Esta semana corta he tenido tres sesiones en Alicante, una en Barcelona y aún me quedan dos mañana en Madrid. Camino de Alicante paré a comer con un buen amigo que dirige una fábrica de papel. Me comentó lo difícil que le resulta encontrar gente implicada en el trabajo. Todo son escusas, todo son escaqueos, Le conté este cuento que me contó una vez mi amigo Rubén:
Dos amigos empezaron a trabajar como peones en la misma factoría. Una gran empresa que se había instalado a las afueras de su pueblo. Desde el primer día ambos dieron lo mejor de sí mismos, pero pronto empezaron a verse estilos de trabajo distintos y trayectorias profesionales de distinto ritmo.
Yasta ganaba el aprecio de sus jefes rápidamente y Eske cada vez estaba más convencido de que le tenían manía y que no confiaban en él por razones que no llegaba a alcanzar.
Un día al empezar la jornada, el director de la planta les llamó a su oficina:
- Necesito -les dijo- que se ordene todo el material de mantenimiento de las máquinas. Tú, Yasta, te encargarás de la nave 1; y tú, Eske, de la 2. ¿Alguna pregunta?
- ¿Algún criterio especial para ordenarlo? - preguntó Yasta
- El que tú quieras, con tal de que sea sencillo y práctico - respondió el jefe. Y Yasta salió raudo a realizar su tarea.
Eske permaneció sentado, pensativo y luego preguntó al jefe:
- Verá, es que va a ser difícil ordenar bien las herramientas, porque es que siempre hay alguien usándolas. Además hay muchas que no valen y se siguen guardando.
- Bueno, haz lo que creas oportuno y luego me cuentas
- Ya pero es que seguramente no podremos clasificarlo todo porque es que no hay suficiente espacio en el mismo armario.
- ¿Estás seguro de ello?
- ¡Hombre! seguro, seguro no, pero será complicado.
- Bueno - contestó el jefe- inténtalo y luego me cuentas.
Al final de la jornada, Eske se presentó ante el jefe:
- Perdone. Me he puesto a ello pero no he podido avanzar casi nada. Es que he empezado a recorrer la nave para ver cuántas herramientas había en total y era un follón. Luego he ido a los armarios y es que están llenos de trapos viejos y material en desuso y habría que tirarlo todo antes para ver qué espacio queda.
- Bueno, pues mañana a primera hora lo tiras todo ¿vale?.
- Es que es mucho y no se si cabrá en el contenedor de fuera
- ¿No lo sabes o no cabe?
- Bueno, no lo se. Creo que no cabe.
- ¿Pero has visto el contenedor? - replicó el jefe -
-Si. Bueno. No, pero es que casi siempre está hasta arriba. No he tenido tiempo de ir a mirarlo. Es que me han llamado del almacén para unas cosas y luego todo se ha liado...
Yasta se acercó por el fondo del pasillo. El jefe le preguntó:
- Bueno, ¿cómo va lo de las herramientas?
- Ya está.
- ¿Todo?
- Si. He tardado un poco más porque he aprovechado para vaciar todos los armarios de material viejo y así cabían más cosas. Además he necesitado pedir otro contenedor porque el nuestro estaba casi lleno. El supervisor de la planta me ha aprobado la petición y mañana estará en la nave. Así que mañana termino de recogerlo todo y si quiere le hago un inventario de lo que está defectuoso y habría que renovar.
Yasta siguió avanzando por el pasillo hasta la salida, mientras el jefe se dirigía a Eske:
- ¿Has visto lo que él ha hecho?
- Bueno, es que él pudo hablar con el supervisor y...
- Ya, pero no me refiero a eso. Me refiero a su capacidad para sorprender por hacer las cosas antes y mejor de lo que cabría esperar. Para los que dirigimos equipos, y tratamos de conseguir que todo funcione correctamente, oír la frase "ya está hecho" es como música celestial, un descanso para la tensión diaria. Pero no sólo para mí, también para el que lo ha hecho: es un subidón de positividad y de autoestima. ¿Quieres que te ayude?
- Desde luego, jefe. A mí me gustaría cumplir, pero no se qué pasa que nunca dejo satisfecho a nadie: ni a mis jefes, ni a mí.
- Mira, lo único que debes hacer es no volver a decir "es que". Cada vez que dices esa palabra te frenas tú y desesperas a los demás. Te orientas a los problemas en vez de a las soluciones. Es malo para ti, para tu imagen y exaspera a tus jefes. Si logras cambiar eso, ganarás autoestima, eficiencia y el aprecio profesional de los demás.
- Gracias jefe, pero es que...
- ¿¿Ya empezamos??
- No, si lo que quería decir, es que voy a tener que cambiarme el nombre. Desde hoy, en vez de Eske, seré ¡Hecho!.
¿Cómo te llamas tú?