El país se venía abajo, pero los pibes demostraron dentro del campo de juego que estaba más arriba que nunca. Fútbol de alto vuelo, juego asociado, lujos y un gran poder de fuego fueron las principales características de este plantel, que se consagró en tierra argentina.
Pan y circo, dirán muchos, por la delicada situación que le tocaba atravesar al país en ese momento. Fútbol del bueno, responderemos quienes tuvimos la suerte de disfrutar de un equipo que priorizó el buen juego en todo momento.
Y vaya si fue fundamental para ello un hecho tan fortuito como la lesión del juvenil de Independiente Livio Prieto. Tras el desgarro del jugador Rojo, Pekerman decidió convocar a último momento a Andrés D’Alessandro, quien terminó siendo uno de los grandes responsables del éxito albiceleste.
El creador de La Boba entró por la ventana y arrancó en el banco de suplentes, pero, a fuerza de pisadas, lujos y pases, se ganó un puesto en el once inicial y terminó consagrándose como el segundo mejor jugador del torneo.
Segundo, claro, porque el mejor fue un pibito de 20 años, que logró abstraerse de la realidad –que marcaba que se había convertido en nuevo jugador del Barcelona a cambio de una millonada- y, además, se alzó con el Botín de Oro gracias a sus 11 goles en 7 partidos.
El equipo se fue amoldando dentro del terreno de juego, puesto que fueron cedidos poco tiempo antes de empezar la competición por sus equipos, y terminaron jugando en un nivel superlativo.
Pero no sólo de Saviola y D’Alessandro vivía este equipo. Maximiliano Rodríguez era una salida permanente por el sector derecha y brindaba sorpresa, velocidad e ida y vuelta. Leandro Romagnoli iba incesantemente al ataque. También tuvieron interesantes intervenciones Esteban Herrera, el escurridizo Mauro Rosales y Alejandro El Chori Domínguez, quien, cuando se ganaba el puesto, sufrió una lesión que lo dejó afuera del mundial.
Leo Ponzio y Nico Medina eran los dueños del mediocampo. Recuperando, distribuyendo, eran un engranaje fundamental en el circuito de juego del elenco de Pekerman. En tanto, en defensa Fabricio Coloccini era líder y capitán. Ordenaba al equipo, jugó en gran nivel y encima se anotó en la red. Claro que contaba con dos laderos de calidad, como lo fueron Nicolás Burdisso y Diego Colotto.
Con un equipo así y logrando el funcionamiento ideal, poco importante era el arquero, puesto que se disputaron Germán Lux y Wilfredo Caballero.
Y dan cuenta de ello los fríos números, que pueden evidenciar por qué triunfó Argentina. Porque hizo 27 goles en 7 partidos (casi 4 por encuentro), porque en esa cantidad de juegos sólo recibió 4 tantos, porque tuvo a Javier Saviola, que infló 11 veces la red en el certamen juvenil (fue récord y aún es el máximo artillero de la historia de los mundiales sub 20), porque respetó el estilo de Menotti, jugando bien al fútbol, pero también invocó a Bilardo, trabajando mucho en las pelotas paradas.
El país se iba a pique, pero los pibes tocaban el cielo con las manos.
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