Objetivos, un tema más cotidiano que la vida misma. Son nuestra razón de ser, lo que nos llena de ilusión, y nos imaginamos felices y triunfantes cuando los conseguimos. Pero también pueden formar parte de nuestras peores pesadillas, y es que la posibilidad de fracasar puede hacernos abandonar o ni siquiera permitirnos intentarlo.
A pesar de ello, lo cierto es que tienen una ventaja fundamental respecto a los sueños: podemos hacerlos reales. A un unicornio multicolor no lo puedes sacar de tus sueños para cabalgar hacia el reino de “Muy Muy Lejano”, pero un muscle-up sí lo podemos hacer real siguiendo un plan de entrenamiento específico y trabajando duro, está dentro de nuestras posibilidades terrenales.
Dicho esto, ¿qué necesitamos saber sobre los objetivos para poder hacerlos realidad? Primero, profundizar en el significado de este concepto para, posteriormente, aprender las claves para definirlos de manera que facilitemos el camino.
¿Qué es un objetivo?
Un objetivo es un fin último hacia el que van dirigidas nuestras acciones. Al igual que un científico busca respuestas a sus preguntas de investigación, un atleta trabaja día a día para mejorar, y así funciona con cualquier aspecto de nuestras vidas. Incluso en situaciones que parecen simples (como cuando un bebé llora porque tiene hambre) o en las que creemos que no hemos hecho nada (cuando nuestra pareja sabe que nos apetece una palmera de chocolate y nos sorprende con nuestra favorita al llegar a casa), siempre hay algo que nos motiva, y modificamos nuestro comportamiento y nuestro ambiente en pro de aquello que necesitamos o anhelamos conseguir.
La fórmula → Objetivo General = Ʃ (Oen x Pn)
Los objetivos se forman en base a la interacción de dos componentes:
- Los Objetivos Específicos (Oen), que son el conjunto de logros o hitos que se deben cumplir para poder acceder al objetivo general. Hay tantos objetivos específicos como sea conveniente para llegar al objetivo general.
- El Proceso (Pn) de cada objetivo específico, es decir, lo que hay que trabajar para lograr cada uno de ellos.
Sumar los productos que forman estos dos componentes es lo que nos llevará a cumplir con nuestro objetivo general.
Hay que preguntarse: ¿qué necesito para llegar a mi objetivo?, o, ¿qué orden de cosas debo seguir antes de acceder a lo que quiero? Por ejemplo, imagínate que quieres empezar a hacer deporte para ponerte en forma, veamos qué posibles pasos debes dar:
- Decidir cómo quieres hacerlo: saliendo a correr, yendo a un gimnasio, etc.
- Suponiendo que has elegido gimnasio, buscar uno que te pille bien y mirar los horarios de apertura.
- Acercarte un día y hablar con el comercial, ver las instalaciones, conocer la oferta, saber qué necesitas llevar y aclarar dudas.
- Apuntarte y elegir tu primer día.
- Nada más llegar, hablar con el monitor de sala para que te ayude a establecer un plan según tus objetivos, tu nivel y tu disponibilidad.
Esta es una propuesta de pasos para conseguir el objetivo planteado. Puedes añadir, modificar o quitar alguno para ajustarla más a ti, pero lo que has de tener claro es que debes trazar un plan y seguirlo.
Hechos ≠ Opiniones
Antes de aprender a definir, es fundamental tener en cuenta lo siguiente: los objetivos se refieren a objetos reales, es decir, no hay cabida para apreciaciones subjetivas. Veámoslo con ejemplos: Ana quiere perder 4 kg de grasa en 6 meses, Juan quiere competir en el Spanish Throwdown 2018, Carol quiere perder el miedo a hacer el pino sin pared antes de que acabe julio. Todos somos conscientes de que solo existen dos opciones: cumplir o no cumplir, no hay más. Si pasados 6 meses Ana ha perdido 3 kg, NO ha llegado a su objetivo; si Juan sube a Instagram una foto de su nombre en la lista de clasificados del Spanish, SÍ ha conseguido su objetivo; y lo mismo con Carol, aquí no estamos hablando de cuánto se han esforzado, ni de la ilusión que le han puesto, ni de lo motivados que están para seguir trabajando… Estamos hablando de resultados, y la objetividad de los resultados no se debe confundir con nuestras opiniones ni valoraciones al respecto. El “creo que lo he conseguido” NO existe.
Puede sonar demasiado insistente, pero el problema más grande que puedes encontrarte es precisamente no tener del todo claro lo que quieres conseguir. No solo es un lastre en tu camino, sino que muy probablemente termine por no llevarte a ningún sitio y a frustrarte porque pienses “jolín, no soy capaz”, o lo maquillas y dices “bueno, no es tan importante” o “es que es muy difícil”. Independientemente de la dificultad, de la flexibilidad en el proceso y de la motivación que tengas, un objetivo bien definido te garantiza tener hechos gran parte de los deberes y muy probablemente te lleve al éxito
¿Cómo definir objetivos inteligentes?
