En el país trasandino, así como también en la Eurocopa Sub 21 de 1990, brilló un equipo que, de no mediar conflictos bélicos, era firme candidato a cosechar grandes logros. ¿Sus abanderados? Zvonimir Boban, Predrag Mijatovic, Robert Prosinecki y Davor Suker.
Esta prodigiosa camada de juveniles deslumbró en todas las competencias en las que intervino representando a la desaparecida Yugoslavia, y debió separarse súbitamente en 1992, año en el que las sucesivas guerras terminaron disolviendo aquella república socialista.
En 1987, los yugoslavos trajeron su fútbol muy bien dotado técnicamente a Sudamérica, para disputar el Mundial Sub 20 de Chile. Y se consagraron campeones, dejando a muchos de los candidatos en el camino.
El recorrido hacia el título no fue nada fácil para el equipo europeo, pese a que mostró un nivel superlativo en la fase de grupos, lo que lo posicionó como uno de los principales candidatos.En el debut, nada más y nada menos que ante el local, con 67 mil personas en las tribunas, Yugoslavia se despachó con un 4-2, con dos goles de Suker, uno de Boban y el restante de Igor Stimac.
En los encuentros restantes, el elenco dirigido por Mirko Josic, en el que también jugaba Robert Jarni, superó 4 a 0 a Australia –Branko Brnovic, Suker (2) y Boban- y cerró con un 4 a 1 contra Togo, en el que Mijatovic se anotó con dos tantos, Suker sumó otro a su cuenta personal y Zirojevic debutó en la red.
Con tres victorias y doce goles a favor, el conjunto balcánico pasó sin problemas a cuartos de final, donde lo esperaba Brasil, que había finalizado segundo en su grupo, detrás de Italia. Los de Josic mostraban una técnica sorprendente, inhabitual en equipos europeos.
El cuarteto de ataque, integrado por Suker, Mijatovic, Boban y Prosinecki, respondía con creces -habían convertido nueve de los doce tantos-, mientras que Stimac, Jarni y Brnovic brillaban tanto en defensa como en ataque.
En cuartos vino el último campeón, el Brasil de César Sampaio, que, pese a abrir el marcador en la etapa inicial, se fue con las manos vacías. Mijatovic puso la igualdad y Prosinecki, cuando se moría el partido, sentenció el pase a semifinales.
Allí derrotó a la República Democrática de Alemania de Matthias Sammer 2 a 1 y sufrió una baja sensible, ya que Mijatovic fue expulsado a 15 minutos del final, cinco minutos después de que Suker pusiera la ventaja definitoria en el marcador.
Sin embargo, Yugoslavia supo suplir esta significativa ausencia, a la que se sumó la de Prosinecki, quien debió mirar el partido definitorio contra Alemania Federal desde el banco de suplentes.
En un partido durísimo, Yugoslavia abrió el tanteador a los 85 minutos y se alzaba con la gloria, pero los festejos debieron posponerse, porque dos minutos más tarde Witeczek igualó desde los doce pasos y la incertidumbre se extendía a los penales, donde los balcánicos vencieron 5 a 4. Se lo atajaron al mismo jugador que había estampado la igualdad.
Prosinecki recibió el Balón de Oro, por ser el mejor jugador del torneo –el segundo fue Boban-. El mediapunta se destacó por su técnica y por su visión de juego, que le permitía poner pases milimétricos, que abastecían a Mijatovic y Suker.
Tres años después, las cuatros figuras excluyentes de aquel equipo volvían a juntarse para la Eurocopa Sub 21, donde sucumbieron en la final ante la URSS de Andrei Kanchelskis y Aleksandr Mostovoi. Suker, fue elegido el Jugador de Oro del certamen.En Chile triunfó Yugoslavia. Triunfó el buen fútbol, la técnica y la apuesta ofensiva de Josic, con cuatro jugadores de buen pie y olfato goleador en ataque. En 1992 ganó la guerra. El fútbol, en tanto, perdió a una gran camada, que se dispersó entre los planteles de seis diferentes estados.