En el mundial juvenil llevado a cabo en Argentina, Paraguay sorprendió al meterse entre los cuatro primeros con la base de un plantel que, tres años más tarde, sorprendía al mundo quedándose con la medalla de plata en los Juegos Olímpicos, obteniendo, así, el máximo logro de la historia del fútbol guaraní.
Los paraguayos venían de lograr un subcampeonato en el Mundial sub 17 de 1999 como muchos de los jugadores que llegaron a Argentina 2001. Pero vinieron sin su máxima figura, Roque Santa Cruz, lo que tiraba por la borda todas las esperanzas de hacer un buen torneo. El delantero, que desde 1999 militaba en el poderoso Bayern Munich –el club teutón lo había adquirido en 7 millones de dólares, una cifra altísima para la época, pero lejos de los 20 millones verdes que pedía el presidente de Olimpia, dueño de su pase-, era un abonado a las lesiones y padecía una dolencia que lo dejó fuera de la lista de convocados.
No obstante, los guaraníes cumplieron con una destacada actuación. Quien tuvo la difícil tarea de suplantar a la maltrecha figura del equipo fue Julio González. El juvenil surgido de Guaraní, que un año después tuvo un breve e intrascendente paso por Huracán en Argentina, jugó cinco partidos y pudo inflar la red en dos ocasiones.
En la fase de grupos, los dirigidos por Cristóbal Maldonado no la pasaron nada bien. La rusticidad y la pierna fuerte de los sudamericanos no pudo con la picardía y la ligereza del conjunto ghanés, liderado por el talentoso Michael Essien, que se impuso por 2 a 1.
El 0-2 abajo contra la Francia de Cissé cuando promediaba la segunda etapa parecía indicar que se terminaba la competencia para Paraguay, pero los de Maldonado lo igualaron con tantos de Fretes y Devaca y dejaron abiertas las chances de clasificación a octavos de final. Sólo restaba vencer a Irán, y un 2 a 0 fue suficiente para obtener el pasaje como uno de los cuatro mejores terceros.
Los guaraníes no tenían demasiados argumentos futbolísticos. Abusaban del pelotazo y la pierna fuerte y parecían no tener demasiadas posibilidades de seguir con vida en el torneo. Pero la habilidad de los paraguayos en el juego aéreo les dio la posibilidad de avanzar a cuartos con comodidad, tras imponerse 2-1 frente a Ucrania, que venía de liderar su grupo y recién pudo vulnerar al arquero Diego Barreto en el último minuto de juego, con una espectacular chilena de Oleksiy Belik.
“Una vez más, quedó demostrado que el mejor fútbol está en Sudamérica. No sólo en Brasil y Argentina, sino también en Paraguay”, manifestaba, eufórico, un Maldonado un tanto agrandado, ya que su equipo estaba lejos de florearse.
En cuartos, los jactanciosos paraguayos se toparon con República Checa. Ganaron 1 a 0, con un tanto de Santiago Salcedo y sufrieron la expulsión de González, por un descalificador codazo. Sin su símbolo de ataque, pero con el juego aéreo, el fútbol combativo y la garra como banderas, en semifinales se venía la Argentina de D’Alessandro y Saviola, que venía arrasando.
“Tenemos armas como para ganar”, anunciaba Maldonado. 5 a 0 se impuso Argentina, con goles de Saviola (2), D’Alessandro, Romagnoli y Herrera. Se terminaba el sueño para Paraguay, pero los guaraníes se encargaron de imponer su marca: las amarillas y rojas recibidas en este partido y en el encuentro ante Egipto por el tercer puesto –perdieron 1 a 0- dejaron al conjunto albirrojo como el equipo más violento del certamen.
Pero esta camada no se desarmó tras este cuarto puesto. Gran parte de esta plantilla, disputó el Preolímpico Sudamericano 2004 en Chile y logró el pasaje a los Juegos de Atenas, al derrotar 1 a 0 a Brasil en el partido decisivo, gracias a un tanto de Devaca.
Ese mismo año, en Atenas 2004, siete de los jugadores que se quedaron con el cuarto puesto en el Mundial Sub 20 jugado en Argentina -Diego Barreto, José Devaca, Fredy Bareiro, Emilio Martínez, Pedro Benitez, Julio González y Celso Esquivel- llevaban a Paraguay a ganar la primera medalla olímpica de su historia, tras caer en la final con el seleccionado albiceleste.
Luego, esta camada histórica para el fútbol paraguayo, que se hizo con las más recordadas conquistas albirrojas en selecciones juveniles sub 17, sub 20 y sub 23, se disolvió. El único sobreviviente de esta generación que estuvo presente en Sudáfrica 2010 –donde Paraguay alcanzó los cuartos de final, lo más lejos que llegó en sus ocho participaciones en mundiales- fue el arquero Diego Barreto. Lucha, concentración, solidaridad y un gran juego aéreo fueron sus claves. Con eso, les alcanzó para llevar al fútbol guaraní a meterse entre los mejores del mundo.