Revista Opinión

Calzonazos

Publicado el 08 julio 2014 por @igarro @igarro

El estudio del fenómeno del calzonazos ha sido una de las preocupaciones del ser humano desde el albor de los tiempos.
Ya en el pleistoceno inferior – según nos cuenta Jordi Hurtado- existía un ser conocido como el “homínido calzonazus” que, además de llevar a cabo sus quehaceres cotidianos como la caza del jabalí o del siempre tan jugoso mamut aderezado con bayas sobre una cama de helechos y un coulis de jugo de fresa (Master Chef lleva milenios haciéndonos mucho daño), dedicaba su tiempo de ocio a la recolección de semillas y al acabar su largo día dejaba la cueva como los chorros del oro mientras su amantísima señora leí el Hola.
Siguiendo el paso por la historia, los presocráticos han pasado largos años de sesudo estudio de la casuística del calzonazos. Hubo teorías de lo más variopintas, siendo las más destacadas la de Tales de Mileto y su famoso proverbio “Muchas palabras nunca indican sabiduría, excepto las de mi parienta que van a misa (¡ojo!, seis siglos antes de Cristo la opinión de su santa señora ya iba a misa) y la de Solón de Atenas que dijo: “.Aprenderás a gobernar, después de aprender a ser gobernado”. Nuestro brother Solón tenía buena predisposición para ser gobernado por la griega de turno, era más manso que un koala recién nacido. A pesar de sus intentos, se quedó, como su propio nombre indica, Solón. Más Solón que la una.
Sócrates posteriormente aseveró que “Solo sé que no sé nada” pero los últimos estudios arqueológicos indican que finalizaba así su alocución: “(…) la que lleva este tema es mi parienta”.
Plauto (no confundir con el perro de Mickey Mouse), en el S III antes de Cristo aseveró “Calzonazus calzonazis lupis” El calzonazos es un lobo para el calzonazos. Lo traduzco por si me lee alguien de la ESO, que lo dudo porque ya vamos por las dieciocho líneas y sé que ya os habéis ido.
El debate siguió a lo largo de la historia y el ínclito Sigmund Freud, allá por los principios del siglo pasado, dijo que todos los calzonazos se querían pillar a su madre. “Estás muy mal de lo tuyo, háztelo mirar Sigmund”, le reprendieron los demás sabios y ascetas mientras le señalaban la puerta.
Viendo que no llegábamos a buen puerto, y que no éramos capaces de desentrañar las rendijas y misterios de ese ser tan complejo y lleno de interrogantes como es nuestro querido calzonazos, Ortega & Gasset (los dos) dijo aquello tan famoso de “Yo soy yo y las circunstancias de mi querida esposa, Dios la tenga en su gloria”.

julito

Julio Iglesias también expresó su opinión.

Yo también he realizado un estudio concienzudo, profundo y pormenorizado, procediendo a un exhaustivo análisis de todos y cada uno de los pequeños recovecos y rendijas que convierten en un ser tan especial a este nuestro querido calzonazos que habita nuestras tierras con su gracejo natural y buen hacer constante. He caído en la cuenta de que hay una serie de rasgos definidores de su arrolladora y avasalladora personalidad, serían los siguientes:

• Le compra la ropa su mujer. Toda. No hace distingos entre calcetines, ropa deportiva, el traje del propio entierro del calzonazos… repito: toda. Absolutamente toda. Este hecho toma tintes dramáticos si cuando acude a los grandes almacenes y el calzonazos se prueba el nuevo atuendo que ella ha escogido tan sabiamente, su esposa hace comentarios con la dependienta del tipo: “es que le queda mal todo porque es muy mal hecho”.
• A las cenas de trabajo va con su mujer. Este hecho es impepinable. Si la agenda de la cónyuge lo permite, claro. Se ha dado el caso de que la parienta no permita ir al calzonazos a la cena pero si acuda ella para controlar a esa secretaria que parece tan zorra y llama tanto a su calzonazos.
• No acude a ninguna fiesta de hombres. Este mandamiento abarca desde cumpleaños, churrascadas (o como le llamáis los raritos del sur, barbacoas), despedidas de solteros o las siempre inofensivas reuniones de amiguetes en un puti club,
• Los calzonazos, tras generaciones de calzonazismo (así me gusta llamarlo) con la consiguiente transmisión de padres a hijos del gen del calzonazismo, presentan una extraña modificación genética que les convierte en una especie nueva que desde hace años es objeto de estudio por los entendidos en criptozoología: el octupus-calzonazus. Es una especie de superpoder (jódete Batman, otro que tiene superpoderes, no como tú, nenaza) consistente en que cuando a su mujer le apetece se convierte en un perchero-pulpo capaz de sostener a la vez el bolso de 17 kg de su dama, las 3 bolsas de la compra del carrefour, el carrito de los niños (doble, porque tiene gemelos) y el paraguas.
• Con el título de calzonazos le regalan el de chofer automáticamente. Es un 2×1. Da igual que su mujer conduzca o no. Es lo mismo que su mujer compita en Fórmula 1, el calzonazos es su chofer. Y más le vale tener el coche limpito. Si algún día aparece un pelo rubio sobre la tapicería de tu utilitario es calzonazos muerto.
• Acude a tomar el té con Milucha, Cayetana y Cuca. Es un plus por haber ejercido de chofer. Eso sí, a tu compañera la dejas en la puerta de la cafetería y a aparcar vas solito. Otro apunte que debe recordar el buen calzonazos es que va en calidad de oyente. No tiene derecho a intervenir en las animadas conversaciones. Si hay niños, ejercerá como niñera.
• Ha perdonado varias infidelidades. El buen calzonazos no deja de ser un ser humano y sabe perdonar uno, dos o diecisiete deslices. ¿Quién no se ha follado un mal día al profesor de pádel o al monitor de Tai-Chi? El rencor no va con el carácter indestructible del calzonazos. Un consejo mi buen amigo calzonazos, ni se te ocurra mirar al culo a otra mujer por la calle: “habemus lío”. Me lo contó un amigo.

- ¿Es aquí el club de calzonazos?. – Sí, rellene y firme este formulario. – Deme dos copias que tiene que leerlo mi mujer. – Tenemos presi— Igarro (@Igarro) julio 3, 2014


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