La marca de comercialización de chorizos patrios que recurre, de nuevo, a no renunciar a una determinada manera de ver la vida. Tan nuestra, tan patria, tan española. “Porque uno puede irse pero no hacerse”, dicen. Nótese la sutileza. Se trata de hacer gala de un nacionalismo rancio, una llamada a la unidad, en un espot en el que no se nombra ni una vez la palabra España. Palabra que, como ustedes sabrán, en ciertas plazas escuece. Llevamos tres años con la misma cantinela. Y la línea de comunicación ya cansa. Conformarse con lo que se tiene. Será un pensamiento muy de inteligencia emocional pero es de un loser que te cagas. Porque lo que necesita este país son soluciones. No abrazos.
El segundo ejemplo de anuncio de famosos, el del sorteo de Navidad. No ha echado de menos al calvo en su vida. Pero, ¿qué ha ido mal? Un rodaje cuidado, primeras espadas de la canción, lujo y ternura… A priori. El resultado, terrorífico. Es como si hubieran dado pase pernocta a todos los muñecos del museo de cera. En esta ocasión, el humor lo han puesto los usuarios en un claro caso de brandjacking. Es decir, los consumidores “secuestran”, se adueñan de la marca, para crear sus propias parodias. Impagables, la de El resplandor o la versión de Fragel Rock.
Tercer ejemplo: El rodaje de película de Bayona para un quitagrasas que comete la
temeridad de contratar a la misma actriz, Chus Lampreave, que la marca de chorizos. Y se estrenan a la vez. Será para eliminar los restos del chorizo. Echa de menos los anuncios de su niñez. Que, como ella, eran más simples, más cándidos. O eso quiere creer. Se hace mayor.