Nacido en San Fernando (Cádiz) justamente hace 60 años, es a día de hoy esencia, referencia obligada y seña de identidad de nuestra cultura nacional. Un genio como pocos, el artista que revolucionó el flamenco e hizo de él un arte universal. Lo despojó del eco maldito de tabernas, señoritos y limosnas, para hacerlo grande, y alzar su cante en las alturas. José Monje Cruz, sería pijote de la Isla para los restos, pero su tío lo bautizó: "Lo de Camarón me lo puso mi tío Joseíco, que era vendedor de telas, un hombre de mucha gracia. Era to pa mí; mi padrino, mi padre, mi abuelo. A mí me puso Camarón, porqué era mu blanquillo. Siempre estaba con él y...camarón que pareces un camarón. Después todo el mundo, Camarón, Camarón; y Camarón se me quedó". Un gitanillo que iba para torero, o eso pensaba en su ingenua niñez, el empeño lo puso en el toreo, su única afición; pero con el paso de los años su destino iba a acertar en su elección: "Y para cantar hay que nacer. Yo creo que cuando mi madre me parió, me parió ya cantaor".
Todos los palos sonaron mejor con Camarón, aunque siempre humilde, no dejaba de alabar y recordar donde y de quien los aprendió: los interminables días en la Venta de Vargas, en la que pese a la idea errónea de muchos, Camarón de niño nunca estuvo en ella como cantaor, él como asevera Lolo Vargas: "Sí le apetecía, cantaba; que no, pues no. Vamos que todo eso que cuentan de Camarón buscando la vida aquí desde niño es un camelo" ); y escuchando a Juan Talega, Antonio El Chaqueta, Manolo Caracol o La Perla de Cádiz, savia pura con la que su genio se nutrió.
Poseía el alma de una estrella del rock con la voz de un cantaor; lo tenía todo: compás, genio, magnetismo y por garganta, una prodigiosa caja de música imposible de domar. El culmen lo alcanzó con su alma gemela Paco de Lucía y, las tan nombradas colaboraciones especiales entre los dos, de ahí en adelante cualquier comparación, al margen de profanas composturas o hirientes abolengos, recoge sin agravio el calificativo de menor. Fueron el tándem perfecto (junto al férreo control, exquisita producción y garante de la pulcritud, como la que destilaba el patriarca de los Lucia: Don Antonio Sánchez Pecino), mostraron lo mejor de dos corrientes alternas siempre a punto de estallar; las que han sido la mayor muestra de talento y éxtasis creativo con aroma nacional. Tan lejos llegaron que tan sólo simbiosis Jagger-Richard o Lennon-McCartney, parezcan estar próximos. Así álbumes como: Al verte las flores lloran(1969), Arte y majestad (1975) o Castillo de Arena (1977), son obras de arte con naturaleza capital; joyas imperecederas que debían aparecer entre los mejores trabajos a nivel mundial.
Acabada la travesía con la familia Sánchez y Paco de Lucía, quedaba por mostrar la revolución que su persona nos iba a regalar. Finales de los setenta fue el momento escogido para el golpe maestro en su trayectoria profesional: un nuevo look con barba y rebeldía del icónico fumador lo presentaban en la portada (Instantánea realizada por el recientemente fallecido Mario Pacheco, artífice de la mítica productoras Nuevos Medios), la guitarra de un tal José Fernández Torres "Tomatito" sería la del suplente tocaor, la prosa culta de Federico García Lorca u Omar Kayan harían de exquisitas letras, Ricardo Pachón asumiría la producción, la pizca de locura tendría sabor a Veneno y los virtuosos Manolo Rosa (bajo), Jorge Pardo (flauta) o Rafael Marinelli (teclados), hicieron el resto. En definitiva un cóctel de jazz, rock y sonidos eléctricos que en la voz de Camarón se haría eterno. La leyenda del tiempo, o lo que es lo mismo el mejor disco en español de todos los tiempos; un monumento al buen gusto, definido por prestigiosos críticos como J.M. Gamboa, de la siguiente manera: "Su importancia en la historia del flamenco es comparable a la del Sgt. Pepper´s lonely hearts club band de los Beatles en la era del rock". Despreciado en su momento y considerado un tremendo fiasco comercial (algunos gitanos devolvían los LP al Corte Inglés, porqué lo que sonaba no era Camarón); hoy sin embargo, la leyenda le ha ganado al tiempo la batalla y es a todas luces un disco de cabecera sensacional.
Monumento a Camarón en San Fernando.
Posteriormente en los ochenta, lo profesional le vino rodado y saboreó las mieles del merecido éxito (Es el artista más vendido de la historia flamenca y su caché se incrementó hasta los 3 millones por gala en el ocaso de su vida), aunque en contrapartida inicio una turbia relación con las drogas, que lograron descenderlo a los infiernos. Su vida breve pero intensa, a decir verdad, como la de los portentos que mueren jóvenes estuvo plagada de experiencias. Fiel a si mismo nunca cayó en la mediocridad ni falto a sus raíces; las de un gitano puro, convertido en el icono de una raza que lo glorifica como a Dios. Luchador hasta el final, un cáncer de pulmón sesgó su vitalidad el 2 de Julio de 1992; ahora tras 18 años y desde ese mismo momento de adiós, nació un mito que a mi juicio, con la constancia de su legado jamás conocerá al olvido.La vida, la vida es, es un contratiempo, la vida es... brindemos por ti; ¡Que grande eres Camarón¡
A continuación algunas de sus actuaciones más emblemáticas:
Junto al toque de Paco de Lucia en 1976.
Soleá de Cádiz, a la guitarra Tomatito (1980).
Bulerías en una fiesta junto a La negra, Bernarda de Utrera,.. Al toque Moraito Chico y Raimundo Amador (1983).
Bulería en el famoso directo de París (1987).
Alegría cantada en Málaga (1990).
Una de sus últimas actuaciones públicas: unas sevillanas flamencas, para la película Sevillanas (Carlos Saura, 1991).