El interés por el establecimiento de objetivos nació en la Antigüedad, y hasta nuestros días ha mantenido la atención de varios investigadores, especialmente de aquellos que vienen del mundo de la empresa y de la educación. Viendo la influencia que tenía en la motivación de las personas el trabajar con objetivos reales, medibles y retadores, surgió la necesidad de desarrollar métodos que facilitaran esta tarea. El más popular de todos y sobre el que más se ha escrito es el método o modelo S.M.A.R.T, una manera de definir objetivos para hacerlos más eficaces e inteligentes. Su origen se remonta a los años 80, cuando empezó a salir como término específico en libros y documentos relacionados con el Management, pero no hay datos concluyentes sobre su autor. Sus siglas significan lo siguiente:
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S (Specific, específicos):
Definir detalladamente qué buscas, ¿a qué te refieres con eso que quieres? Ejemplo: “Quiero aprender a correr bien”, vale, ¿a qué te refieres con “correr bien”? Puedes estar hablando de técnica, de velocidad, resistencia, tipos de terreno, con algún tipo de calzado, etc. La planificación varía según lo que busques, no es igual si quieres mejorar tiempos en los WOD con carrera, si estás preparando las oposiciones para Policía o si quieres acabar la maratón de Madrid de 2019.
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M (Measurable, medibles)
Que exista una forma de medir objetivamente si se ha alcanzado o no, ¿cómo sabrás que has alcanzado tu objetivo? Ejemplo: “Quiero aprender a hacer dobles de comba”, vale, ¿cuándo considerarás que has aprendido: cuando consigas hacer un doble, cuando enlaces más de cinco, o cuando puedas hacerlos en un WOD con varios ejercicios? Y en una escala de 0 a 10 de menor a mayor aprendizaje, ¿qué sería para ti el 0? ¿Y el 10? De esta manera se facilita la evaluación de resultados.
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A (Achievable, alcanzables)
Que sea posible para ti conseguirlo, ¿esto que buscas está a tu alcance? Ejemplo: “Quiero sacar mi primer muscle up estricto en anillas en un mes”, vale, ¿sabes todo lo que tienes que hacer?, ¿estás suficientemente preparado físicamente?, ¿te vas a comprometer a seguir el plan al pie de la letra? Esto puede ser posible para una persona entrenada, pero quizás no para otra persona que lleva dos días y que no ha hecho deporte en su vida, hay que saber reconocer nuestras propias limitaciones.
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R (Realistic, realistas)
La pregunta clave sería ¿crees que estamos hablando de algo real? Ejemplo: “Quiero estar entre los 10 primeros de los Open el año que viene”, vale, esto puede ser realista y alcanzable para alguien que se dedique de lleno a este deporte, pero si no puedes dedicarle más de una o dos horas al día, lo siento, pero creer realmente que puedes conseguirlo es de no saber ni en qué mundo vives. Realista es que quieras ganar la liguilla de tu box, incluso hacer un buen papel en alguna competición nacional, pero estar entre los primeros de los Open del año que viene no lo es, y posiblemente de ningún año si no dedicas tu vida a ello.
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T (Time-base, acotados en el tiempo)
Que exista un plazo, ¿para cuándo quieres haberlo conseguido? Esto funciona igual que la época de exámenes, tienes unas fechas específicas para tenerlo todo preparado. Puede pasar que te agobie fijar tus propias fechas, pero es fundamental a la hora de establecer un compromiso con el objetivo y contigo mismo, sobre todo para no correr el riesgo de posponer cosas y/o abandonar.
Con el paso del tiempo, este término empezó a experimentar cambios a medida que se observaban los beneficios de utilizarlo. Algunos optaron por añadirle un par de siglas (SMARTer):
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E (Ecological, ecológicos):
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R (Reward, recompensa):
Conclusión
El conocimiento es poder y, en este caso, conocer un poco más el mundo de los objetivos nos da la posibilidad de llegar a donde queramos ahorrando tiempo y esfuerzo, incluso de darnos cuenta de que hay más en nuestras manos que en las manos de la suerte. No, no siempre es tan fácil y no siempre depende de nosotros, pero una cosa sí es cierta: las decisiones que tomemos son sólo nuestras. Si utilizamos nuestras herramientas y actuamos adaptándonos a las circunstancias, llegaremos a ser protagonistas de nuestras vidas y a alcanzar nuestras metas. Tenemos la capacidad y la posibilidad de elegir lo que queremos hacer y dónde queremos estar, depende de nosotros organizarnos y tomar el control para conseguirlo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Blaine Lawlor, K., y Hornyak, M.J., 2012. Smart Goals: How the application of Smart Goals can contribute to achievement of Student Learning Outcomes. Developments in Business Simulations and Experiential Learning (pp. 259-261), vol. 39.
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Ravier, L., 2016. Capítulo II: Acuerdo de coaching y redefinición socrática. Coaching No Directivo. Metodología y Práctica. Unión Editorial, S.A. Madrid.
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León, O., y Montero, I., (2003). Métodos de Investigación en Psicología y Educación (3era ed.). McGraw-Hill/Interamericana de España, S.A.U. Madrid.
Noticia Camino de campeones: La clave para formular objetivos de Infowod.